17 Mile Drive: el árbol más fotografiado del mundo

Por: Ricardo Coarasa (texto y fotos)
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Entre las ciudades californianas de Monterrey y Carmel, el Pacífico se muestra bravo y airado. La 17 Mile Drive (ruta de las 17 millas) sortea algunas de las mansiones más exclusivas del mundo, bordeando bahías engañosas pródigas en naufragios, a la vista de islotes de focas y lobos marinos. El punto culminante es el inquietante The Lone Cypress, un solitario ciprés aupado en un acantilado desde hace más de 250 años, que pasa por ser el árbol más fotografiado del mundo.

Para los españoles, este recorrido panorámico tiene un punto de parada obligada, Spanish Bay, el lugar donde acampó la tropa del leridano Gaspar de Portolá en 1769 en su afanosa búsqueda de la bahía de Monterrey. Ahora es un área de picnic, pero no está de más recordar la pionera contribucion de nuestros compatriotas, a menudo olvidada, a la exploración de California.

La 17 Mile Drive, que se asoma al Pacífico hasta dejarse acariciar por sus olas, está salpicada de imágenes que permanecen en la retina durante años. Nosotros viajábamos en un autobús turístico al que nos habíamos subido en San Francisco, pero es mucho mejor alquilar un coche en Monterrey para disfrutar en plenitud del recorrido. Porque no es una carretera para recorrer con prisas. Al contrario, es una experiencia que invita a parar el coche y caminar por los senderos costeros mientras el mar espumajea en la orilla con el incesante vaivén de las olas. Como cualquier otro paisaje marino, el Pacífico ejerce aquí un cierto poder hipnótico sobre el ánimo del paseante, que se sienta a escuchar sus palabras de agua y sal, los lamentos de los naúfragos que se quedaron para siempre en sus aguas y, por qué no, los sugerentes cánticos de sirenas como las que intentaron hechizar a Ulises.

El recorrido comienza en Pacific Grove y serpentea por el bosque de Del Monte antes de enfilar la costa central del Pacífico en dirección a Pebble Beach, el célebre y casi centenario campo de golf con cuatro US Opens a sus espaldas. La carretera es privada y hay que desembolsar nueve euros de peaje. A uno y otro lado están emboscadas algunas de las mansiones más exclusivas del mundo, esas que no bajan de los diez millones de dólares (entre ellas, cuentan, la del actor, director y ex alcalde de Carmel Clint Eastwood).

hay que esperar turno para sacarse la foto con la mejor perspectiva del fantasmagórico árbol

Los miradores se suceden y cada cual echará pie a tierra donde más le apetezca, pero aparte de Spanish Bay, a mí me sedujo especialmente The Restless Sea, una trampa para numerosas embarcaciones por la proximidad a la bahía de Monterey. No es muy difícil imaginarse a los galeones de la época naufragando contra esta costa traidora repleta de bajíos rocosos. Bird Rock, una roca tomada por las aves por la que parecen sentir predilección focas y leones marinos (buscando el hábitat marino que propician las corrientes de Alaska), es otra parada obligada.

Este paseo, no obstante, quedaría incompleto sin la fotografía de The Lone Cypress, el solitario ciprés que desafía los embates inmemoriales del Pacífico erguido sobre el acantilado. Es un paradigma de la resistencia frente a la adversidad y todo un símbolo de Pebble Beach, hasta el punto de que hay que esperar turno para sacarse la foto con la mejor perspectiva del fantasmagórico árbol, quizá la más demandada de la costa californiana después del universal Golden Gate. Dicen, incluso, que el árbol más fotografiado del mundo (con permiso de las sequoias gigantes de Yosemite).

Finalmente, un paseo por el Lodge del campo de golf de Pebble Beach (www.pebblebeach.com) ayuda a sentirse por unos minutos tan fuera de lugar como un ñu en el Corte Inglés. Aquí todo es perfecto. La hierba está cortada a su justa medida, no se ve un papel en el suelo ni un tablón de madera sin barnizar. La verdad es que se camina con la pesadumbre de estar ensuciando el piso con tus sucias suelas de goma. En la terraza del hotel, más propia de Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes”, hay que tomarse una cerveza frente a uno de los hoyos del exclusivo campo de golf. Y hacerlo con parsimonia, disfrutando a conciencia de la brisa del Pacífico que se asoma al otro lado del impecable “green”.

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Comentarios (2)

  • sebas

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    Uffff! Da miedo la foto. Parece que en cualquier momento va a salir por ahi la madre de «Psicosis»…

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