Axum: El obelisco milenario robado por Mussolini

Por: Ricardo Coarasa (texto y fotos)
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En el norte de Etiopía, uno de los países más pobres de la tierra, la ciudad de Axum cobija, qué amarga ironía, uno de los principales tesoros de la humanidad: tres obeliscos del siglo IV y un sinfín de estelas monolíticas rescoldos de un gran imperio ya desaparecido.

[tab:el viaje]Los rincones apartados de los lugares olvidados del mapa suelen alimentar la imaginación del viajero, sobre todo si, como es el caso, todavía guardan memoria de los logros de una gran civilización diluida en los meandros de la historia hace más de un milenio. Axum es el lugar escogido. Ahora una ciudad de calles polvorientas y aceras menguantes, a principios de nuestra era alumbró un poderoso imperio que, desde el norte de Etiopía, extendió sus tentáculos hasta Sudán y el sur de Arabia. Fue el primer estado africano en acuñar monedas, en una época en la que apenas Roma y Persia lo hacían, y el primero, también, en abrazar el cristianismo con el rey Ezana. Otra reina, Judith, arrasó la ciudad en el siglo X y escribió la última página del esplendoroso imperio africano.
La historia ha tratado mal a Axum, zarandeada por guerras y hambrunas que la han aislado aún más si cabe, condenándola a los arcenes del progreso. Pero los obeliscos y las estelas resisten, presintiendo quizá que son la última esperanza de los antepasados axumitas para que sus logros no se olviden.

los obeliscos y las estelas resisten, presintiendo quizá que son la última esperanza de los antepasados axumitas para que sus logros no se olviden

Esa simpatía natural hacia las ciudades a las que han arrebatado casi todo, hacia los perdedores que paladean en la derrota la hiel de los días de vino y rosas, lleva los pasos del viajero hacia Axum. En mi libreta de notas, la ciudad es una avenida asfaltada con pequeñas palmeras de aspecto ceniciento y una hilera de comercios repletos de antigüedades y recuerdos para turistas. Nos dirigimos al Parque de las Estelas, a un paso de la iglesia de Santa María de Sión, donde el clero etíope jura y perjura que se custodia el arca de la alianza robada a Salomón por la reina de Saba, aunque esa es otra historia que se contará en otro momento.

El rayo vengador

Repartidas por Axum y sus alrededores hay más de 300 losas y estelas, aunque las estrellas son los tres obeliscos que quedan de los siete originales, el más alto, de 33 metros, derrumbado sobre el suelo como un gigante abatido a pedradas por los caprichos del destino (de hecho, se piensa que se vino abajo cuando intentaban izarlo). Hasta hace poco sólo uno permanecía en pie, pues el otro ha adornado la romana plaza de Porta Capena, frente a la sede de la FAO, durante 68 años hasta que fue desmantelado y devuelto al Gobierno etíope en 2005. Tres años antes, un rayo dañó la punta del monumento como un funesto presagio que debió apremiar al Gobierno italiano a desprenderse de él cuanto antes.

Desde septiembre de 2008, la vieja capital imperial tiene un motivo para sonreír, el obelisco de 24 metros de altura y 160 toneladas de peso arrancado a la roca hace 1.600 años está de vuelta en casa. En 1937, tras la invasión italiana de la antigua Abisinia, Mussolini no pudo resistir la tentación y lo incorporó a su botín de guerra como quien mete apresuradamente el último souvenir en la maleta.
Acicalarlo y devolverlo a su sitio original llevó su tiempo. No fue hasta septiembre de 2008, coincidiendo con los fastos de entrada en el tercer milenio (los etíopes se rigen por el calendario juliano, que va siete años y ocho meses por detrás del gregoriano), cuando la codiciada pieza regresó a Axum.

Cámaras funerarias

Que nadie piense en el Parque de las Estelas como un atracción temática al uso. En función de la época en la que se visite (sobre todo si es en temporada de lluvias) el viajero puede pasear en solitario a la sombra de estas moles de piedra que han sido testigos de la gloria y decadencia de Axum. Es una experiencia que hace enmudecer el ánimo y el espíritu. La entrada cuesta 50 birrs (menos de cuatro euros). Sigue siendo un misterio adivinar cómo se las apañaron en el siglo IV para acarrear las piedras (la cantera más próxima está a cinco kilómetros de aquí) y erigir después los obeliscos con las rudimentarias técnicas de entonces. Debajo de dos de los tres monumentos cincelados con decenas de puertas y ventanas hay unas lúgebres cámaras funerarias que se recorren con la angustia de que en cualquier momento se van a derrumbar sobre uno. De hecho, están abundantemente apuntaladas y cada cierto tiempo se cierran por seguridad.

El traslado del obelisco no estuvo exento de polémica. Se calcula que costó alrededor de un millón de euros, una cantidad desorbitada para un país de muchas carencias con mayoría de sobrevivientes. Pero no intenten preguntar por el montante total del proyecto. Nadie responde, como si hubiesen hecho un pacto de silencio con su querido obelisco después de medio siglo de secuestro.

[tab:el camino]Axum se encuentra a 1.000 kilómetros de Addis Abeba. Ethiopian Airlines efectúa vuelos frecuentes a la antigua capital, generalmente con escala (alrededor de cuatro horas en este último caso). Pero lo mejor, si no apremian las prisas, es llegar a Axum por carretera, para lo que se necesitan al menos tres días. Pero como es un pecado mortal pasar de largo por Bahar Dar y Gondar sin echar pie a tierra, lo recomendable es invertir una semana en el trayecto. En Addis Abeba se pueden alquilar sin problemas todoterrenos con conductor. Asalifew Mekonen(asalifewm@yahoo.com) tiene una empresa de alquiler de coches. Es de confianza y facilita incluso guías en español (Jony “el cubano” es fantástico).

[tab:una cabezada]El hotel Africa, en la avenida principal a mano derecha según se entra por la carretera de Addis Abeba, es bastante económico. Pero si se viene en coche, nada mejor para descansar del cansancio del camino que el Ramhai Hotel, el mejor de la ciudad sin duda, un memorable oasis de confort donde recuperar energías y afrontar el resto de la ruta.

[tab:a mesa puesta]Por añadidura, el restaurante del hotel Ramhai es un placer para el estómago, aunque en cualquier bar de la ciudad se puede degustar una “inyera”, una torta esponjosa y de sabor un tanto amargo elaborada con el teff, un cereal endémico de Etiopía. La inyera acompaña todos los platos (normalmente de carne o verduras) y los etíopes la toman incluso para desayunar. No olvide que se come con la mano derecha, sin utilizar cubiertos.

[tab:muy recomendable]-A un kilómetro de la ciudad monte arriba una caseta de piedra esconde la estela trilingüe, escrita en sabeo, griego y geez (el latín etíope y lenguaje de la liturgia), que habla bien a las claras de hasta dónde llegaron los contactos comerciales del antiguo imperio de Axum. La estela se erigió en el siglo IV para glosar las victorias del rey Ezana.
-Un libro muy recomendable por encima de todos, ameno y riguroso, de uno de los principales expertos en la historia etíope: “Etiopía: hombres, lugares y mitos”, del comboniano Juan González Núñez y editado por Mundo Negro.
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Comentarios (3)

  • David G.

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    Me sorprende esta propuesta. Nunca pense en Etiopia como destino de vacaciones. Interesante, la verdad

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  • e

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    Increíble pensar que hace siglos Etiopía y Roma compartían nivel de progreso y ahora están a años luz. Un gran reportaje

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  • pilgrim

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    Bonita historia. Etiopia, como tantos otros paises marginales, estan eclipsados por el peso de los estereotipos. El Sur del país también es muy recomendable

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