Sobre una de las cúpulas de la iglesia del Santo Sepulcro, en el tejado del templo cristiano más venerado del mundo, una pequeña comunidad de monjes etíopes se resiste a ser marginada por sus hermanos de fe. En 1808, un incendio destruyó los documentos que sustentaban sus derechos custodios y los guardianes negros de los Santos Lugares fueron confinados al techo de la basilica. Y ahí siguen.