Chiloé: el último bastión de España

Por: Gerardo Bartolomé (texto y fotos)
Previous Image
Next Image

info heading

info content

La barcaza tocó el muelle, la rampa descendió y los autos comenzaron a bajar. El nuestro fue casi el último en pisar tierra chilota. Encaramos la ruta hacia Ancud mientras mi mujer leía información de la historia de la isla. Chiloé, alejada de los centros de poder realistas, como se conocía a los leales al Rey, fue el último bastión de España cuando Sudamérica se levantó aprovechando las guerras napoleónicas. Permaneció leal a España hasta 1826, cuando Chile, Argentina y los demás países de Sudamérica habían declarado su independencia hacía ya varios años. Al llegar a Ancud visitamos su fuerte. Allí vimos las baterías de cañones todavía apuntando al mar, como desafiando a cualquier navío que intentara un insensato ataque. Así los españoles a cargo de la isla retrasaron la llegada de las fuerzas independentistas.

 Los primeros españoles llamaron a la isla “Nueva Galicia”. Largas rías, parecidas a las del noroeste de España, penetran tierra adentro

La geografía de la zona es extraña. Los primeros españoles llamaron a la isla “Nueva Galicia”. Al acercarnos a Castro, la principal ciudad de la isla, entendí el porqué de aquel primer nombre. Largas rías, parecidas a las del noroeste de España, penetran tierra adentro y marcadas mareas las llenan de agua o las exponen absolutamente secas, dependiendo de la hora del día. Nos detuvimos a sacar algunas fotos donde pequeños botes pesqueros, tumbados sobre el fondo seco de la ría, atestiguaban el retiro de las aguas. Algunas personas caminaban por el lecho, deteniéndose de tanto en tanto en busca de moluscos. Allí aproveché para sacar una de las fotos más buscadas de Chiloé, la de los palafitos, que es como llaman a las casas construidas sobre largos pilotines. Estos permiten que las viviendas construidas en la ría queden sobre el nivel de las aguas cuando la marea alta inunda la entrada de mar.

Iglesias y alerces milenarios

Al entrar a la plaza principal de Castro nos llevamos una sorpresa mayúscula. La enorme catedral de madera estaba pintada con vivos colores muy distintos de los que lucía cuando la vimos en nuestro primer viaje a la isla, veinte años antes. Pregunté y obtuve como respuesta que ésta se había vuelto a pintar con los fondos provenientes del nombramiento como patrimonio de la Humanidad en el año 2000. En una exposición cercana mostraban maquetas de diez iglesias de madera de la zona; debajo de cada réplica estaba anotada la ubicación real de cada una de ellas. Yo tomé nota para luego fotografiar algunas. Las iglesias de Chiloé son uno de sus atractivos más conocidos y se las encuentra desperdigadas a lo largo de la isla; todas ellas pintadas con colores llamativos y con un estilo muy particular. Están construidas con tejuelas de alerces milenarios que años atrás cubrían la región. Darwin cuenta que en su paso por la isla en 1834 ésta estaba cubierta de un frondoso bosque que sólo era quebrado, de tanto en tanto, por la presencia de alguna chacra chilota. Actualmente la realidad es casi la opuesta: la isla solo presenta ocasionales parches de su selva valdiviana original. El resto ha desaparecido. En uno de los pocos lugares en que ésta se conserva se creó la reserva “Estación Biológica Senda Darwin”.

Estudios sobre la madera de tocones de alerces demuestran que los más grandes tenían 5.000 años de antigüedad cuando sucumbieron a las hachas chilotas

Una mención aparte merecen los antiguos alerces gigantes. Lamentablemente, de estos no quedan más que algunos tocones (la base cortada a hacha), la mayoría con diámetros de varios metros. Estudios sobre la madera de esos tocones demuestran que los más grandes tenían 5.000 años de antigüedad cuando sucumbieron a las hachas chilotas. La población, que creció enormemente desde el siglo XIX, usó la madera de alerce, muy noble, para construir sus casas y levantar las iglesias de la isla. Esto, unido a la necesidad de contar con grandes superficies para la ganadería y la demanda de durmientes para el ferrocarril, hizo estragos en los alerces gigantes como así también en la selva valdiviana original.

La memoria de terremotos y erupciones

Parte de la vegetación autóctona sobrevive aún en el este de la isla. Allí hay una serie de pequeños pueblos pescadores que, recientemente, se hicieron accesibles por tierra. Hacia allí nos dirigimos por este camino que, a pesar de su pésimo estado, era fabuloso por lo virgen y salvaje del paisaje. Así llegamos al pueblo de Quemchi y nos detuvimos a almorzar en un pintoresco restaurant llamado El Chejo. Desde nuestra mesa podíamos ver una gran cantidad de aves marinas en la costa y más allá, en el horizonte, varios enormes conos de volcanes en la lejana Cordillera de los Andes. Terremotos y erupciones volcánicas jalonaron la historia de Chiloé provocando muerte y destrucción. Pero cada vez que la isla fue sacudida por alguno de estos cataclismos la población chilota se volvió a levantar. La naturaleza siempre se pudo sobreponer a las catástrofes naturales, pero no estoy tan seguro de que lo pueda hacer con la acción destructiva del hombre.

El camino seguía siendo malísimo pero, a diferencia del 92, eran varios los ómnibus que lo recorrían llevando polvorientos jóvenes con mochilas

De nuestro anterior viaje en el 92 recordábamos que la costa del Pacífico, con su mar bravo y su viento helado, estaba casi deshabitada. Desde entonces se había creado un nuevo parque nacional que alberga especies de aves y un hábitat difíciles de encontrar en otros lugares. Atravesamos la isla de este a oeste para visitarlo. El camino seguía siendo malísimo pero, a diferencia del 92, eran varios los ómnibus que lo recorrían llevando polvorientos jóvenes con mochilas. Cuando llegamos al pueblito de Cucao lo encontramos muy distinto de cómo lo habíamos visto 20 años antes. Ya no estaba habitado por unos pocos pescadores, sino que estaba poblado de económicas cabañas de alquiler para los jóvenes turistas. Estos deambulaban por todas partes escuchando música, fumando y bebiendo aunque, debo aclarar, que sin perder la compostura (por lo menos al mediodía). Por suerte, del otro lado del puente colgante, al entrar al Parque Nacional Chiloé, nos volvimos a encontrar con el clima que buscábamos: senderos que recorren la selva valdiviana y una playa salvaje con grande olas.

Chiloé está luchando para que el avance avasallador del progreso no le haga perder las características que la hacen única

Ya llegaba a su fin nuestra visita a Chiloé y mientras manejaba camino al ferry que nos llevaría de vuelta al continente, con mi mujer hablamos sobre las diferencias que encontrábamos en la isla en estos veinte años. Ciertamente estaba cambiada, y estos cambios estaban en consonancia con las primeras observaciones que hiciera Darwin en 1835: una isla que de a poco iba albergando mayor población y reduciendo más y más el hábitat salvaje que la caracterizaba originalmente. A pesar de eso, lo que resulta esperanzador es que actualmente se nota un gran esfuerzo del Estado por preservar ciertos rasgos únicos de Chiloé, como por ejemplo reservas naturales, construcciones como las iglesias y los palafitos e incluso tradiciones culturales presentes en la gastronomía y fiestas. De alguna manera, Chiloé está luchando para que el avance avasallador del progreso no le haga perder las características que la hacen única.

Ya embarcado, mientras la barcaza del ferry avanzaba lentamente frente a la costa, pasé un rato tomando las últimas fotos de nuestro paso por Chiloé. En eso, de entre unos árboles, se me apareció una vieja capilla con sus coloridas tejuelas. Parecía pedirme que la fotografiara. Por supuesto que lo hice. Me gustó pensar que, con esta aparición, la isla quería despedirse de mí. Me prometí volver.

  • Share

Comentarios (3)

  • Mariasun

    |

    Al entrar en la página he visto con alegria que habia un artículo de Chiloé!. No es muy habitual ver algo sobre esta maravillosa isla. Mi viaje a Chile estuvo marcado por las ganas que yo tenía de conocerla, gracias a un libro de Marcela Serrano que estava leyendo en el 2002, «El albergue de las mujeres tristes», que transcurre alli. Al llegar y hablar del libro con una librera, cual no fue mi sorpresa cuando supe que el tal «albergue» existia de verdad, liderado por una psiquiatra. Puede llegar al sitio donde estaba basado el libro, pero no pude acceder ya que el recinto estaba vigilado por perros, que no estaban esa mañana de «muy buen humor». Lo que vimos de Chile nos entusiamó a mi marido y a mi y Chiloé en especial. Gracias por haber hecho que lo volviera a recordar.

    Contestar

  • Eduardo

    |

    Genial relato Gerardo. Una lectura fantástica para este domingo.

    Contestar

  • Gerardo Bartolome

    |

    Chiloe esta en una «esquina» de Sudamerica, un poco a trasmano del viajero. Quizas por eso sobrevive alli el sabor de estar en un lugar tan diferente a todo. Estoy seguro que todo aquel que la visito tiene un recuerdo imborrable para compartir. Gracias por los comentarios.k

    Contestar

Escribe un comentario