Delhi: navegando en el caos

Por: Israel Alvarado (fotos Alicia Coarasa)
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El avión se va acercando a la pista de aterrizaje. Creo que son las tres de la mañana, hora local. Mientras se va deslizando con suavidad y vamos bajando, observo las luces de la ciudad. Tengo la impresión fugaz, súbita, de que no son las mismas luces que dejé horas atrás.

Con mis nociones básicas de ingeniería no puedo asegurar que la vibración, la frecuencia y la intensidad de aquellas lámparas fuera distinta de las nuestras. Pero sí recuerdo la sensación de extrañeza que me dejaron…

Nos acercábamos por primera vez a la India, sin programas ni reservas; de madrugada. Esa mezcla me hizo sentir que nos encontrábamos en un mundo distinto, lejos de lo que teníamos por conocido. Lo que iba viendo después, subido en un rickshaw, de camino a la zona de Pahar Ganj (uno de los barrios de Delhi), no me facilitaría mucho el aterrizaje. La cantidad de gente durmiendo en las medianas, los arcenes y demás infraestructuras, me hacen recordar lo que mi padre me contaba sobre los años cincuenta en Madrid:
en las noches calurosas, al parecer, los vecinos salían por el paseo de Recoletos, colchón en mano, para pasar allí la nochecita; en mitad del boulevard. ¡Claro!, no es lo mismo que una noche de Delhi. Pero creo que la mente necesita referencias.

Nos acercábamos por primera vez a la India, sin programas ni reservas; de madrugada. Esa mezcla me hizo sentir que nos encontrábamos en un mundo distinto

El urbanismo aquí -ya lo he escrito en otro sitio- no tiene mucho sentido. De hecho, Urbanismo, Plan nacional de, Proyecto de rehabilitación de… por el momento no dejan de ser más que utopías en la India; y perdonen quienes puedan darse por aludidos. Teniendo en cuenta un país-continente como éste, con un monzón que no veas, demasiada gente por metro cuadrado, tantas razas, excesiva desigualdad económica, etc., ¡Bastante que tienen planes! ¡Y vaya si los tienen! La improvisación es su fuerte, así como navegar en el caos.

Los edificios parecen, cuando te asomas desde cualquier terraza, que están allí como parte de la selva. Bandadas de pájaros de todos los tamaños sobrevuelan y circunvalan estas estructuras. A modo de unas ruinas del Libro de la Selva, así aparecen los edificios, plantados, devolviéndonos la percepción del paso de un tiempo.

Los edificios parecen, cuando te asomas desde cualquier terraza, que están allí como parte de la selva

Recorrer Main Bazar (la calle principal de Pahar Ganj) por la noche, es un espectáculo digno de un documental. Si NY es la ciudad que nunca duerme, Delhi es la ciudad que no para de trabajar. Te puedes encontrar: algunos tipos cargando no se sabe qué cosa, en sacos, para subirlos a un andamio encima de una casa. Las habituales vacas. Un vecino insomne subido a un poste, intentando abrirse paso entre la maraña de cables que le rodean. Piensas: ¡Hoy se quema todo! Típico santón que te recuerda lo de visitar el Templo Sagrado ese, ¡ése que tú sabes! Abres la puerta del Himalaya Hotel para ver si tienen habitación y le pegas un leñazo a un pobre chico que estaba echándose una cabezadita; de paso, despiertas a todos los de la fila que le siguen…

Si Nueva York es la ciudad que nunca duerme, Delhi es la ciudad que no para de trabajar

Te metes en un callejón, más oscuro que la madriguera de un topo, agarrándote a cables que parecen lianas y ,de repente, te encuentras iluminado -¡sí iluminado!- por mil vatios de luz de lo que parece un camión de feria La Chochona, y no es otra cosa que el portal de un hotelito bien apañado, con un recepcionista inmutable, que te saca un libro de registro del tamaño de un códice.

En fin, cosas de la cultura más antigua del mundo.

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Comentarios (3)

  • Javier Brandoli

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    Recuerdo mi llegada a Nuvea Delhi, recuerdo sensaciones muy parecidas. Es el único lugar del mundo al que he llegado que tuve la sensación la primera hora de querer salir corriendo de aquel caos. Eran las siete de la mañana, hacía un calor infernal y esperaba a una amiga en la esquina de Main Bazar con Train Station rodeado de un enjambre de vida indescifrable para mí en aquel momento. Ya escribí un relato aquí de aquella experiencia que creo se parece mucho al tuyo. Gracias por volverme a recordar aquel maravilloso caos que acabó por atraparme. Ahora quiero volver.

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  • Israel

    |

    «(…)rodeado de un enjambre de vida indescifrable para mí en aquel momento». Un sentimiento compartido también.
    Un saludo.

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  • José Ignacio Robres García

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    Un golpe muy fuerte en el estómago y en la cabeza. Ese es mi recuerdo del tremendo calor, en modo de azote, que sentí al llegar a Delhi en aquel lejano mes de julio de 1995 y del que ahora me he acordado al leer tu pequeña crónica. Lo revivo todavía con desasosiego. Nunca como en la capital de India he tenido esa sensación de ahogo, ni siquiera en Egipto, a donde viajé unos años después. Vacas, camellos, mulas, monos…un auténtico zoológico andante se mezclaba en mi ruta camino del modestísimo hotel en el que me alojé varios días. En Delhi comprobé que el infierno existe: está en Chadni Chowk, un barrio comerciante escaparate de la miseria que vería en otras zonas de India. Y es que la «espiritualidad» de este subcontinente de la que hablan algunos sólo la encontré en muy pequeñas dosis…pero esa es otra historia

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