El Grito de un gachupín en Puebla

Por: Ricardo Coarasa (fotos Reo)
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Para un español resulta complicado sentirse extranjero en México. Son demasiados lazos los que nos unen. Pero si hay un lugar donde es imposible intuirse forastero es Puebla, seguramente la más española de las ciudades mexicanas. Salvo que sea 15 de septiembre. Ese noche, todo México estalla en una explosión de patriotismo para celebrar la independencia de España y el “¡mueran los gachupines!” (como se conoce a los españoles por estas tierras) resuena en todas las ciudades del país. Me disponía a dormir en Puebla en las horas de mayor exaltación mexicana del año y, por supuesto, quería vivir en el zócalo esos festejos. En un país desbordante de surrealismo, pensé, ¿a quién va a llamar la atención que un español celebre la independencia de una antigua colonia?

Todo estaba preparado. La tricolor ondeaba en cualquier rincón de la ciudad, donde se respiraba el olor de los días grandes. “¡Septiembre, mes para recordar a los héroes que nos dieron patria y libertad! ¡Viva México!”, truena la radio. El PRI felicita las fiestas patrias, sin ningún rubor, con un cartel con la foto de Benito Juárez, el héroe nacional por antonomasia y primer indígena en alcanzar la presidencia de Mexico.

En un país desbordante de surrealismo, pensé, ¿a quién va a llamar la atención que un español celebre la independencia de una antigua colonia?

El zócalo está repleto de tianguis (del náhuatl “tianquiztli”, mercado), los tenderetes tradicionales que venden los platillos típicos de la cocina mexicana. El olor a tortillas de maíz lo impregna todo. La comida entra por los ojos. Unas quesadillas por aquí, un mole poblano por allá, chalupas, buñuelos, churros, frijoles, antojitos varios… Suena un corrido por los altavoces mientras a unos pasos unos mariachis afinan sus instrumentos. La noche promete pero antes conviene confirmar la reserva en la posada de San Pedro. Inexplicablemente, no hay ninguna habitación a nuestro nombre y nos llevamos, por los pelos, la última todavía libre.

Fray Toribio de Benavente, conocido como Motolinia, fundó Puebla de los Ángeles un 16 de abril de 1530 y lo hizo con el objetivo de levantar “un pueblo de españoles” donde “se diese a labrar los campos y a cultivar la tierra a el modo y manera de España” para mantener ocupados a “muchos cristianos que al presente andaban ociosos y vagabundos”. De este modo, añadía el franciscano (uno de los primeros evangelizadores de México), “los indios tomarían ejemplo y aprenderían a labrar y cultivar a el modo de España”.

Fray Toribio de Benavente fundó Puebla de los Ángeles un 16 de abril de 1530 y lo hizo con el objetivo de levantar “un pueblo de españoles”

Entretenemos la tarde visitando la capilla del Rosario, laminada en oro, de la catedral poblana. Pero prefiero el tumulto bullicioso del tiangui y pronto estamos de nuevo callejeando por el zócalo. Antes de que empiece la fiesta, nos acercamos a la estación de autobuses para reservar dos billetes para mañana a Ciudad de México. Compro dos de primera clase, sobre todo para evitar el rosario de interminables paradas que pueden convertir el trayecto en una letanía.

La fonda de Santa Clara es un templo gastronómico de Puebla, algo así como la última estación del buen comedor que pasa por la ciudad. Pero esta noche es imposible conseguir una mesa, pues todas están reservadas para poblanos que quieren celebrara a lo grande el Grito. Volvemos sobre nuestros pasos y, muy cerca del zócalo, nos sentamos a cenar en un cafetín de mesas vacías. El mole se deja comer y un buen tequila “Tres magueys” a palo seco ayuda a digerirlo con rapidez.

Cuesta avanzar entre el gentío. Todo está preparado para que, desde el balcón del palacio de Gobierno, se grite a los cuatro vientos la consigna de Hidalgo, el cura de Dolores

El tiempo se echa encima. El zócalo es ya un puro jolgorio pintado de rojo, verde y blanco. Los colores de la tricolor están por todos lados: en las banderas, en los rostros de la gente, en las camisetas… “¡Mueran los gachupines!”. “¡Viva México!”. Cuesta avanzar entre el gentío. Todo está preparado para que, desde el balcón del palacio de Gobierno, se grite a los cuatro vientos la consigna de Hidalgo, el cura de Dolores que, un 15 de septiembre como hoy, pero de 1810, encendió la mecha de la independencia de Nueva España.

En el último momento, me acuerdo que he dejado la cámara de fotos en el hotel. Quedan apenas diez minutos para el Grito, pero las ganas de fotografiar la fiesta pueden más y nos dirigimos apresuradamente a la habitación por las calles desiertas que rodean al zócalo, donde parece que se ha concentrado, por unos minutos, Puebla entera.

“¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Vivan los héroes de la independencia! ¡Viva México!”. El Grito nos sorprende a una cuadra del zócalo

Recuperada ya la cámara, corremos nerviosos de nuevo hacia la plaza. En esos mismos momentos, el presidente de la República hace sonar en otro zócalo, el del DF, la misma campana con la que el cura Hidalgo arengó a los mexicanos. Ese grito por la independencia se reproduce, casi al unísono, en todo México, Puebla incluida. “¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Vivan los héroes de la independencia! ¡Viva México!”.

El Grito nos sorprende a una cuadra del zócalo, donde se da ya rienda suelta a la fiesta. Nos mezclamos con la barahúnda tricolor, intentando contagiarnos de su alegría. Nos ofrecen un trago de tequila por doquier. “¡Abajo los gachupines!”.

La noche más mexicana del año la pasaré durmiendo y mañana no habrá ni siquiera una resaca en la que refugiarse como atenuante de la espantá

Pronto me siento como un impostor, un infiltrado temeroso de ser descubierto. La masa enardecida se prodiga en consignas patrióticas. Un castillo de fuegos artificiales ilumina la noche de Puebla. No es el Grito que imaginé. Casi nunca las cosas salen como las soñamos, y quizá sea mejor así; lo contrario sería demasiado aburrido.

Poco a poco conseguimos zafarnos de la multitud y abandonamos el griterío del zócalo. Estoy decepcionado. La noche más mexicana del año la pasaré durmiendo y mañana no habrá ni siquiera una resaca en la que refugiarse como atenuante de la espantá. “¡Mueran los gachupines!”.

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Comentarios (2)

  • mayte

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    Super entretenido el artículo Ricardo!!!! Mexico, un gran país que algún día me gustaría conocer, Gracias!

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  • Ricardo Coarasa

    |

    Gracias a ti Mayte. Sin duda que Mexico merece una visita. Es un país descomunal.

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