El Macondo africano: la orden que paraliza boas

Por: Javier Brandoli (fotos noahsboas.com)

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Rafael, uno de los guardas del hotel, antiguo sargento segundo en tiempos de guerra, descansa junto al tanque de agua que hay en la colina del hotel. Está sentado, mirando al frente, cuando la cabeza de una enorme boa aparece entre sus piernas. Una serpiente que forma parte ya del paisaje de la colina, siempre perdida entre los matojos cercanos y que recurrentemente se acerca hasta allí a beber. El guarda queda paralizado, se levanta lentamente con el cuerpo del reptil moviéndose cerca y comienza a correr.

A veces necesita mil palabras para decir que sí y en ocasiones con un sí de su cabeza te dice mil palabras

La historia me la cuentan otros dos guardas del turno de noche: Zacarías, un armario empotrado, y Bernardo, tan armario como el anterior pero ya más viejo. El segundo creo que es mi personaje favorito de este Macondo en el que vivo. Anda despacio con su viejo sombrero de paja por el día y su palo de madera y abrigo por la noche. Me gusta escucharle explicar las cosas con su ritmo divagado, su claridad de ideas en la que a veces necesita mil palabras para decir que sí y en ocasiones con un sí de su cabeza te dice mil palabras. Aún no he sacado nunca con él el tema, pero mi amiga Ana Paula me explicó que una noche mientras le contaba junto a una hoguera la gente que mató en la guerra caían lágrimas de sus ojos. Me explicó hace poco que él llevaba en la dura guerra civil mozambiqueña una ametralladora.

Lo importante no es la historia que me cuentan entre bromas, es su conclusión. Ambos en un momento de la conversación explican que Rafael es un inexperto que no sabe de nada y no sabe el método para paralizar boas. Uno ya tiene algo de entreno y sabe que ante una afirmación así viene un momento fascinante. Tal cual. Bernardo y Zacarías me explican que las serpientes quedan paralizadas si haces un nudo con una hoja de palmera, miras a la boa y la ordenas que se quede quieta. “Eso funciona siempre, todo el mundo lo sabe. La boa se queda paralizada hasta que deshaces el nudo”, me asegura Bernardo que nos hace un nudo con una hoja de palmera para que lo veamos. No había dudas en su voz, lo afirmaban como el que afirma que la leche es blanca y sale de la vaca. “Puede quedarse allí días, sin poder moverse”, afirmaba Zacarías.

Hasta empiezo a dudar de que los musulmanes decidan donde llueve agitando colas de hipopótamos con sus manos

En realidad (mirar otros post llamados el Macondo africano) yo ya hasta empiezo a dudar de que los musulmanes decidan donde llueve agitando colas de hipopótamos con sus manos, que la arena roja no esté muy buena en la sopa y que las boas no se detengan cuando se lo ordenas con un nudo en una hoja.

Cuento una cosa más de Bernardo. Un día estábamos en una reunión con los guardas para hablar de la seguridad del hotel por la noche. Ana Paula cede la palabra al Jefe de Seguridad, nuestro Bernardo, que comienza a explicar con una retórica eterna una historia del inicio de este lodge en el que los bandidos entraron por la noche y cortaron las dos manos al guarda para robar el material de construcción. La historia era dura, Bernardo nos contó que el guarda sin las dos manos corrió tras el ladrón y lo atrapó. “Perdió sus manos por dormir ya que el bandido no avisa. Se durmió y al intentar defenderse le cortaron las dos manos, aunque alcanzó al bandido (esta palabra la repite mucho)”. Yo me quedé escuchando, pensando que no dio una charla a sus jóvenes compañeros sobre la seguridad y el trabajo y la responsabilidad, sino un ejemplo donde hablaba de todo a la vez. Les contó una historia a su peculiar forma y a la noche siguiente teníamos a todos los guardas haciendo rondas y pidiendo si les podíamos comprar catanas.

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Comentarios (4)

  • Ana

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    Me muero por ir!
    Es, sencillamente, genial! Enhorabuena. Se te echa de menos

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  • Juan Antonio Portillo

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    Lo cierto es que sentarte por la tarde-noche junto a una hoguera, con personas como Bernardo y dejarte embelesar por sus narraciones y anécdotas ha de ser sensacional. Al final, Javier, acabarás sazonando la sopa con tierra roja (no me invites a comer ese día), haciendo bailes al viento con colas de hipopótamo y anudando hojas de palmera para paralizar a las boas y a humanos indeseables……… Buena historia, como siempre. Un abrazo

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  • Javier Brandoli

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    Lo cierto es que estoy deseando ver a la boa y atar la hojita a ver si cuando la digo que se pare se para. Lo malo es como no lo haga…
    P.D. Lo de comer arena lo veo aún más próximo

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  • Juan Antonio Portillo

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    …. te quedará el último recurso…. salir echando leches, siempre y cuando la boa no te haya paralizado a tí¡¡¡¡¡

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