El Macondo africano: la dolorosa victoria de Javier Brandoli

Por: Ricardo Coarasa

Una barra de un bar es un buen lugar para tomar decisiones. Esa noche, sin embargo, Javier alcanzó esa benemérita orilla de vinos y cervezas con la suya ya tomada. Se iba a vivir a África, a Ciudad del Cabo, a la Suráfrica donde meses después España ganaría su primer mundial. Con él en la grada, claro. Y allí estábamos dos buenos amigos que sólo habíamos viajado a África de turistas o para fugaces trabajos periodísticos explicándole África, metiéndosela en vena en un apresurado manual de supervivencia. Supongo que los tópicos se nos caían de las manos a medida que se sucedían los tragos, pero Javier Brandoli escuchaba sin inmutarse sospechando, me temo, que nada de lo que le esperaba tendría que ver con esa amalgama de recuerdos más o menos sublimados por la distancia.

Una cosa sí tenía yo clara aquella noche de marzo de 2010 y en ésa, al menos, no me equivoqué: África empujaría a Javier a escribir. Para alguien con esa desbordante curiosidad por el mundo, se trataba casi de un mandamiento bíblico. Y vaya si lo hizo. Durante sus cinco años en el continente, primero en Sudáfrica y después en Mozambique, Javier no ha parado de escribir sobre África y sus gentes. Con la lógica inocencia al principio, expectante siempre y algo escéptico al final, alejado ya de miradas paternalistas y juicios magnánimos sobre la realidad africana. Así que leer su primer libro africano era sólo cuestión de tiempo.

Le ha dado tiempo a ser corresponsal, guía de viajes, director de un hotel de postal junto al Índico, ha conocido al amor de su vida y, sobre todo, no ha parado de viajar

Durante esos años, le ha dado tiempo a ser corresponsal, guía de viajes, director de un hotel de postal junto al Índico, ha conocido al amor de su vida y, sobre todo, no ha parado de viajar, tropezándose una y otra vez con ese realismo mágico propio de Valle Inclán, con esa sublimación kafkiana del absurdo que él, recurriendo a otro grande, ha denominado con acierto «El Macondo africano».

En este libro, dice el propio autor, está encerrada la mirada de alguien «que ha vivido ahí». Y yo no puedo estar de acuerdo con Javier, porque sus páginas desbordan curiosidad y un inagotable afán por entender la vida que le rodea y están ayunas, sin embargo, de cualquier atisbo de rutina y del pernicioso desdén con el que, a menudo, nos desenvolvemos en nuestro entorno cotidiano.

Porque Javier, aunque quizá él no lo sepa, no ha dejado de ser un viajero durante todos esos años y es precisamente ese alma viajera la causante de sus decepciones postreras, de su partida del continente y de la nostalgia, esa dulce melancolía llamada Mal de África, con la que ahora mira hacia atrás sin ira. Cuando esa mirada del viajero empezó a apagarse, no tuvo más remedio que marcharse, asustado ante la posibilidad de dejar de ser un nómada.

Es precisamente ese alma viajera la causante de sus decepciones postreras, de su partida del continente y de la nostalgia

«El Macondo africano» es una ventana a ese África proscrita en el imaginario colectivo, a unas intensas vivencias, las suyas, que podrían llenar varios libros más. Pero el autor no quería hacer un libro al uso, el enésimo libro africano de viajes. Pretendía asomarse, y lo ha conseguido, a la ideosincrasia de sus gentes y ser capaz de contar, con una reconocible estructura narrativa, una realidad disparatada y onírica que nunca llamaría la atención a un «mzungu» afincado durante años en África y sí a quien, como él, se exigía mantener intacta la capacidad de sorpresa.

He tenido la suerte de viajar con Javier por África y escucharle desgranar, al calor de una hoguera y en el silencio de la sabana, muchas de las historias que pueblan este libro de mujeres que comen arena, de tribus de barro, de muerte sin lágrimas y lágrimas sin muerte, de niñas con armas y sin muñecas, de desiertos donde encontrarse y de miedos que se deshacen al sostenerles la mirada, de ese Macondo africano, en fin, donde están proscritos los convencionalismos y los lugares comunes que han desdibujado hasta la caricatura, a ojos de occidente, el alma africana.

«El Macondo africano» es una ventana a ese África proscrita en el imaginario colectivo,

Yo no puedo, honestamente, sino recomendarles que lean a Javier, que recorran con él los polvorientos caminos de África, que se sorprendan, como él, con la sucesión de vivencias desconcertantes, que rían con él, que lloren con él caminando por ese imaginario Macondo en el sur del continente maltratado por los estereotipos. Habla Javier de su experiencia africana como «una maravillosa derrota» y yo más bien creo que se trata de una dolorosa victoria, la de un tipo que amó con tanta intensidad a África que terminó doliéndole África. Y a nosotros con él.

 

Ricardo Coarasa
 
 
 

El Macondo Africano, la narración de una maravillosa derrota

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Comentarios (6)

  • Monica

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    Me encanta el prologo. Tuve la suerte y la fortuna de compartir con Javier algunos ratos africanos y soy africana de corazon tambien mm crie en el Congo con lo q entiendo perfectamente la llamada nostalgia africana

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  • javier brandoli

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    Gracias Mónica. Tu tienes nostalgia del planeta en todo caso, te lo has recorrido entero. 🙂

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  • anastasi

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    Porqué todavía no está en las librerias de Barcelona.
    He estado por África y me apasiona todo, viajar, leer, soñar…

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  • javier brandoli

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    Hola Anastasi, la distribución debía haber entregado ya los libros por toda España, pero en todo caso donde seguro que se vende es en la librería Altair en Barcelona. Un saludo

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  • Altaïr Distribució

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    Hola Anastasi,
    Dinos en que zona de Barcelona vives o que librerías frequentas y te diremos donde se puede encontrar ya El Macondo Africano.
    Gracias

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  • Marcos Rodríguez

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    Acabo de terminar El Macondo Africano y me ha encantado. Muy recomendable y muy revelador de un África que nunca se cuenta. Se nota mucho que el autor ha vivido allí. Muchas gracias y felicidades por este trabajo que hacéis.

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