Hells Blues: the geography of words

For: Ricardo Coarasa (text and photos)
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There is a geography of words that seduces with the same intensity as maps and stories that open suitcases and close prejudices. It is a geography of resounding and enigmatic names, of words that inevitably attract you before you even place them in a world ball. No tiene nada que ver con la lejanía, pues los kilómetros que te separan de ellas son apenas un matiz sin relevancia, como esa letra pequeña que ni siquiera nos molestamos en leer.

Patagonia. Tierra de Fuego. Cape of Good Hope. Kilimanjaro. Carpathian. La geografía de las palabras es un mundo de anhelos y tareas pendientes, a
universo de afanes que nunca se acaban de satisfacer. One fine day, cuando estás a punto de saldar cuentas pendientes con casi todas las palabras que te han hechizado a lo largo de los años crees, ingenuo de ti, que no volverá a suceder, que ninguna otra te atravesará el corazón, una maldición para cualquier espíritu inquieto reñido con la mansedumbre. But that, fortunately, nunca sucede. Because, irremediablemente, escuchas otras nuevas sin siquiera buscarlas.

La geografía de las palabras es un mundo de anhelos y tareas pendientes, un universo de afanes que nunca se acaban de satisfacer

Okavango. Cañón del Río Lobo. Yosemite. Samarkand. Son palabras a los que no puedes resistirte y tu lista va creciendo sin remedio. Bhután. Sarajevo. Dead Sea. Northern Cape. Esa geografía de las palabras empieza a dibujarse con nitidez en las primeras lecturas infantiles y, una vez comienza a poblarse de ciudades, mares, ríos y montañas, ya forma parte de ti y te acompaña toda la vida. Y mientras conserves un gramo de fuerza -ése por el que suspiraba en su agonía el gran Joseph Thomson para calzarse de nuevo las botas y regresar a África-, no dejarás de recorrerla mientras en tu interior resuenan esos nombres hinchados por el viento de la determinación.

¿Cómo no pensar en la atracción que ejercen las palabras cuando caminas en dirección a unos lagos azules situados a los pies de los Infiernos? Ya han pasado unos cuantos años, pero aún recuerdo la fascinación que me produjo escuchar por primera vez el nombre de esa montaña, una sucesión de cimas por encima de los 3.000 metros que justifican el plural, que en este caso incluso acentúa el magnetismo toponímico.

¿Cómo no pensar en la atracción que ejercen las palabras cuando caminas en dirección a unos lagos azules situados a los pies de los Infiernos?

La geografía de las palabras había echado sus redes sobre mí y ya era sólo cuestión de tiempo que un día viese el mundo desde la cima de los Infiernos. Así sucedió unos años después, cuando por esta misma ruta que ahora camino -que parte frente a la entrañable Casa Belío, un viejo tótem sentimental del balneario de Panticosame senté junto a mi amigo Charly sobre las mismísimas piedras de los Infiernos. Tan cerca del cielo como se podía imaginar.

Esta vez el objetivo no es el mismo, sino adentrar a mi hijo de siete años en esa fascinante geografía de las palabras. Por que la subida hasta los Infiernos por esta ruta es una sucesión de embalses e ibones (lagos de montaña) dignos merecedores de ese universo. Antes de cruzar el primer barranco, junto a un contrafuerte, el camino se bifurca. Hacia la derecha, continúa hacia los ibones de Brazato. En dirección contraria, la senda asciende sin interrupción (con sirgas que hacen el papel de pasamanos en algunos tramos más expuestos), dejando atrás la cascada del fraile, until embalse inferior de Bachimaña.

Aún recuerdo la fascinación que me produjo escuchar por primera vez el nombre de esa montaña

Tras una hora y 45 minutos de subida ininterrumpida, descansamos 15 minutos para comer algo. Ahora el camino continúa por la izquierda del embalse, ya rozando los 2.200 meters, ganando altura al principio y con continuos toboganes. El tiempo es bueno, pero no hay que confiarse porque han anunciado lluvias por la tarde.

En apenas quince minutos, se alcanza el Bachimaña superior. El sendero pierde altura y se dirige hacia su orilla para, alcanzada una zona de meandros, reanudar la ascensión por el otro lado del barranco. However, por la izquierda hay otro camino marcado con piedras que no desciende tanto y ése es el que terminamos escogiendo. La referencia visual es un dique de contención situado sobre nuestras cabezas, que ahora miran continuamente al cielo, cada vez más preñado de nubes negras. Nos esperan los ibones azules. First, el inferior (una hora desde el embalse de Bachimaña y tres desde el balneario de Panticosa) and, after, tras una corta pero pronunciada subida pedregosa, el superior.

Los Infiernos lucen majestuosos como soberanos de este circo de roca donde duermen los azules

Un cuarto de hora más y caminamos ya por el Azul superior (2.380 meters and 720 de desnivel desde el balneario). Hemos caminado tres horas y cuarto para llegar hasta aquí, a los pies de los Infiernos, que lucen majestuosos como soberanos de este circo de roca. Su cara norte todavía acumula bastante nieve pese a que estamos en pleno agosto.

Bajar nos costará poco más de dos horas y media, perseguidos por la amenaza de lluvia, pero ahora, mientras comemos algo en la soledad de la montaña, muestro a mi hijo la ruta que lleva hasta la cima de los Infiernos, primero por un pronunciado barranco y, after, por la aérea cresta que se recorta en el horizonte. Y mientras pronuncio su nombre, los Infiernos, no me queda duda de que la geografía de las palabras está desplegando, como antes en la mía, toda su magia en su fértil imaginación infantil.

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Comments (2)

  • Daniel Landa

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    Ay el eco de las palabrasTe regalo una nueva palabra, Ricardo: Palawan, que suena a paraíso y a mar, a selva y a arena. Y desde allí te escribo. Qué gran post! Qué bueno que venga una generación nueva a punto ya de desplegar los mapas.

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  • Ricardo Coarasa

    |

    Palawan. Apuntada queda en mi geografía de las palabsa. And yes, sabe a mar y arena, a selva y paraíso. ¡Mucha suerte por el Pacífico!

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