Por la senda del Big Sur

For: Javier Brandoli (text and photos)
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De Los Ángeles a San Francisco sólo debe haber un camino: el Big Sur. Su nombre evoca ruta pendiente o ruta tachada. Siempre hay en todos los países algunos senderos que tienen algo de legendarios, éste es uno de ellos. By the sea, al límite de un precipicio, el Pacífico queda a un lado y al otro la montaña. Y se avanza, sin opción de hacer otra cosa, como si el agua y la tierra hubieran decidido dejarse partir.

Desde la ciudad de Holywood el comienzo del Big Sur, Highway One, se marca, consumer tastes, en diferentes puntos: Santa Bárbara, San Simeón o, even, San Luis Obispo. Nosotros empezamos en Santa Bárbara desde donde optamos hacer la carretera 101 de Interior, en vez de ir por la costa, hasta llegar a Pismo Beach donde paramos a dormir en un apartahotel.

A las afueras de Pismo hay un enrome arenal en cuya playa descansan gaviotas, vivos y muertos. La tranquilidad la da el inmenso espacio. En los alrededores hay zonas de acantilados y sus noches, en su temporada estival, cuando el pueblo está lleno hasta los topes, tienen un alboroto que comienza en las heladerías a las seis de la tarde y acaba en los restaurantes más locos a las 10 de la noche.

A las afueras de Pismo hay un enrome arenal en cuya playa descansan gaviotas, vivos y muertos

A la mañana siguiente decidimos partir temprano camino de El Carmel. Pasamos por delante de esa excentricidad que es el Hearts Castle, la locura que mandó construir el magnate de la prensa Wlliam Randolph Hearst en cuya vida se basó esa obra maestra del cine llamada Ciudadano Kane. La mansión se levantó entre 1919 and 1947 y varias películas se han grabado en esta antigüedad gringa de 80 years.

Not far from there, en la playa de Piedras Blancas, pasado San Simeón, uno tropieza con el maravilloso espectáculo de la colonia de elefantes marinos. Hay un view point bien señalizado en la carretera que en el fondo da igual porque el tamaño de los mamíferos hace que no pasen desapercibidos. Hay decenas tumbados en la arena, saliendo de las aguas, peleando por un trozo de playa o por una hembra. La escena te atrapa. Contemplar su gigante deformidad es hoy un milagro. Man, late nineteenth century, hizo que del elefante marino del norte quedarán sólo 100 copies. Un eficaz programa de protección lo ha traído a nuestros días.

La escena te atrapa. Contemplar su gigante deformidad es hoy un milagro

A partir de ahí la carretera se convierte en una sucesión de curvas, cuestas, acantilados y playas. Las aguas son azules y las laderas verdes y una repentina niebla nos fue rodeando apagando tonos y mostrando sombras. The Lucia Lodge, en la cima de un acantilado, es una parada fabulosa para los que vayan con tiempo y quieran dormir sobre una postal. Hay en todo caso multitud de paradas en esta ruta escénica que desemboca en el perfecto Carmel.

De Carmel by the Sea, decir que es un pueblo perfecto, de pinares ordenados que llegan al mar, galerías de arte y buenos restaurantes. La localidad de la que fuera alcalde Clint Eastwood no tiene ningún defecto aparente que no sea el reto de pagar las cuentas. La dueña de nuestra Guest House sonreía igual para decirte que sí que parece decirte que no, cualidad que siempre me sorprende de los anglosajones. La gente se saludaba al cruzarse en las calles y los jardines de las casas eran milimétricamente ordenados. Era todo tan idílico que me pareció un sitio aburridísimo y previsible del que nada más llegar ya me quería ir.

La dueña de nuestra Guest House sonreía igual para decirte que sí que parece decirte que no

Fuimos por la tarde a Monterey, cuyo puerto de bares y restaurantes me resultó más simpático, y en cuyos muelles se agolpan cientos de leones marinos y nutrias de mar en el muelle de los pescadores. Las aguas, in any case, son para mí especialmente bellas cuando uno le coloca algunos barcos pesqueros marchándose al océano mar.

A la mañana siguiente teníamos una larga ruta de 350 kilómetros hasta el Parque de Yosemite. Llegamos sobre las 11:30 de la mañana y a las 12 en punto estábamos metidos en un atasco descomunal entre miles de coches que visitaban el parque. La gente lo mata todo, y la escena llegó a hacernos pensar en huir. Luckily, decidimos aguantar y nos fuimos a ver algunas secuoyas gigantes y regresamos a lo que se llama el Valle cerca de atardecer.

Nada se escuchaba que no fuera el quehacer del agua entre las piedras

Y sin gente, o sin tanta gente, el mundo es otra cosa. Nos fuimos al río y nos dimos uno de esos baños especiales que no se olvidan. En medio del Valle, entre unas aguas frías y empedradas, contemplando esas inmensas rocas de granito que son El Capitán o el Half Dome. Nada se escuchaba que no fuera el quehacer del agua entre las piedras hasta que el sol fue mordido entre los picos de las montañas.

Entonces nos fuimos a nuestra tienda de campaña del parque, una hilera de grandes tiendas con cama y sin baño que están bastante bien, y volvimos por la noche a las aguas de aquel río. We lie, vimos el cielo oscuro y blanco, y el mundo calló como calla en medio de la naturaleza, a plomo.

 

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