Desde la localidad noruega de Andenes, en el archipiélago de Vesteralen, al norte del Círculo Polar, parten los barcos que cada día siguen el rastro de los grandes cetáceos
Las fotos, 時々, huyen de ti, pero en ocasiones te tropiezas con ellas como sin querer en el momento más inesperado. Eso lo que nos sucedió a nosotros esa fría mañana de marzo en la madrileña sierra de la Cabrera.
Mucho me temo que el turismo actual haya dejado de interesarse por el mundo “de verdad” y le atraiga tan sólo aquello que tenga el máximo parecido con lo visitado anteriormente –o comido, o bebido…–.
Nuestro destino es el Anie (2.504 メートル), una pirámide de roca inconfundible en el paisaje de esta región pirenaica francesa, pero la primera silueta que llama nuestra atención es la presencia hegemónica del pico Billare.
Si sólo se dispone de un día mi consejo es empezar por el castillo para continuar descendiendo después la colina en dirección al palacio de los duques de Braganza y al casco histórico, dejando para el final el Monte de Penha.
Lo primero que hice nada más poner un pie en Estocolmo, 後に 18 horas metido en un ferry desde Helsinki, fue caminar. Allí estábamos arrastrando las maletas por Stadsgärdshamnen, saboreando esa placentera sensación de saberse un extraño, coqueteando con el desconcierto de andar a tientas una ciudad por descubrir.