ラゴムブロ: 小さな期待の報酬

で: リカルドCoarasa (テキストと写真)
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Apurábamos nuestros últimos días en Uganda tras un apasionante viaje por el interior del país. El parque nacional del lago Mburo era la última parada antes de llegar a カンパラ, 資本. Este parque, uno de los más pequeños del país, pasa por ser el paraíso de los antílopes. ムブロは、ナイル川の源からルウェンゾリの神秘的な山々まで私たちを連れて行った旅の細かい活字でした, 五大湖から最後のマウンテンゴリラの巣まで. しかし, 時々, 細字に注意してください. Mburo resultó ser toda una sorpresa en la recámara. Casi en el descuento, Uganda nos regaló unas jornadas asombrosas por inesperadas.

Sanga abandonamos la carretera que lleva a Kampala, de la que nos separan casi cinco horas de coche, para desviarnos hacia el lago Mburo a través de la característica sabana de matorrales y acacias en la que sobresalen los hornos circulares de barro, de más de metro y medio de altura, que la gente local utiliza para cocinar las tilapias. Nos cruzamos de vez en cuando con motocicletas siempre sobrecargadas: una con cuatro ocupantes, otra con tres y una bicicleta cruzada

Casi en el descuento, Uganda nos regaló unas jornadas asombrosas por inesperadas

El poco entusiasmo que parece despertar este parque entre los turistas (no en balde es uno de los menos visitados) tiene mucho que ver con la imposibilidad de encontrar en sus dominios a los «big five», puesto que no hay elefantes y los leones (abatidos hasta su extinción por la caza furtiva a finales de los años 70 y reintroducidos posteriormente) son muy escasos, lo mismo que los leopardos. Este último dato no hacía sino enfriar nuestro entusiasmo, pues Javier, mi compañero de viaje, arrastraba la pequeña frustración (sobre la que bromeábamos a menudo) de que tras siete meses viviendo en África, y después de recorrer unos cuantos parques naturales, no había tenido aún la suerte de ver uno. «Aquí tampoco», debió rumiar nada más llegar al Arcadia Cottages, las cabañas de madera en las que nos alojábamos en la orilla este del lago, en la zona de Rwonyo.

Pero resulta que Mburo es, また、, un paraíso para las aves, de las que se cuentan más de 300 especies y, como a medida que se van saciando las ansias de ver depredadores se acrecienta el interés por los pájaros, a media tarde nos embarcamos en un «boat trip» para recorrer el Mburo, con la inconfesable esperanza de sorprender a algún leopardo bebiendo en la orilla. 前, nos tomamos unas cervezas en un chiringuito de la ribera mientras, a 200 metros de nosotros, resoplaban en el agua tres hipopótamos.

Nos embarcamos en un «boat trip» para recorrer el lago con la inconfesable esperanza de sorprender a algún leopardo

El cielo se iba oscureciendo sobre nuestras cabezas y presagiaba lluvia, pero las nubes respetaron nuestra singladura, en la que coleccionamos águilas pescadoras, カバ, martines pescadores y unas cuantas aves que precisaban de mayores conocimientos para su identificación. «¿No hay pueblos en España? -se preguntó el guía extrañado al intercambiar unas palabras con nosotros-, todo el mundo que viene de vuestro país es de Madrid o Barcelona…». Cuando el barco se acercaba a la orilla y se detenía frente a una lengua de arena rodeada de vegetación conteníamos la respiración y fantaseábamos con el leopardo que surgiría sediento de los matorrales camino de la orilla. Casi lo podíamos oler. La sugestión, しかしながら, no obró el milagro.

Nada más llegar a las cabañas empieza a llover con estrépito. Ya ha anochecido cuando camino hacia la cabaña principal al reclamo de la cena. Un hipopótamo ramonea a sólo unos metros y a mi paso decenas de impalas huyen del haz de la linterna. En África nada es como imaginas. Incluso tengo un lapsus de desconcierto cuando pierdo el sendero durante unos metros. Cuando regresamos de cenar, los impalas siguen ahí, paralizados. Sus ojos brillan en la oscuridad como diminutas bombillas led. Sólo cuando Javier da un enérgico pisotón salen corriendo. Caminando los escasos metros que separan nuestras cabañas no puedo dejar de pensar en el hipopótamo solitario.

Caminamos de noche hacia las cabañas rodeados de decenas de impalas. En África nada es como imaginas

次の日, a las seis de la mañana ya estamos en pie. Frente a un claro rodeado de acacias, a la vista de un cráneo de búfalo en descomposición, un águila levanta el vuelo mientras se escuchan con nitidez los hoscos resoplidos de los hipopótamos, que se confunden con los trinos de los pájaros. Los impalas asoman tímidamente entre los arbustos y las nubes de algodón embellecen el intenso cielo. それは魔法の瞬間だ, una despedida anticipada de la sabana.

Cuentan los ugandeses que hace cientos de años el lago Mburo era una seca extensión de cultivos en la que trabajaban como agricultores dos hermanos, Kigarama y Mburo. El primero soñó un día que la zona se inundaría, por lo que deberían huir a las colinas para salvar la vida, pero su hermano pequeño no le hizo caso. Unos días después, el valle quedó inundado por las lluvias. Kigarama se había refugiado en las montañas, しかし、 Mburo no hizo caso y pereció ahogado, dando nombre al nuevo lago. 多分, 私は, el espíritu de Mburo nos ayudara a ver al leopardo en la prórroga

Huérfano de cualquier emotividad, el conductor pronunció la palabra ansiada señalando unos matorrales cercanos: «Leopard»

そしてそれはあった. Nada más empezar a recorrer el lakeside track, ノルベルト, nuestro conductor de ゴリラツアー, se detuvo en seco y con un hilo de voz casi imperceptible, huérfano de cualquier emotividad (nuestra emoción, 彼のために, era rutina), pronunció la palabra ansiada señalando unos matorrales cercanos: «Leopard».

Nunca le hubiésemos creído, pero el leopardo decidió cruzar la carretera a unos metros de nosotros, con paso displicente y despreocupado. ザビエル, conteniendo la emoción, pudo fotografiar bien a su primer leopardo, ése que nunca se olvida, como el primer león o el primer elefante. El felino había esperado hasta el final para despedirle de África, pues regresaba a España dentro de unos días. Nos reconciliamos inmediatamente con Mburo y su espectacular sabana nos pareció, も, más espectacular. Era la venganza de la letra pequeña, 小さな期待の報酬.

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