Nueva York desde las alturas

で: リカルドCoarasa (テキストと写真)
前の画像
次の画像

情報の見出し

情報コンテンツ

Pasear por マンハッタン por primera vez es arriesgarse a sufrir en cualquier momento una contractura cervical. La mirada se pierde en las últimas ventanas de los rascacielos, 小さな, tan pequeñas como tú ahí abajo, casi rozando el cielo, que en Nueva York empieza muy arriba, como si la línea del horizonte se hubiera desplazado para dejar sitio a los edificios sin final. Las vértebras se retuercen hacia atrás y tú puedes escuchar, con la nitidez de un reloj al que estuvieses dando cuerda, el sonido de las visagras mientras la cabeza cuelga sobre tu espalda desafiando casi a la gravedad.

A medida que perfeccionas la postura y coordinas los movimientos, puedes incluso seguir caminando sin dejar de saltar de azotea en azotea, recreándote en cada fachada, disfrutando de cada neón, sintiendo que, 実際, caminas con los ojos sobre el cielo, que cada vez empieza más arriba, y no sobre las aceras donde se escuchan los pasos de los peatones y sientes el calor del vaho que resoplan las alcantarillas.

実際に, por Manhattan caminas con los ojos sobre el cielo, que cada vez empieza más arriba

A ニューヨーク州 se la admira desde abajo, pero sólo se la entiende mirándola por encima del hombro, devolviéndole su arrogancia, sobreponiéndote a sus infinitos trazos verticales, a sus gigantes de cristal y hormigón que parecen dispuestos a cerrarse en cualquier momento sobre ti con la furia del mar Rojo bíblico. 35 West 33rd Street. Es la dirección del apartamento que he alquilado por internet a Suzanne, una publicista neoyorquina que se embolsará 1.700 dólares por prestarnos diez días su hogar.

Estamos en pleno corazón de Manhattan y nuestro moderno edificio es, どのようにしない, un rascacielos de 36 ストーリー, The Magellan, que escolta al coloso entre colosos: ザ エンパイア·ステート·ビルディング. Tenemos gimnasio, internet point y una terraza deslumbrante, pero en el ascensor hay un botón al que resulta imposible resistirse. «Roof top». Todavía no sé que la ciudad cobra otro sentido desde las alturas, que es obligado someterla emocionalmente llegando más arriba que ella, desarmándola a vista de pájaro para desnudarla como un pentagrama al que se le caen, 一つずつ, todas las notas. Sólo es la curiosidad de disfrutar de una perspectiva diferente lo que nos lleva hasta la azotea. 多分, また、, la necesidad que tienes al llegar a los sitios de darte un empacho de hiperrealidad para cerciorarte de que, 今私は, por fin estás ahí.

Es obligado someter a la ciudad emocionalmente llegando más arriba que ella, desarmándola a vista de pájaro

Existe un Nueva York horizontal. Ahora lo tenemos a nuestros pies, como una baraja de naipes desparramada sobre la mesa o un extenso mecano al que le acabasen de montar la última pieza. Se escuchan exclamaciones de admiración, aunque predomina el silencio mientras cada uno persigue perspectivas, fachadas infinitas y horizontes de papel que esta vez sí son reales. Y la sensación, 真実, 言葉で表せないほどです。. Por unos segundos, te sientes parte de esta ciudad abrumadora que te enamora a primera vista o te horroriza nada más sentirte minúsculo en su regazo.

Pero una sombra que parece un eclipse obliga al cuello a retranquearse, esfumando el espejismo y recordándote dónde estas. ザ 106 pisos del Empire crecen a medida que vas subiendo plantas con la mirada, mientras las vértebras traquetean con la angustia de un viejo funicular. Hay que subir hasta allá arriba para percibir el alma de la ciudad, para intentarlo al menos. La cúpula Art Deco del edificio Chrysler centellea con el sol como una deidad maya encaramada a su pirámide. Macy´s parece una casita del monopoly y dan ganas de mover con el dedo a los taxis amarillos para que avancen más rápido, ayudándoles a sortear el cruce de la Sexta con Broadway.

Tenemos a Nueva York a nuestros pies, como una baraja de naipes desparramada sobre la mesa

Si mirando al cielo Manhattan no parece tener fin, desde aquí sí se aprecian hasta sus confines meridionales, en la confluencia de los ríos Hudson y East River, en el mismo Battery Park desde donde salen los barcos rumbo a la Estatua de la Libertad. Dan ganas de hacer muchas cosas y hacerlas rápido, con esa sensación de apremio que te persigue cuando quieres engullirte de un bocado una ciudad nueva, aun a riesgo de que la digestión sea lenta y pesada. Pero hay que subir al Empire.

En los días siguientes, seguiremos buscando las alturas subiendo a la 自由の女神 o cenando en el Marriot, el restaurante giratorio situado en el epicentro de タイムズ·スクエア, aunque el plato fuerte se hará esperar porque las colas a las puertas del edificio nos desaniman un día tras otro. Finalmente decidimos madrugar. El ascensor marca los pisos de diez en diez, aunque la sensación de vértigo es nula, por lo que la sucesión de las decenas en la pantalla digital parece una broma pesada. Cuando quieres darte cuenta, ya estás en la planta 80. El segundo tramo, hasta el piso 86, se sube en otro ascensor.

Ahora que puedes abarcarla con tus brazos, Nueva York cobra otro sentido y hasta se le disculpa el desdén de las alturas

A 320 metros del suelo, Nueva York parece un león al que le hubiesen cortado la melena, inofensivo pese a lucha de gigantes. Toda la terraza del Empire está vallada, para evitar quizá que a algún merluzo se le ocurra emular a King Kong. «Hay gente pa to», que diría «El Gallo». Si no fuera por los pelotones de turistas vocingleros, esta azotea sería un imán de serenidad, un epicentro de energías favorables en el que ver deslizarse el día hacia el ocaso.

まだ, hay que intentar abstraerse y aprender a ver la ciudad sin vértigo, sin el vaivén de los rascacielos que te diluyen hasta convertirte en otro insignificante turista con la boca abierta y un cuello en continuo peligro de desguace. Y es entonces, ahora que sientes que puedes abarcarla con tus brazos, cuando Nueva York cobra otro sentido y hasta se le disculpa el desdén de las alturas. Y es entonces, sólo entonces, cuando hasta el vaho de sus alcantarillas parece un perfume.

  • シェア

コメント (1)

コメントを書く