La ascensión al Jebel Toubkal

Por: Nacho Melero (texto y fotos)
Previous Image
Next Image

info heading

info content

El legendario Atlas discurre desde Túnez con rumbo sudoeste hasta Agadir y separa las fértiles tierras septentrionales del más grande y abrasador desierto que existe. Son la antesala del Sáhara. Imagínate en un avión comercial a unos 11.000 metros de altura, con la cara pegada a la ventanilla y la mirada pérdida en cualquier punto del inmenso paisaje que hay bajo tus pies, para ver cómo esas montañas son la frontera oblicua entre lo verdoso y lo amarillento. Si la imaginación no es lo tuyo, pon en google «mapamundi satélite» y verás de lo que te hablo.

Con algún que otro calambre además de con dos grandes amigos, pisé el último metro de su cima más alta, «El Jebel Toubkal». Un Parque Nacional protege sus 4.167 metros de altura, y un diminuto pueblo llamado Imlil vigila a quiénes transitan por sus faldas en busca de la conquista.

Este artículo pretende ofrecer un planazo, no muy caro, de más o menos 5 ó 6 días.

Entre Madrid y Marrakech hay una hora y media de vuelo, y cuando desembarcas y observas la diferencia, jamás pensarías que estas a tan poca distancia.

Muchos piensan que desde España al lugar exótico más cercano al menos debes volar cuatro horas. Eso puede ser cierto en algunos casos, pero nunca en el de Marruecos. Entre Madrid y Marrakech hay una hora y media de vuelo, y cuando desembarcas y observas la diferencia que hay entre la capital de España y el lugar en el que estás, jamás pensarías que estas a tan poca distancia. ¡Un mal atasco en la carretera de La Coruña (N-VI) en hora punta y con accidente, y estás en otro mundo!

La ciudad nos recibió con sus incontables papeles y restos tirados por cualquier lugar de la calle, sus olores penetrantes, sus destartalados puestos de venta ambulante y la siempre curiosa y oportunista mirada de sus habitantes. Desde la estación central tomamos un transporte público que saldría rumbo a Imlil sólo cuando estuviera lleno de viajeros, ya fueran turistas o locales.

Sesenta y tres kilómetros separan la famosa capital del desconocido pueblo, y aunque los primeros  los recorres a lo largo de unas carreteras bien pavimentadas, conforme las montañas se acercan majestuosas, el camino se hace más tortuoso y lento. Algunos locales se bajaban en lo que opiné era la mitad de la nada, pero está claro que lo que un ser humano puede llegar a asumir como «hogar» es del todo inescrutable.

Imlil está en cuesta y no hay carretera más allá. Es la puerta de entrada al «trekking» que te llevará a la cima del Toubkal, y a sus vecinos, ignoro su gentilicio, ya no les abruman ni los turistas, ni sus sofisticados equipamientos.

Está claro que lo que un ser humano puede llegar a asumir como «hogar» es del todo inescrutable.

El ascenso lo hicimos en el mes de septiembre. ¡Ojo! si retrasas el viaje para los meses de invierno deberíais saber que en su cima esperan las nieves y hielos propios de los más de 4.000 metros que tiene. ¡Era mi primer cuatromil! y una poderosa emoción me recorría todo el cuerpo.

La excursión empieza suave hasta un minúsculo pueblo llamado Aroumd. A partir de ahí, cruzas una enorme lengua de rocas grisáceas hasta llegar al camino que anuncia la entrada al Parque y en el que comienza la subida por el Valle Isougouane. Hasta entonces iba muy animado, pero no sabía que desde ese punto hasta el refugio de piedra que hay a 3.207 metros, me quedaban unas 5 horas de sufrimiento salvando un fuerte desnivel.

Confieso que por mi inexperiencia en alta montaña y porque aquel viaje a Marruecos nos llevaría unas semanas, llevaba una mochila de más de 10 kilos de peso, y eso en estos casos es pecado mortal. Si además niegas la ayuda de cualquier porteador con su mula, para así mostrar tu «honrilla» a los amigotes por el hecho de decir que lo que traje hasta aquí, lo subo yo, aprendes, de manera irremediable, a hacer una más ligera para la próxima ocasión. Goya habría dicho que «la letra con sangre entra», famoso cuadro donde los haya.

El color verde que tiene el valle se va tiñiendo de gris y amarillo conforme ganas un poco de altura. Las rocas marrones y rojizas defienden su legado mientras poco a poco te adentras en la cordillera.

El color verde que tiene el valle se va tiñiendo de gris y amarillo conforme ganas un poco de altura. Las rocas marrones y rojizas defienden su legado mientras poco a poco te adentras en la cordillera. Los dolores musculares te lo van recordando. Llegué exhausto al refugio. El sobrepeso y la pendiente casi pudieron conmigo, pero aún tuve la frescura suficiente para sentirme un «pringao» cuando al entrar en aquella cálida morada encontré un enorme grupo de montañeros europeos, jubilados, y frescos como lechugas.

Mi inseparable amigo Charli me dijo: «parece que siempre la juventud es sinónimo de fortaleza, pero la montaña en absoluto respeta esa norma». Jamás olvidaré la aspirina que me tomé para aliviar el dolor de cabeza que tenía, ni el caldo de verduras y carne, no de cerdo, que las cocineras del comodísimo albergue nos prepararon a todos los que estábamos allí.

Antes de ir al cuarto de literas dispuesto a protegerme con unos buenos tapones de los ronquidos de los demás excursionistas, salí muy abrigado de aquel cubil dispuesto a observar el cielo. Se elevaba como la más grande de las bóvedas jamás construidas. En sus frescos estaban dibujados Casiopea y la Osa Mayor, el cinturón del cazador Orión, la más brillante Sirio y una nube blanquecina que abrazaba a millones de puntos blancos tintineantes. Mi amigo Yacob, gran amante de la astronomía, me explicó que aquella era la «Milky Way». Sí, la Vía Láctea, esa galaxia que alberga a nuestro planeta. Un profundo sueño me invadió aquella noche, no sé qué soñé, no lo recuerdo, pero seguro que fue algo reparador.

Al tocar el vértice geodésico, ese hito que te marca justo el punto más alto, te sientes libre, feliz, y realizado.

Al día siguiente volví a ser pura energía y devoción. Estaba a un paso de conquistar una gran cumbre. Aquel ímpetu además se veía reforzado por el hecho de que dejamos las pesadas mochilas en aquel edificio para hacer el último ascenso a buen ritmo. Era primera hora de la mañana y hacía el frío necesario para espabilar a cualquier mente dormida. Mi explosividad hizo que me equivocara a la hora de coger un atajo, anduve el doble, pero eso me daba igual ya que el objetivo estaba cerca.

A esas alturas una carrera repentina aunque suave puede costarte una buena jaqueca. Lo aprendí in situ. Pero ningún mal queda cuando llegas allá arriba. Es como aprobar el examen duro de la carrera, ya que al tocar el vértice geodésico, ese hito que te marca justo el punto más alto, te sientes libre, feliz, y realizado.

Por los tiempos que corren pensé que era buena idea hablar de libertad, felicidad y autorrealización, y si pensabas en una escapada de cinco o seis días, no muy cara, pero sí algo «costosa», no olvides que una buena posibilidad puede ser hollar la cima de la frontera oblicua que al Norte de África separa lo verdoso de lo amarillento.

 

 

 

 

  • Share

Comentarios (4)

  • Ines Julia Paradis

    |

    Nacho, bonita descripción de un lugar recóndito del Atlas, durillo verdad subir a un 4.000? pero el esfuerzo de culminar una cima es una de las sensaciones mas maravillosas que existen, a pesar del agotamiento.
    Como siempre me ha encantado, es un placer leer tus artículos.
    Ines

    Contestar

  • Liana Esclapez

    |

    Hola Nacho, hoy tuve el placer de volar con tu fantástico padre, un señor donde los haya, hablando y conociéndonos durante el día me animó a que siguiera tus aventuras, y estaba en lo cierto, me ha encantado y he disfrutado con cada uno de tus artículos. Esperare a tu próximo viaje para descubrir a través de ti lugares únicos del planeta.

    Un saludo desde Barcelona, Liana

    Contestar

  • Juliana Leal

    |

    Nacho, genial como lo cuentas, me entran ganas de ver la Osa Mayor desde allí!!!!

    Contestar

  • Nacho, el autor

    |

    Gracias Inés. El único secreto en la montaña es la mente y la capacidad que tenga uno de calmar ese ansia que tiene por descansar. Lo demás es dejarte llevar por la maravilla que siempre te muestra.
    Gracias Liana, decirte que en VaP buscamos inspirar a la gente a viajar así que sería un éxito que los disfrutes a través del equipo que hacemos posible esta página.
    Ju… tú sí que eres una GRAN ESTRELLA!
    BESOS ENORMES A LAS TRES, y GRACIAS.

    Contestar

Escribe un comentario