La carretera

Por: Daniel Landa

Ahí está, provocando mi instinto con sus curvas. Me invita a ir, a escapar de aquí, a perderme en ella. Ahí sigue, apuntando al horizonte, reservando el final del camino al audaz que se aventure a escrutar lo que se encuentra más allá. Ahí espera: la carretera.

Sólo hay una carretera que conecta al mundo, es la misma en todas partes. Desde Alcobendas se puede alcanzar Mongolia. Desde Irak, llegar a Mozambique y desde Alaska, uno puede conducir hasta Bolivia. Los más meticulosos me corregirán diciendo que hay mares y océanos interponiéndose a un planeta asfaltado, pero más allá de los barcos, el mundo se puede pasear por las sendas del hombre.

No lo puedo evitar, veo una carretera y voy un poco más allá y me salgo del mapa, así, por curiosidad, y entonces bajo las ventanillas del coche y huelo a un verano que no es el mío y sigo un poco más, por ver si hablan mi lengua al otro lado de la frontera. La aventura adopta la forma de una carretera que se convierte en camino de piedra o en hielo, allá en los confines de Rusia. La carretera se vuelve arena en Namibia y ripios al sur de Argentina. El camino es la tierra y es la emoción que te lleva tal lejos como hayas imaginado.

Me gusta viajar. Y prefiero saciar mi hambre a ras de suelo, mirar a los hombres a la cara, buscar sensaciones nuevas, viajar por viajar, no por haber viajado.

Me dejo seducir por esas líneas que atraviesan paisajes y ruidos de ciudad. Son la sangre del viajero, lo que da vida al que anda buscando y confunde al que ya estaba perdido. Me atraen los caminos que no van a ningún sitio, pues mi lugar a veces es el propio camino. No me gusta conducir. Me gusta viajar. Y prefiero saciar mi hambre a ras de suelo, mirar a los hombres a la cara, buscar sensaciones nuevas, viajar por viajar, no por haber viajado. Al fin y al cabo viajar es la mejor forma de perderse en ese laberinto que llamamos vida.

¿Cuántos kilómetros hacemos al año? ¿Y qué lugares nuevos descubrimos? Apaguemos de una vez el GPS. ¿Qué tal si inventamos rutas? Propongo conducir en línea recta, no desandar trayectos. Seguir, siempre adelante, adonde sea. ¿Quién se viene? No vale mirar atrás, ni planificar la siguiente parada. Déjalo todo, ahora, ya. Coge tus cosas, sube a mi coche, nos vamos, no hay retorno. ¿Quién sabe? Tal vez demos la vuelta al mundo…

Ahí está, otra vez, esperándome. Me quito el reloj. Miro al horizonte. Arranco…

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Comentarios (5)

  • Israel

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    Daniel se te va a salir el corazón en una de las curvas que imaginas!!. Es dificil encontrar ya gente capaz de emocionarse y emocionar así.
    Sólo unos pocos locos…
    P.D.: Un saludo y gracias por e-mocionarnos.

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  • Rosa

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    Yo me voy contigo, desempeño la tarea que haga falta: enfermera, cocinera, conductora, maletera… Mecánica no, pero tendré el destornillador a mano cuando te haga falta.

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  • Ricardo

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    Sensacional Dani. Suscribo esas emociones de principio a fin. La carretera siempre es vida. A mi los aviones siempre me han parecido una forma rápida de acercarme a carreteras desconocidas, el ripio patagónico, los caminos silenciosos del Tíbet o las ruidosas autopistas de Norteamérica, caminos de vida al fin y al cabo. Nunca me canso de mirar los arcenes. Ah, y a mí tampoco me gusta conducir.

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  • Paula

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    Una tentación conducir en línea recta y siempre adelante.., lo he pensado infinidad de veces… espero atreverme algún día 😉
    p.d.:me encanta la web y por supuesto, fan de un mundo aparte y tus artículos 😛

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  • silvia

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    muy buenos videos …le hacen a uno volar e maginar muchas cosas felicitaciones ..

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