Lebolo: la «compra» de una mujer

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A Claudio las primeras urgencias del amor le salieron caras. La familia de su mujer le pilló en 2009 “en proceso de enamoramiento” con la joven (en palabras de él) y tuvo que pagar una multa de 2.500 meticais (cerca de 80 euros) por lo que en términos legales se considera “uso y disfrute” de la propiedad ajena. Ella estaba embarazada. La propiedad en este caso es la hija y el pagador el futuro yerno que con este desembolso se compromete a hacer un segundo y más importante pago llamado “Lebolo” (petición de mano). Dicho de forma práctica, la “compra” de una mujer y de los hijos por parte de un hombre.

La familia de su mujer le pilló en 2009 “en proceso de enamoramiento” con la joven y tuvo que pagar una multa de 2.500 meticais

Tras la multa, “pude llevar a mi mujer a vivir conmigo y la familia de ella me hizo una lista de Lebolo”. Una lista en la que los padres de ella piden una compensación por la marcha de su hija y que queda en débito. Hasta que no se salda esa deuda ella y sus hijos son propiedad de sus padres y si ella quiere dejar el hogar conyugal puede hacerlo.

Claudio ha estado ahorrando cada mes un poco hasta que casi tres años después ha juntado el suficiente dinero para saldar su deuda. ¿Qué te pidieron? le pregunto, y el hombre que lleva meses llenando la hucha me suelta de carrerilla lo que ha pagado: “Compré un cabrito, un traje con zapatos y corbata para el padre, un traje con zapatillas deportivas para la madre, una caja de refrescos, una caja de cervezas, cinco litros de vino, dos litros de Nipa (aguardiente local), 5 paquetes de tabaco de liar, 500 meticais (15 euros) y el transporte de seis invitados (70 meticais por persona)”. Eso es lo que le ha costado a Claudio ser “dueño” de su familia.

Nuestros padres y abuelos pagaron 1 meticai en el lebolo”

“En Vilanculos la tradición dice que son 500 meticais, pero en Quelimane, que es de donde yo vengo, son 300”, me explica Cidalia. Y eso que la inflación está alterando mucho los precios. “Nuestros padres y abuelos pagaron 1 meticai en el lebolo”, cuenta Ana Paula. Todo depende de lo que pida la familia de ella, no hay ninguna regla fija. Luego vendría el casamiento, que si se hace según la tradición africana, es una fiesta casi imposible para todas las personas humildes. “Uno tiene que avisar a toda la familia. Se avisa con al menos dos años de antelación para que vengan todos los invitados y hay que ahorrar mucho dinero. Hay que matar un buey, comprar mucho vino, mucha comida, puede costar 100.000 meticais”, dice Cidalia. Eso significa el salario de casi tres años de muchas personas.

Ahí también los tiempos están cambiando y las tradiciones se mezclan con la practicidad de la aldea global. “En las grandes urbes como Maputo hay parejas que se casan yendo al registro civil, firmando los papeles y haciendo una comida íntima en casa”. Es en el campo, en las zonas donde se conserva la más pura tradición, donde una boda debe conservar las arraigadas costumbres que demuestran que África se rige más por la costumbre que por el Código Civil.

Podría explicar la costumbre de las bodas españolas en la que los invitados cortan los calzoncillos del novio

Es complicado a veces escribir de este lugar sin caer en juicios y prejuicios. Las diferencias culturales son en ocasiones enormes. Sólo puedo decir que ninguna de las personas con las que hablé del Lebolo, y son más de las que aparecen en este texto, hizo una sola queja o le pareció extraña una tradición en la que se compra la propiedad de una mujer y de unos hijos. Probablemente parece más brusco de lo que es, aunque así es como me fue explicado.

He hecho varios artículos que llamé “El Macondo africano” por ligar el concepto al realismo mágico que aquí acontece. En ellos narro situaciones o relatos sorprendentes que me ocurren en Mozambique. Luego, por momentos, pienso en el blog de un mozambiqueño que llega a España y lo titulara “El Macondo europeo”. En él podría hablar de una fiesta en España en la que miles de personas se abalanzan sobre una verja de noche, de la que sale una diosa sobre una tarima que cargan muchos hombres y a la que acercan a niños que vuelan por las cabezas de la gente para que sean bendecidos por esa diosa de cerámica; o podría hablar de otra fiesta en la que miles de personas corren, muchas borrachas, delante de una manada de toros salvajes que va dejando heridos y en alguna ocasión muertos, o podría explicar la costumbre de las bodas españolas en la que los invitados cortan los calzoncillos del novio, lo queman un poco y lo trocean para ser vendido entre los invitados junto a la también troceada liga de la novia (este post le daría muchas visitas si pone un video del baile de Paquito Chocolatero de todos los invitados ya en estado etílico). Supongo que Macondo es sólo una barrera desde la que contemplar a los extraños otros.

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Comentarios (10)

  • Ana

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    Si le piden a mi padre mi mano aporta, incluso, un kilo de gambas… Hasta hace no mucho aquí había dote entre las clases más pudientes…

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  • Daniel Landa

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    «Supongo que Macondo es sólo una barrera desde la que contemplar a los extraños otros.» ¿Por eso viajamos?

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  • Juan Antonio Portillo

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    Esa es la riqueza de todos los macondos, Javier. La cultura y costumbres arraigadas desde tiempos inmemoriales que perduran aún hoy en día. ¿ Por qué en pleno siglo XXI perduran?…. ¿será porque les funciona? Creo que hay mucho que aprender y valorar de culturas y costumbres ancestrales que enjuiciamos por nuestra ignorancia superdotada de «conocimientos». Gracias por mostrarnos parte de esas costumbres, Javier. Un abrazo

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  • Javier Brandoli

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    Por eso viajamos Dani, por el Macondo que siempre hay ahí fuera a los ojos de nosotros. Y sí Ana, como en casi todo, tampoco estamos tan lejos en el fondo.

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  • Maló

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    E «los ratos», Javier? E «las mambas», Javier? Las olvidaste, hombre?…

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  • Javier Brandoli

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    Juan Antonio, gracias a ti por tu apoyo constante. Los comentarios salieron a la vez y no pude contestarte

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  • Javier Brandoli

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    Ratos?? Mambas?? Si en Mozambique no hay, me lo ha dicho CJ. Abrazo.

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  • Lydia Peiró

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    Desde luego, no solamente un mozambiqueño alucinaría con algunas de las costumbres que tienen algunos aquí.
    Hay mucha más cosas que creo que les sorprenderían, como por ejemplo contemplar cómo desfila un grupo de personas encapuchadas llevando sobre sus hombros unas esculturas, mientras son observadas por otros o si presenciaran la barbaridad del toro de la Vega, etc.

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