Madre de Dios: Los secretos de Manu

Por: Josep M. Palau (Texto y fotos)
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El chamán de la aldea de Santa Rosa de Huacaria me mandó el mensaje de que por fin podría recibirme. Antes le había sido imposible, ya que su anciana madre “se fue al río y se convirtió en pájaro”. Yo llevaba tres días esperando la señal en la granja Villa Carmen de Pillcopata, localidad peruana situada en la Zona Cultural de Selva del Manu, la estrecha franja de amortiguación que queda entre las áreas habitadas y la inmensa reserva virgen que circunda el río Madre de Dios, es decir, la antesala del Amazonas. El mensaje resultaba de lo más intrigante, de modo que a pesar de la lluvia torrencial que descargaba en aquel momento, nos apresuramos a montar en los caballos y enfilamos la senda que llevaba a Huacaria.

Por fin podría recibirme. Antes le había sido imposible, ya que su anciana madre “se fue al río y se convirtió en pájaro”.

La verdad es que lo de ir a caballo por la selva era una de las sorpresas que me había encontrado: nunca hubiera imaginado que aquel fuera un método de transporte efectivo en medio de la espesa vegetación. Eso sí, había que poner atención a las ramas, ya que el caballo medía la altura por la que pasaba él, sin tener en cuenta al jinete. Sin embargo, lo más inesperado era que aquel paraíso se encontrara a apenas doscientos kilómetros de la turística ciudad de Cusco y el Machu Picchu, una distancia discreta que sin embargo se cubre en 8 horas por una pista que se eleva hasta la puna y desciende luego hacia la niebla, donde se esconden los 2.000.000 de hectáreas que componen la Selva del Manu, un banco de riqueza biológica fuera de lo común donde aún habitan comunidades no contactadas, como los mashko-piro. El Manu ha preservado su integridad gracias a la creación de un parque en 1973, por sugerencia del naturalista Celestino Kalinowski.

2.000.000 de hectáreas componen la Selva del Manu, un banco de riqueza biológica fuera de lo común donde aún habitan comunidades no contactadas.

Los habitantes de Santa Rosa de Huacaria son de etnia machiguenga y huachapeare y ya llevan tiempo en contacto con la “civilización”. De hecho, sabía que el chamán Alberto Manqueriapa compaginaba su quehacer de guía espiritual con el de concejal en Pillcopata, donde coordinaba la canalización de agua potable hasta su aldea. En este sentido, Alberto simbolizaba la unión entre saber ancestral y modernidad, algo quedó claro en cuanto llegué a su choza. El semblante triste y las explicaciones desganadas me dieron a entender que su madre, sintiéndose muy mayor, se había acercado al río a la espera que de alguna fiera acabara con ella. Alternativamente, se había lanzado a la corriente. En la orilla había quedado su bastón cuando se transformó en ave.

“La selva no pide dinero a cambio de medicinas”, me dijo mientras yo miraba los arbustos y enredaderas que me iba señalando

Poco más tarde cruzábamos el mismo río para visitar el Jardín Jhochoko, nombre de otra ave, mítica, que enseñó a los hombres el uso de las plantas. “La selva no pide dinero a cambio de medicinas”, me dijo mientras yo miraba los arbustos y enredaderas que me iba señalando. Para mis ojos, aquel “jardín” no difería en nada del resto de la jungla. En cambio, Alberto distinguía la uña de gato rosa, que cura el cáncer, la cresta de gallo, que calma a las criaturas para que se alimenten bien, la hierba de arpía, que ayuda a localizar el animal que se quiere cazar… Explicaciones fascinantes, en las que se mezclaba el mundo real con el de los sueños.

Esta bebida alucinógena, compuesta de nueve plantas distintas, puede ayudar a ver el futuro

En lo más profundo, el chamán me indicó cual era la hierba jergón cuya textura recuerda la piel de cierta culebra venenosa y para la cual es remedio eficaz. Así sucedía con otras tantas hierbas del jardín que, como había indicado el griego Paracelso, llevaban una “señal” que permitía saber qué enfermedad curaban. Pero para el chamán Alberto, una de las más importantes era la Hierba Arcoiris, de hojas verdes listadas. “Sin ella, la ayahuasca, te puede”, advirtió con el rostro muy serio. Esta bebida alucinógena, compuesta de nueve plantas distintas, puede ayudar a ver el futuro – por ejemplo – con la ayuda de un guía. Todo depende de la mezcla y del estado nuestro espíritu. Cuando le pregunté si les daba Arcoiris a los extranjeros que iban hasta él para probar la ayahuasca y vivir una experiencia, me respondió entre risas: “¿Para qué? Tampoco van a entender”. Lo miré sorprendido, pensando que me tomaba el pelo. Pero entonces advertí que hablaba con alguien cuya madre sobrevolaba nuestras cabezas en aquel instante.

 

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Comentarios (7)

  • Javier Brandoli

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    «El chamán de la aldea de Santa Rosa de Huacaria me mandó el mensaje de que por fin podría recibirme. Antes le había sido imposible, ya que su anciana madre “se fue al río y se convirtió en pájaro”. Creo que una historia no puede empezar mejor. Digno de Márquez. Felicidades Palau!

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  • Mayte

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    Si, surrealismo mágico! me encanta.

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  • Berta Company Vendrell

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    Gracias por este artículo, me ha transportado otra vez al Manu por unos instantes. ufff… cuantos recuerdos.

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  • Yoco

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    Que hermoso..

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  • Josep M. Palau

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    Muchas gracias por vuestros comentarios. La verdad es que hay lugares dfel mundo donde el surrealismo forma parte de lo cotidiano. O tal vez sólo se trate de mirar con otros ojos lo que vemos cada día.
    Un saludo y nos vemos por aquí!

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  • Lydia

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    Una hermosa historia, muy bien contada. Y suscribo las palabras de Javier.

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  • Almudena

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    Gracias por contar, por transportame a la esencia de la vida: dar sin esperar dinero, aceptar la muerte y acercarte a ella con consciencia, respetar los tiempos del futura sin olvidar el pasado… hoy acabo de llevar a esta página y si no es mucha molestia me quedaré un ratito.

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