Peregrino por el Alzheimer: buscando el séptimo camino

Por: Guillermo Nagore
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Las rutas jacobeas son incontables. En realidad, cada cuál sigue la suya propia en la búsqueda del santo compostelano para dar con alguno de los trazados oficiales. Desde que el pasado 19 de marzo saliera del faro de Finisterre en este proyecto de búsqueda de medios y recursos para todos aquellos que sufren, directa o indirectamente, el Alzheimer, ya he transitado por seis rutas jacobeas diferentes hasta la llegada a Arles, en donde me encuentro en estos momentos, todas ellas al revés, salvo el tramo del Camino Baztanés por el que caminé.

Las cuatro primeras etapas del Epílogo a Finisterre, las dos etapas inversas del camino francés desde Santiago de Compostela a Arzua, el Camino Norte de la Costa en su integridad desde Arzua hasta la fronteriza Irún, las dos etapas del Camino Baztanés, el que une Bayona con Pamplona, en el tramo desde Almandoz a Pamplona, el tramo del Camino Aragonés desde Monreal hasta el alto de Somport y la Vía Tolosana o Chemin du Arles que une Somport con la localidad francesa de amplia tradición taurina, en la Camarga, adentrándome en las marismas del Ródano entre parajes espectaculares, viñedos de cava, ganaderías de toros y una permanente invasión de mosquitos.

Me adentro en las marismas del Ródano entre parajes espectaculares, viñedos de cava, ganaderías de toros y una permanente invasión de mosquitos

En total, 1.854 kilómetros recorridos a pie que no suponen más que un 25% del total del recorrido, ese que me llevará a la ciudad santa de Jerusalén si no ocurre ningún imprevisto no deseado.

Desde el anterior artículo escrito desde Avilés, el camino discurre entre el espectáculo del Cantábrico y los montes cercanos de toda la costa norte española. Un continuo rompepiernas a la orilla del mar con una parada especial y obligatoria para todo aquel que opte por el camino norteño; el albergue de Don Ernesto en Güemes, un cura obrero cántabro que sigue apostando por la lucha social como en los años 70, pero en esta ocasión desde el espíritu jacobeo. En la etapa que me llevo a Güemes, tuve el privilegio de ser acompañado por Paco, un preso del penal de Santoña con la libertad condicional recién concedida que acudía al albergue para tomar posesión como hospitalero, un paso inicial antes de afrontar la libertad de la que estuvo privado durante once años. Esa es la filosofía del albergue, la propia filosofía jacobea, muy enraizada en el mundo de los presos, no en vano durante muchos siglos la peregrinación a Santiago sirvió como redención de penas y aún, hoy en día, algunos países como Bélgica o Francia lo siguen conservando. Un ejemplo a seguir, sin duda.

Tuve el privilegio de ser acompañado por Paco, un preso del penal de Santoña con la libertad condicional recién concedida

El paso por Euskadi me recordó la dureza de las montañas vascas y la solidaridad de muchos vascos que me acompañaron a lo largo del trayecto, fundamentalmente familiares de personas afectadas por la enfermedad, para llegar a Navarra por el norte, por la comarca de las Cinco Villas antes de buscar los bosques encantados del Baztán y enfilar a Pamplona por el camino baztanés. Desde la capital navarra, carretera y manta en el tramo aragonés para desembocar en la esplendorosa estación de Canfranc, testigo de mil historias de contrabandistas, judíos perseguidos y comunistas forjados entre las vías.

La esplendorosa estación de Canfranc ha sido testigo de mil historias de contrabandistas, judíos perseguidos y comunistas forjados entre las vías

Ahí se acababa España y era la hora de enfilar a la inversa la Vía de Arles, que sigue al dedillo el trazado del GR653, una gran ruta que los franceses miman con esmero y que tiene la virtualidad de que puede seguirse con las marcas trazadas en ambos sentidos con lo que, curiosamente, las únicas pérdidas que he tenido han sido en mi propio país, en el que la marcha del Camino de Santiago es unidireccional. El paseo de 700 kilómetros entre el col du Somport y Arles es un homenaje a los parpados. En primer lugar con los suaves trazados de la llanura francesa por Pau, Auch y Toulouse que tienen como colofón la belleza del Canal du Midi, con un escenario más cercano a los barquitos de Nueva Orleans que a la vieja Europa.

Después, la ruta se endurece camino de Castres para convertirse en realmente dura a partir de la citada localidad. Ahí llega a atravesar el Macizo Central francés, de tantas gestas deportivas en el Tour de Francia, a través del Parque Natural del Languedoc. Bosques, montes y lagos fueron los acompañantes durante una larga semana antes de desembocar en las proximidades de Montepellier para encontrarme con el tercer mar del tránsito, el Mediterráneo. De ahí a Arles, inicio oficial de la Vía Tolosana pero también de la Vía Domitia, la que une la localidad francesa con Montgrèvere en plenos Alpes y que enlaza con un tramo de la Vía Francigena, el recorrido realizado por San Francisco de Asís. Ésa es la tarea para las próximas semanas.

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