Пейзаж, вдохновивший Джеймса Кэмерона на создание "Аватара"

По: Daniel Landa (Текст и фото)
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Las montañas de Zhangjiajie no se pueden entender, abarcar ni pronunciar. Sólo la imaginación las explica porque este paisaje es un invento, una broma ingrávida de la naturaleza, que inspiró a James Cameron para recrear su mundo imposible en “Avatar”. Aquellas montañas aéreas de Pandora tienen también su avatar en la Tierra, en la provincia china de Hunan.

Nosotros llegamos cansados, después de alejarnos de ciudades y autopistas. Teníamos hambre del viento de los valles y el verde de árbol. Nos alojamos en un hostal al que le faltaba la ducha, el papel higiénico y hasta el “buenos días” de los empleados, pero nos sobraban las ganas de caminar por uno de los parques naturales más asombrosos de Asia. Desenfundamos las cámaras y afilamos las pupilas, con el brillo de una expectativa extraordinaria. Y no vimos nada.

Aquellas montañas aéreas de Pandora tienen también su avatar en la Tierra, en la provincia china de Hunan.

Habíamos recorrido cientos de kilómetros y hasta habíamos ascendido en el ascensor más alto y rápido del mundo que sube como un disparo por una de las montañas, pero las cumbres habían sido tomadas por una niebla que no era blanquecina, sino blanca del todo, para cegar las ilusiones. Al día se le notaba esquivo, malencarado y cuando nos asomábamos a los miradores, los abismos que suponíamos abisales habían desaparecido. El único vértigo lo proporcionaba el eco de nuestras voces al gritarle a las montañas. Lo demás era una bruma tan espesa que apenas permitía ver el camino por donde caminaban de nuevo legiones de turistas.

Esperamos en un punto elevado por ver si el viento se llevaba nuestra mala suerte y la paciencia nos recompensó con la imagen fugaz de una montaña que se perdía hacia abajo y a mí me hizo dar un paso atrás, consciente por fin del precipicio al que nos habíamos asomado. Aquella roca se estiraba fina como una columna de trescientos metros que nada sostiene y cuya base lleva siglos anunciando un colapso que no acaba de llegar.

El único vértigo lo proporcionaba el eco de nuestras voces al gritarle a las montañas.

Recorrimos varios puntos del parque, buscando encuadres entre la espesura. En uno de los miradores conseguimos por fin una estampa visible de la orgía de montañas puntiagudas, erguidas en equilibrio sobre los bosques. En un espacio minúsculo se hacinaban los turistas, casi todos chinos, entregados a esa moda de sujetar un palito conectado al móvil para hacerse autorretratos. Observé cómo la gente se acercaba al único mirador donde la niebla daba una tregua. Llegaban sin dedicar apenas un vistazo a la maravilla que tenían delante. Entonces daban la espalda a las montañas y se hacían fotos con el gesto satisfecho de un coleccionista. Comprobaban el resultado de la fotografía y abandonaban el mirador sin despedirse siquiera.

algunos han acabado confundiendo la realidad de un paisaje único con una foto generada por ordenador.

Esos eran los más sensibles al paisaje, ya que había una clase de turistas aún más indolentes. En un lateral del mirador, habían dispuesto un panel con una fotografía de lo que el propio mirado ofrecía a la vista justo delante. Muchos turistas se plantaban delante del cartel y un fotógrafo del parque los retrataba con el panel detrás, un paisaje que podrían disfrutar con toda su realidad avanzando cuatro pasos más allá. После, en un alarde de cómo arruinar una foto ya de por si falsa, el fotógrafo añadía por ordenador a uno de los personajes azules de la película “Avatar” que posaba junto al turista sonriente de turno. Algunos visitantes, constaté, no llegaron a ver nunca los paisajes de Zhangjiajie. Se me antojó que aquello era algo muy chino. El artificio constituye una forma de vida para muchos de los habitantes del país. Gran parte de la sociedad sucumbe a las luces de neón, a las fachadas de cartón piedra, al envoltorio en los escaparates, a la ficción televisiva, a los centros comerciales o al marketing. Son conceptos tan apetecibles para los chinos que algunos han acabado confundiendo la realidad de un paisaje único con una foto generada por ordenador.

Nosotros sí vimos estos paisajes, al menos intuimos sus cumbres y sus perfiles. Y bastó para sentir su magia.

Es posible que Zhangjiajie no se pueda entender, ni abarcar ni pronunciar, pero aun con la bruma irrumpiendo en sus montañas, éste es un lugar que tampoco se puede olvidar.

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Комментарии (3)

  • Лула

    |

    Te has salido con este artículo… Дани.
    Поздравляю… has conseguido que me sienta rodeado por lo blancoY luego me frote los ojos

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  • Майте

    |

    Qué buen artículo Daniel. Tiene que ser un lugar muy especial, a pesar de esos turistas chinos cargando cámaras y teléfonos

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  • Лидия

    |

    Un artículo estupendo. Me ha llamado mucho la atención que encontrándose en un lugar así, ¡ hubiese gente fotografiándose delante de un cartel!

    Ответ

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