Ruta Vap, Sudáfrica: crear un grupo

Por: J. Brandoli, texto / Fotos, el grupo
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Las fotos de los post de esta ruta son las que tomaron y seleccionaron los viajeros

Hace más de un año habíamos recorrido Sudáfrica. Mozambique y Malaui para diseñar una ruta que ofrecer a los demás. Un sueño, un proyecto que no sabíamos si iba a alguna parte. 15 meses después, el 17 de julio, ahí estábamos Víctor y yo en el aeropuerto de Johannesburgo  subiendo a nuestros coches a siete personas, lectores de esta revista en su mayoría, que habían decidido creer en nuestra propuesta. La responsabilidad no era para nosotros  llevarlos, era más profunda, era que disfrutaran de aquello que nosotros habíamos ideado. Comenzaban entonces tres semanas de viaje que, entonces no lo sabíamos, se convertirían para todos en inolvidables.

Comenzaban entonces tres semanas de viaje que, entonces no lo sabíamos, se convertirían para todos en inolvidables

Lo primero que debíamos hacer es calibrar al grupo. Nuestra propuesta no era dirigir un viaje rígido, sino más bien acompañarlo sin molestar sus deseos. Llevamos los coches, ofrecemos lo que sabemos y damos opciones para que los demás encajen en aquello en lo que se sientan cómodos. Ese es un reto complicado, integrar un plural desconocido. Antes de partir, los ataques de la guerrilla de Renamo al ejército de Mozambique ponían en duda la propia ruta. Quizá debiéramos desviarnos por Zimbabue para evitar la zona de conflicto. Decidimos decidir en el último momento y la respuesta de nuestros viajeros fue formidable: “Lo que vosotros decidáis estará bien”, contestaron.  No hubo más preguntas.

Ya la primera noche, en nuestras cabañas de Graskop, entendimos que la cosa apuntaba a grupo unido mientras acabábamos todos, aún desconocidos, con unas botellas de vino. Lo hacía porque no había protagonismos entre ellos y sí unas enormes ganas de todos de pasarlo bien. Da cierto rubor escribir de alguien que sabes que leerá su viaje, pero presentaré brevemente a los protagonistas.

La cosa apuntaba a grupo unido mientras acabábamos todos, aún desconocidos, con unas botellas de vino

Viajábamos con Mónica, una azafata en retirada que se come a bocados la vida y los mapas. Viajera, culta, divertida, habladora y aglutinadora de voluntades. Lo diré hoy y se lo dije a ella, creo que aportó mucho a que este viaje fuera para nosotros, Victor y yo, mucho más fácil.  Venían también Txarly y Amaia, una pareja de navarros que les gusta viajar sin poner una sola queja. Dos tipos encantadores con los que viajaría a cualquier lugar del mundo. Entienden perfectamente la ruta. La disfrutan sin pedir nada a cambio. Geniales. Luego estaban dos gallegos, Lino y Martin, que se convirtieron en los personajes del viaje. Inteligentes, vividores, divertidos y acostumbrados a una buena vida que no es siempre fácil encajar en este continente. Lo hicieron, sin complejos, y generando un  montón de risas fáciles. Por último, estaban Rosa e Irene. Las menos viajadas de un grupo largamente viajado. Fue genial ver su cierta inocencia, sus ganas de vivirlo todo. Una lloraba de emoción y otra era incapaz de no gritar cuando veía frente a ella animales salvajes.  Valientes y espléndidas a la hora de agradecer las emociones. Emotivas. Resumiendo, eran buena gente y tenían ganas de disfrutar (una perogrullada que no ocurre algunas veces entre tipos que se hacen miles de kilómetros para viajar por África esperando las incomodidades máximas de quien toma el subway en Trafalgar Square).

Este garito que podría convertirse en polvo de un golpe de aire porque resulta que todos allí llevaban 30 años muertos

Este fue el grupo que tuvimos la suerte de llevar y con el que nos levantamos una fría mañana en las puertas del Blyde River Canyon tras bebernos algunas copas la noche anterior en el viejo bar de perdedores boer de Graskop. Me encantan los posters, tan ochenteros,  de mujeres en biquini sobre una moto que decoran este garito que podría convertirse en polvo de un golpe de aire porque resulta que todos allí llevaban 30 años muertos.

El Blyde River tuvimos la mala suerte de verlo un día nublado en el que lloviznaba todo el rato. La luz es todo en muchos lugares y aquellas bellas cataratas se difuminaron un poco entre los grises del agua que partían la tierra y el cielo. En todo caso, Costa, un compañero pintor mozambiqueño que llevamos con nosotros para convertirla en guía de futuras rutas, no paraba de decirme “nice”, mientras tiraba otra foto que le fuera fuente de inspiración de futuros cuadros.  Al menos, sus lienzos lo agradecerán.

Aparecieron los primeros elefantes junto al coche y me percaté por el espejo que Rosa comenzó a llorar de emoción

Esa misma tarde entramos al Kruger. Diluviaba cuando cruzamos la puerta y eso es una mala señal para ver animales. Hay agua en todo el parque, ya no tienen que moverse a buscarla, y el terreno se convierte además en pesado.  Sin embargo, fue allí cuando pasó uno de los momentos más bonitos del viaje. Aparecieron los primeros elefantes junto al coche y me percaté por el espejo que Rosa comenzó a llorar de emoción. Sólo por ese momento ya merecía la pena venir. En ocasiones llevas gente en los safaris que te dice sólo “despiértame si ves leones o leopardos” y a ti lo que te apetece es salir del parque y llevarlos a un cine a ver el Rey Leon.

Ya por entonces, mostraron rápido innatas cualidades, Martín y Lino se bajaron de un safari nocturno al que se habían apuntado junto a nuestras chicas para poder saborear mejor una mala botella de vino (comienzan a merecer el nombre de paneleiros y a mí me gusta su capacidad de hacer lo que les da la gana). Ellas salen a ver la noche y nosotros tenemos una buena cena en el  campamento de Skukuza que acaba con cantos regionales. A la mañana siguiente, el desayuno junto al río te hace pensar que si pasara por allí una manada de elefantes se sentaría en la mesa educadamente y pediría que les pasáramos el azúcar. Aquella tranquilidad de los parques africanos siempre te atrapa por muchas veces que la vivas.

Si pasara por allí una manada de elefantes se sentaría en la mesa educadamente y pediría que les pasáramos el azúcar

El Kruger nos regaló un amanecer sin párpados, el cruce de tres guepardos frente a nuestros coches, una cría de león, algún leopardo haciendo siesta sobre los árboles, rinocerontes despistados y todo el resto de la fauna animal que el parque enseña mejor que casi nadie en África (cebras, elefantes, jirafas, búfalos, ñus, cocodrilos, hipopótamos, buitres…).

Se acabó entonces, tras tres  noches, la bella y reluciente Sudáfrica y tocaba entrar en Mozambique, gran protagonista de esta ruta. Atrás se quedaba la naturaleza más domada sudafricana y en frente teníamos el país por hacer donde todo es posible. Cruzamos la frontera dos coches y diez personas que ya no había duda, se habían convertido en un grupo al que la ruta pondría algunas pruebas para demostrar su unidad. Ya éramos uno y así fue hasta despedirnos  semanas después en Nampula, sin que el singular estorbara a nadie. “Conseguimos lo más difícil”, pensé mientras nos dirigíamos a Maputo.

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Comentarios (7)

  • Daniel Landa

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    Qué bien pinta este viaje! Sólo hay una cosa mejor que hacer una gran ruta africana: hacer una gran ruta africana… bien acompañado

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  • Rosa

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    Javier leer el post ha sido como vivir de nuevo esa parte del viaje y la emoción ha sido la misma que la de mi primer elefante. Sólo tengo que volver a dar las gracias a ti, a Víctor, a todos los componentes del grupo y a esa parte de África visitada que me ha hecho disfrutar como nunca.

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  • Amaia

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    Vaya regalazo de cumple que me habéis hecho.Gracias, gracias, gracias!!

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  • Monica

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    Un lujo de viaje, ya os lo dije Javier y Victor. Para nosotras fue un privilegio compartir 3 semanas con vosotros

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  • Lydia

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    Se vieron recompensadas vuestras dudas iniciales. Hablas con mucho cariño del grupo y del viaje.

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  • Nacho

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    Felicidades a todos por esa formidable experiencia.

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