El empeño chino por celebrar por todo lo alto en Lhasa la creación de la Región Autónoma del Tíbet es, para la población autóctona, algo así como el no-cumpleaños de Alicia en el País de las Maravillas. Pura paradoja: una fiesta donde sólo hay globos (banderolas chinas, carrozas, un imponente estrado frente al Potala, consignas por doquier) y una tarta con las velas sin soplar.