Cuando estaba considerando una salida digna, o sea la posibilidad de llamar a la ofi para decir que estaba enfermo ya en mi segundo día, un par de sombras me asaltaron de improviso por la espalda y me cogieron por las axilas. – “¡Vaya, lo que faltaba, resaca y secuestro express para desayunar!
Lo que vi me dio mucho miedo, vi un sapo gigante que salió de un salto. Yo también, en calzones me subí al caballo y salí de ahí, no dejé de espolear hasta que llegué a mi casa. Mi mujer estaba horrorizada, no me reconocía de lo avejentado que estaba.
Tarija, una región del sur oeste de Bolivia, llamada la “Andalucía Boliviana”, una tierra de flores, viñedos, palmeras, sauces y con un río enorme que se llama Guadalquivir, no ha dejado de sorprenderme ni en el momento de marcharme.
Bolivia está llena de precipicios, transportistas y caminos sin asfaltar. Mala mezcla. Las cruces custodian uno de los trayectos más sobrecogedores de América y su nombre no ayuda a relajar el gesto al volante. La Carretera de la Muerte forma un trayecto de barro y piedra que serpentean entre la Cordillera de los Yungas.
En La Paz, sórdida y mágica, despiadada y sorprendente, espiritual y pagana a la vez, la fiesta de Todos los Santos se celebra a trasmano. Una semana mas tarde comienza la Fiesta de las Ñatitas y la mayoría indígena de la ciudad se lanza a los cementerios a celebrar un banquete macabro y festivo donde el principal comensal es la muerte. Bienvenidos a uno de los mayores espectáculos del Mundo.