Si uno logra mantener en el pecho la potencia creativa y cantante que las ciudades con cultura y horizontes entregan para jugar, entonces, francamente, somos filibusteros de aquellos tiempos que nos adentramos con la fantasía intacta.
Buenos Aires siempre mira atrás, a lo que fue, a lo que pudo ser. Sus habitantes tienen la capacidad de avanzar añorando el pasado. Es una ciudad viva y sin embargo se va muriendo de nostalgia en las esquinas.
¿Cuántas veces habíamos pasado por Colonia? No menos de quince. Es el paso casi obligado para todos los argentinos que, en el verano, buscan las blancas playas de Uruguay. En ferry se cruza ese mar de agua dulce llamado Río de la Plata y así se evita una vuelta de 400 kilómetros.