Un viaje en tren por África

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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(Al final del texto hay información de otras rutas en tren por África)

Las calles están vacías y oscuras cuando salimos del sencillo hotel Visión 2000, la mejor opción de alojamiento en Cuamba, una ciudad del norte de Mozambique cerca de la frontera con Malawi. Son las 4 de la mañana. Andamos entre algunos charcos por la lluvia de la tarde anterior y llegamos hasta la estación. Una pequeña bombilla nos indica el lugar donde está la taquilla. Hay dos personas delante de nosotros y unos pocos vendedores de fruta, agua o frutos secos que empiezan a trabajar cuando los gallos aún no han encendido la ciudad. Compramos nuestros dos billetes de segunda categoría (en la práctica, primera) que nos cuestan 400 meticais (cerca de ocho euros) y nos dirigimos al tren. Vamos a Nampula.

Los vagones parecen eternos. La falta de luz te hace pensar que se trata de un convoy interminable. Vemos pasar sombras que deambulan por la estación. Nos dirigimos a nuestros camarotes que cuentan con unos bancos cómodos que se pueden convertir en literas. Estamos agotados y damos una cabezada antes de que se ponga en marcha la vieja máquina de hierro, al fin y al cabo nos quedan algo más de once hora de viaje. “No creo que salga a las cinco, esto no es Suiza” le digo a Dani. No recuerdo nada más, el sueño me vence hasta que se oye un silbato y noto que el tren comienza a andar. Miro el reloj, son las cinco en punto. “Quizá sí que esté en Suiza”, pienso.

Por algo más de siete euros tenemos unos bancos cómodos que se pueden convertir en literas.

Media hora después, tras la ventanilla, el mundo de sombras comienza a tomar forma. El amanecer va perfilando el paisaje, llenándolo de colores. Cruzamos pequeñas villas de humildes casas de madera con pequeños huertos. Ya hay vida, la vida en África comienza y se apaga con la luz del sol. Al fondo se ven las extrañas montañas de piedra de la región. Tienen una fisonomía peculiar, bellísima. El tren se abre paso entre una vegetación espesa, valles, ríos… Los niños se acercan hasta la vía para ver pasar el tren. En muchas de aquellas poblaciones es lo único distinto que verán pasar en todo el día. Una cita con una rutina invariable: una enorme máquina de hierro que cruza sus vidas cada día a la misma hora. Una mirada, un saludo a los viajeros y una vuelta a esperar que se repita su “sorprendente” escena mañana y mañana y mañana…

El amanecer va perfilando el paisaje, llenándolo de colores. Cruzamos pequeñas villas de humildes casas de madera con pequeños huertos

De pronto, se abre la puerta y entran tres mujeres. Bueno, entran dos mujeres y una niña que se sientan a nuestro lado. Son abuela, madre y nieta. Toda una generación familiar con la que empezamos a hablar. La abuela, ya retirada, fue maestra. Habla con la cadencia de la escuela. Su voz es cálida, dulce y está siempre dispuesta a contestar a todas nuestras preguntas. Ríe con facilidad, habla de política, de la situación de la mujer en Mozambique, del paisaje, de sus costumbres. La hija trabaja en el banco Millennium, el grupo financiero más importante del país. Está embarazada y tiene una mirada tierna y penetrante a la vez. Cuida de su niña, un terremoto que no para de jugar y de reír con todos.

Fuera, en los pasillos del tren, las ventanas se convierten en enormes miradores desde los que asomarse a un mundo diferente. El convoy comienza entonces a aminorar su marcha. A lo lejos se intuye la primera de las más de 10 paradas que tiene el trayecto. Según nos vamos acercando a la estación comienza una escena singular que se repetirá en cada una de las paradas. Cientos de personas se acercan a las ventanillas. Comienza un frenético mercado en el que se vende fruta, carne cocinada, tapioca, caña de azúcar, frutos secos, bolsas de plástico, refrescos, huevos… Es un caos de gente en el que no sabes dónde fijar la mirada. En los vagones de carga se sube la mercancía, en los de pasajeros ves gente colgando casi de las ventanas y carreras para asegurar la venta. Es África es estado puro. Ves pasando niños que llevan gallinas vivas que entran por las ventanillas tras rápidas transacciones. Todo es movimiento, desorden, pero la estampa te atrapa. Suena entonces un potente silbato, ves el humo del carbón quemado saliendo de la locomotora y todo aquel caos desaparece, se queda atrás hasta la próxima estación.

Suena entonces un potente silbato, ves el humo del carbón quemado saliendo de la locomotora y todo aquel caos desaparece, se queda atrás hasta la próxima estación

Decidimos entonces ir a la cafetería del tren. Un viejo vagón destartalado con ventanas de madera y sillas y mesas de hierro. Tomamos un café y me acerco a la zona donde están los vagones de tercera. Son bancadas muy deterioradas y atestadas de gente y bolsas. Un señor mayor se levanta, me saluda y me da la bienvenida. Un anfitrión que no quiere que el extranjero se sienta un extraño. Hay una notable diferencia entre la segunda y tercera categoría. Aquel tren es un perfecto resumen del África que desde 2010 he contemplado. Vuelvo al camarote, nuestras compañeras han desplegado las literas. Duermo un rato. Me despierto con el ruido de una nueva estación. Abro los ojos, bajo de mi cama y me vuelvo a la ventanilla a seguir disfrutando de un viaje en tren por África, algo que siempre había deseado.

Los últimos minutos de nuestro recorrido asistimos a una carrera entre el convoy y una ambulancia que va por la pista de tierra

En Sudáfrica hice trayectos más cortos donde viví parte de este caos, allí aderezado con algunos robos y olores nauseabundos. En Zambia perdí la reserva que hice para ir hasta Dar es Salaam, Tanzania, en un viaje en tren que dura dos días. Recuerdo, mientras  voy colgando de una de las puertas del vagón que llevo abierta, un relato que escribí hace dos años en Ciudad del Cabo: “El hombre del tren”. Era yo viajando en un tren que cruzaba el continente; dos años después he descubierto que muchas de aquellas fantasías eran reales.

Son casi las cuatro de la tarde, llegamos a Nampula. Los últimos minutos de nuestro recorrido asistimos a una carrera entre el convoy y una ambulancia que va por la pista de tierra. Los chicos de la zona de carga sacan las cabezas, animan y celebran la victoria del convoy desde las ventanillas al llegar al cruce (meta virtual).

Finalmente, la vieja máquina se detiene, no volverá a partir en su perenne trayecto de idas y vueltas hasta que un silbato y el humo anuncien en medio de la oscuridad que vuelve a ponerse en marcha. Entonces aquella mole de hierro volverá a atravesar una pequeña parte del corazón de África llena de viajeros e historias que siempre llegan, que siempre se van.

Otros viajes en tren por África

Entre Dar es Salaam (Tanzania) y Kapiri Mposhi (Zambia) hay un trayecto de más de 48 horas en uno de los trenes míticos de África. Se cruza parte de la reserva Selous y del Parque Nacional Mikumi, lo que convierte el viaje en un momentos en un pequeño safari de animales. Más información en el enlace
http://www.tazarasite.com/

El Rovos Train sudafricano es uno de los trenes de lujo más importantes del mundo. Ofrecen en su web diferentes rutas por Sudáfrica y el resto del continente, pero quizá porque es un viejo deseo que me gustaría cumplir os señalo ahora la que va desde Ciudad del Cabo hasta El Cairo. En el link se ven todos los detalles de este recorrido en el que es obligatorio dar algunos saltos en avión. Es sin duda, uno de los viajes más bellos que se pueden hacer en África pero es para bolsillos escogidos.
http://www.rovos.com/journeys/cape-to-cairo

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Comentarios (9)

  • Eduardo

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    Gran relato Javier. Gracias por seguir acercándonos África y hacernos sentirla un poco más cerca.

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  • Javier Brandoli

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    Gracias Eduardo. Hay mucha gente en VaP escribiendo historias muy buenas de África. El fondo de temas creo que merce la pena. Estamos contando África a diez voces y eso tiene más valor aún que hacerlo a una sola, al menos lo hace más interesante.

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  • mayte

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    Yo quierooo!!!! Siempre quiero pero despues de pasar cuatro dias bajo la lluvia en ss y leer ahora este relato tan auténtico, mi deseo de volver a Africa es todavía más fuerte! Gracias

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  • Javier Brandoli

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    De eso se trata esta revista Mayte, como bien sabes, de invitar a viajar. Besos

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  • María Reventós

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    Mi querido Javier,
    Millones de gracias por hacerme viajar desde una simple pantalla. Es tan importante que personas como tú (Y ANA) nos transmitaís ilusión y poesía. Mi adorado Angel Gonzalez dijo (masomenos) que: «si yo fuera dios haría un ser exacto a ti y lo probaría como hacen los panaderos, es decir con la boca». Espero verte pronto, en la Toscana, en Toledo o en Téllez. Cristina y Miguel ya te añoran tanto como yo. Eres adictivo.

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  • Javier Brandoli

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    Gracias María. Tu alegría sí que es adictiva

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  • La aventura de África

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    Me ha gustado mucho. Has conseguido meterme de golpe en el ambiente de un viaje en tren por África, un sueño que espero realizar algún día.
    Con el viaje por Selous y Mikumi en tren has conseguido meterme en la cabeza un nuevo proyecto. Y que decir del otro, llegar hasta el Cairo…
    Gracias por el artículo. Saludos!

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  • Javier Brandoli

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    Los trenes africanos tienen algo especial. Quizá porque ves pasar esa enloquecida vida desde una ventanilla, quizá porque el paisaje es siempre de una belleza singular, quizá porque a los que nos gusta el continente le otorgamos a África una mítica especial. Gracias por tu comentario. Yo también tengo en mente hacer el viaje desde Cape Town, donde viví, hasta El Cairo en tren.

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