Una noche en un carguero en el mar de Java

Por: Miquel Silvestre (texto y fotos)
Previous Image
Next Image

info heading

info content

Ayer embarqué hacia Borneo. Y hoy amanece el segundo día de navegación. Es como si el Dharma Ferry II fuera un barco de rescate de refugiados, una patera gigante de albaneses rumbo a Italia o una Balsa de la Medusa. El escenario es terrible y patético. Familias enteras por los suelos, hombres en camiseta tirados por la cubierta con la mirada perdida por la incomodidad y el aburrimiento. Cansancio curado a base de paciencia de siglos. La paciencia infinita de los pobres de este mundo que han aguantado, aguantan y aguantarán lo que haga falta como los organismos resistentes que son. La visión de este arrasado campo de batalla me hace recordar que esto que veo es lo normal. Que son mis ojos occidentales los que lo convierten en excesivo o extraordinario. Pero no es así. El mundo en su mayor parte es un enorme Dharma Ferry II que navega lentamente, acarreando desgraciados sucios y cansados. Mi anómala presencia me recuerda también que yo represento la proporción exacta de “misters” en este planeta. Aproximadamente un blanco privilegiado por cada cuatrocientos morenos que sobreviven al día. No, en realidad no son pobres, son normales. Somos nosotros los raros. Nuestra opulencia no es la medida de nada, es una extravagancia que le cuesta muy cara a la naturaleza. No somos el ombligo del mundo ni el centro del universo. Nuestro sistema de valores y consumo no representa en absoluto la normalidad. Simplemente nos lo hemos creído porque hemos inventado la televisión.

Paciencia infinita de los pobres de este mundo que han aguantado, aguantan y aguantarán lo que haga falta como los organismos resistentes que son

Cuando se hace de noche me siento solo en la cubierta superior y observo como se va poniendo el sol mientras bebo mis cervezas. Una tras otra van cayendo. Hasta seis latas. Según calientan mi ánimo me siento muy feliz aquí. De nuevo en movimiento, en otro barco, en otro mundo. Recuerdo al gran Josep Pla, que decía que le encantaba viajar en cargueros y convivir con la tripulación. Quién me lo iba a decir hace tan solo unos años cuando preparaba oposiciones o incluso después, cuando vivía pensando en qué coche deportivo me iba a comprar. Y aquí estoy, viajando a Borneo en un carguero, sin apenas posesiones, durmiendo en el castillo de proa y escribiendo un libro sobre ello. Es como si Josep Pla me hiciera un guiño socarrón desde el más allá.

Aquí estoy, viajando a Borneo en un carguero, sin apenas posesiones, durmiendo en el castillo de proa y escribiendo un libro sobre ello

El mar se mueve bajo mis pies y la espuma que le arrancamos se funde con el metálico crepúsculo. Por un momento pienso que me gustaría hacer una foto real de mí mismo en mitad de esta inmensa cubierta ¿Quién diablos es este tipo que vive dentro de mí y que sonríe ensimismado en sus pensamientos mientras va sentado en una silla, surcando el Mar de Java y con las tres mil estrellas sobre su cabeza? “¿Eres tú realmente?”, me digo, “¿O eres el personaje de Internet? ¿De verdad está pasando todo esto y no vives metido en un sótano fabricando sueños con photoshop?”

No, no hay sótano porque no me hace falta falsear la realidad. Pienso ahora mismo que mi biografía es la que es, que no hay nada que esconder, que cuanto más se rasque en ella buscándome una falla o un embuste, más Miquel Silvestre aparecerá para enojo de mis críticos y disfrute de los amigos. Habiendo reconocido todos mis defectos y miserias en innumerables textos y ocasiones, lo que al fin me queda como premio es la enorme libertad de la que disfruto, quizá la más cara de todas: escribir lo que me da la gana y como me da la gana. Cualquier cosa que diga será siempre imputada a beneficio de inventario. Tanto como si bebo mil latas en una noche, como si desnudo la falsa filantropía de las ONG en África, como si me emociono hablando de Dios en Sumatra, los que me conocen dirán: ya sabes, las cosas del Silvestre.

Doy un trago a mi cerveza. Sigue fría. Incluso eso he conseguido esta noche. Otro milagro que por alguna razón que no entiendo se me haya concedido sin yo merecerlo. Pero así es: Cerveza helada y un escenario de película digno del mejor Josep Pla. ¿Y qué queréis que os diga? Pues que es demasiado perfecto para ser creíble. Sí, yo también estoy de acuerdo. Nadie puede ser tan afortunado. Definitivamente, este tipo que mira esta noche las estrellas sobre el mar de Java debería vivir castigado en un sótano de Leganés.

  • Share

Comentarios (2)

  • pepe

    |

    Simplemente genial. Siempre abriendonos los ojos un poco mas. Y sembrando una semillita en la cabeza que hace pensar. Me gusta!

    Contestar

  • Traveler

    |

    Tu libro va a ser fantástico. Estoy deseando leerlo.

    Yo viajé más de 20 horas en un carguero y has conseguido hacerme retroceder unos segundos a esas horas mágicas en las que efectivamente te sientes afortunado por la suerte que tienes de poder ser parte de ese mundo pero sólo por unos minutos.

    Son experiencias que no cambiaría por nada.

    Gracias

    Contestar

Escribe un comentario