我是sterdam

通过: 丹尼尔兰达

“I Amsterdam”. Así se anuncia la ciudad con grandes letras. Un juego de palabras para expresar algo así como “Yo soy Amsterdam”. He visitado varias veces la capital holandesa y ya empiezo a verle el sentido a tal eslogan. Tal vez todos somos un poco Amsterdam, pues todos tenemos un punto adolescente que aflora al entregarnos a la tentación. Creo que Amsterdam es una ciudad en la edad del pavo, un chaval consentido.

Durante el día se mueve en bicicleta. Tiene canales y molinos y tranvías y pintores que llenan los museos de girasoles. Es un laberinto de calles concéntricas, como mirándose a sí misma. Le importa un bledo el resto del mundo porque tiene algo de muralla y de secreto.

当夜幕降临, la ciudad adolescente no tiene horarios, vive encerrada en una fiesta, haciendo pellas, rebelde, con ese donaire de niño bien que lo quiere todo, esa juerga perpetua, 具有挑战性, ese porro de más, esas normas de menos.

Tal vez todos somos un poco Amsterdam, pues todos tenemos un punto adolescente que aflora al entregarnos a la tentación.

No conozco una ciudad que cambie tanto con la intención del visitantes. Cada cual descubre en Amsterdam su propia condición de viajero. He visto a parejas recorrer el mercado de las flores decorando su fin de semana holandés con tulipanes; amantes de la música buscar con pasión un hueco en el Concertgebouw; a artistas entrar en una exposición de Rembrandt con la admiración que provoca el genio inalcanzable para los mortales. Amsterdam te despoja de complejos y con el tiempo se ha convertido en un refugio de incomprendidos. Basta mirar la saludable mezcla de razas que pasean de la mano. Ojos rasgados, pieles oscuras, rastas y pelirrojos, todos conviven con cierta armonía por esta ciudad que ha olvidado cualquier atisbo de prejuicio.

La orientación sexual, la procedencia, la ideología y hasta las ganas de perderse de sí mismo conciernen a cada cual y nadie se entromete. La ciudad-adolescente sale de casa dando un portazo. Nadie le esperará despierto. Todo vale. Entonces el viajero decide si seguirle el ritmo. Yo me he animado siempre a ver qué pasa, a esa curiosidad que nos anima a dejarnos llevar y en la fiesta nocturna de Amsterdam uno no puede esquivar las vitrinas rojas ni sumergirse en los Coffe Shops. Venden costo con una sonrisa y hongos alucinógenos con un guiño. Las mujeres se exhiben desnudas a pie de calle. Nada es clandestino.

Entre los turistas, los hay tranquilos y más ansiosos, pues la legalidad del vicio puede provocar ambas reacciones. Hay jóvenes que se suman a la fiesta y otros que viven anclados en ella. Algunos han acabado esclavos de tanta libertad.

La adolescencia es una edad difícil. Se vive con intensidad, es divertida y es hermosa, pero no conviene anclarse en ella. Aunque a todos nos gustaría regresar alguna vez.

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评论 (1)

  • BuenoBonitoBaratØ

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