Remontar el Bósforo hasta el Mar Negro es navegar por la historia. De Eminönü, junto al puente de Gálata y muy cerca de la inconfundible Mezquita Nueva, parte diariamente el transbordador que hace la travesía hasta Anadolu Kavagi.
Brujas es una ciudad acostumbrada a mirarse en el espejo. De otra forma resulta impensable que haya sido capaz de conservar intacta esa belleza medieval que la convirtió en uno de los centros neurálgicos del comercio en la vieja Europa.
Adornando fachadas de edificios históricos, cincelado en espectaculares chimeneas, enraizado en fiestas populares, retratado en admirables vidrieras e, incluso, en marcas de cerveza. Bélgica no se ha olvidado de Carlos V.
Un isla idílica sin coches en el mar de Mármara que, a lo largo de la historia, ha sido refugio de príncipes venidos a menos y millonarios sin más patria que el dinero. Prohibido utilizar cualquier medio motorizado. Sólo se puede recorrer en carruaje, bicicleta o a pie. Sonaba tan bien que había que acercarse.
“Excursión a Collarada”. Así había encabezado mi padre, en 1944, una cuartilla que ahora parecía incapaz de resistir un soplido: la de su subida a Collarada desde Villanúa, uno de los mayores desniveles del Pirineo. Hacía tiempo que me rondaba la cabeza intentar emularle. Setenta y un años después, había llegado la hora.
Los doce kilómetros de arena virgen de la playa de Cofete, protegidos por una sucesión de montañas que parece levantarse sobre toneladas de hollín, contrasta con la vasta extensión de arena azafranada que le separa del Atlántico.
Zaragoza es una ciudad ensombrecida por los tópicos y por un icono, el Pilar, que históricamente ha postergado, a ojos del visitante, al resto de la urbe. Vamos a buscar a Zaragoza en sus antiguas murallas y, sobre todo, en sus desaparecidas puertas.