“Espero que la niebla despeje”, dijo mi mujer mientras la camioneta aceleraba por la cuesta del Infiernillo adentrándose en las nubes. Precisábamos luz para poder sacar buenas fotos en la ciudad perdida de los indios quilmes.
Cuenta la historia que en la época de la conquista, en el territorio del Tucumán (hoy noroeste argentino), una tribu de indios muy belicosa se oponía férreamente al avance español. A diferencia de sus vecinos norteños que, ante la caída del Imperio Inca habían terminado por aceptar el dominio español, los habitantes de estos valles calchaquíes, los quilmes, querían aprovechar la derrota del Inca para recuperar su antigua libertad.
Llegamos a la zona preservada, previo paso por el museo de Amaicha del Valle (Provincia de Tucumán Argentina), poco antes de la caída del sol; sin duda la mejor hora. Nos alojábamos en un pequeño hotel dentro del recinto, esto nos posibilitaba visitar el lugar cuando los turistas ya se hubieran retirado, e incluso podríamos volver con los primeros rayos de la mañana. Enormes cactus de cuatro y cinco metros de altura llamados cardones parecían darnos la bienvenida.
Subimos la cuesta por pequeños senderos. A ambos lados muros de piedras apiladas delimitaban las antiguas viviendas y defensas de esa ciudad inclinada
España se esforzaba por contener a este grupo rebelde pero desconocían donde habitaban. Finalmente, en 1667 el Gobernador Alonso Mercado y Villacorta dio con ellos. Al no poder de penetrar las defensas que habían construido en las alturas decidió cercarlos. Al cabo de un tiempo los aborígenes debieron rendirse. El castigo por su rebeldía: el exilio.
Dejamos nuestro equipaje en las habitaciones y nos apuramos para caminar por las ruinas con la mágica luz del atardecer. Los cardones y algunos jilgueros eran los únicos habitantes de la zona que parecían empeñados en mostrarnos la belleza del lugar. Subimos la cuesta por pequeños senderos. A ambos lados muros de piedras apiladas delimitaban las antiguas viviendas y defensas de esa ciudad inclinada.
Los quilmes fueron destinados a encomiendas, lo que significaba lisa y llanamente la esclavitud. Su destino estaba a siete leguas de la Ciudad de Buenos Aires, por lo que debieron marchar más de 1.200 kilómetros. Sólo un tercio de la población llegó con vida. Con el correr de los años los quilmes de las encomiendas desaparecieron, ya sea porque murieron o porque en el proceso de catequización perdieron su idioma, sus creencias y tradiciones y, por lo tanto, su identidad. De esa manera los sobrevivientes dejaron de saber quiénes eran. Poco después de la revolución independentista del Virreinato del Río de la Plata se asumió que ya no quedaban indios en la Misión de Santa María de Quilmes y el terreno se destinó a fundar el pueblo de Quilmes, hoy un suburbio de Buenos Aires. ¿Pero donde quedaba la ciudad perdida de estos quilmes en Tucumán? El secreto se lo llevaron a la tumba el gobernador español y los desafortunados indios.
La reconstrucción fue muy cuestionada. La altura de las paredes, las formas de las habitaciones y los dibujos en las paredes no se conocían, debían suponerse
Cuando alcanzamos la parte superior de las ruinas pudimos apreciar la belleza completa del lugar. Frente a nosotros una planicie dominada por cardones. Casi podíamos imaginar a los jinetes españoles acercándose a la ciudad indígena. Unas nubes oscuras aparecieron dándole mayor dramaticidad al escenario.
En 1888 un viajero del norte argentino dio aviso de haber encontrado ruinas en la ladera de un cerro. Cuando los estudiosos llegaron encontraron que la descripción dada por los conquistadores coincidía con el lugar. Estaban frente a las ruinas de la ciudad perdida de los quilmes. Se recuperaron puntas de flecha, cerámicas y demás elementos que daban cuenta del estilo de vida prehispánico. Se dataron restos arqueológicos del siglo X lo que significaba que el lugar fue habitado interrumpidamente por más de 600 años. Pasados los estudios las ruinas volvieron a quedar en paz hasta que el último Gobierno militar decidió que tenía una buena oportunidad de incrementar el ingreso por turismo. Mandó reconstruir las ruinas.
Desde las alturas pudimos apreciar que la parte reconstruida era sólo una pequeña fracción de la superficie total que fue habitada. Aprovechamos las últimas luces para recorrer esas partes. Todo era más salvaje; más difícil de imaginarse el aspecto original, pero más auténtico. El sol se marchó y nosotros volvimos al hotel para bajar las fotos a la computadora, seleccionar las mejores y decidir qué lugares deberíamos volver a fotografiar al día siguiente. Teníamos esa ventaja, por la mañana temprano aún no habría turistas.
La reconstrucción fue muy cuestionada. La altura de las paredes, las formas de las habitaciones y los dibujos en las paredes no se conocían, debían suponerse. Por suerte el dinero sólo alcanzó para hacer una parte de la reconstrucción. Unos años más tarde se pasó todo a manos privadas en una dudosa privatización.
Pero… ¿y que pasó con los quilmes? Resulta que algunos pudieron escapar del asedio y vivieron en las mismas montañas por siglos. Durante mucho tiempo en América ser indio era mala palabra por lo que muchos escondían su origen. En los últimos años hubo un renacer del orgullo amerindio y se conformaron decenas de asociaciones indígenas que buscaban recuperar derechos ancestrales. Los descendientes de los quilmes rescataron una cédula Real que otorgaba este solar a los habitantes de la zona. Esa cédula había sido ignorada por los primeros gobiernos patrios. Así, los quilmes recuperaron recientemente la posesión de su “ciudad perdida”.
Coordenadas: Lat -26gr 27min 53seg, Long – 66gr 2min 11seg
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