El placer de la nada. En Mongolia es posible conducir con los ojos cerrados durante un buen rato. Habíamos dejado atrás Ulán Bator y ya sólo teníamos por delante un horizonte limpio, un paisaje vacío y una sensación de libertad desbordada.
En el sudeste de Marruecos, en la frontera con Argelia, está una de las puertas del Sahara, tierra de bereberes. Es sin duda uno de los lugares más bellos de los que he tropezado en el planeta. Un atardecer perfecto, sentado sobre las dunas. Las fotos hablan por sí solas.
África, a veces, te desespera. Te da y te quita a su antojo. Los horarios son ficción y los compromisos se hacen con sonrisas que no siempre se cumplen. Son cosas de viajes que, por suerte, se suelen arreglar. ¿O no?