Llegamos buscando sol y descanso, pero más fuerte que eso era nuestro deseo de entender el intrigante pasado de esta enigmática isla. Y era Anakena el lugar donde comenzó esta historia con la llegada del primer Ariki hace mil años
La vista de la ciudad rodeada de cerros pendientes impresionantes y cubiertos por una densa selva no puede ser descrita con simples palabras. Antes que intentar hacerlo prefiero incitar al lector a visitar este mágico lugar.
Una cosa llamó mi atención: el naturalista inglés afirmaba haber dormido en una importante casa que ya tenía unos cien años cuando él pasó por el lugar. Rarísimo, porque para principios del siglo XVIII casi no había población en Uruguay y los ranchos de la época eran de adobe.
Me paré en el centro de la plaza, interesado en cómo había cambiado el lugar en esos algo más de 400 años. Sonreí cuando me acordé del papelón que pasó José Moreno Carbonero, el pintor del famoso cuadro.
Está cerca de Buenos Aires, tiene simpáticos restaurantes y mucha historia para ver y sentir, ideal para una escapada. Se trata de un lugar que refleja muy bien lo que pasó en la pampa argentina.
Estaba aprovechando un cortísimo viaje a Río de Janeiro para seguir uno de mis pasatiempos preferidos: comparar un antiguo dibujo con la realidad actual. En mis manos tenía una copia del grabado del artista del Beagle, Augustus Earle, realizado en 1833.
“¿Lluvias en un desierto? No puede ser mucho”, pensé. Seguimos viaje. Quizás me tendría que haber preocupado cuando pasamos por un lugar donde el agua se había llevado parte del camino. Seguimos viaje.