Fueron dos minutos, nada especial, una secuencia rutinaria y en ese rincón del mundo pasó la realidad desmaquillada ante nuestro ojos. Tiene algo de hipnótico el vaivén de gentes, el trajín con que África se desnorta, sin rumbo fijo, sin más horizontes que el de un presidente menos corrupto que el anterior, una estación de lluvias más clemente