Tordesillas: el ocaso de la reina Juana

Tordesillas rebosa historia por todos sus poros. Es de esos lugares que se recorren presintiendo un rico pasado. En esta villa castellana a orillas del Duero donde España y Portugal se repartieron el mundo estuvo cautiva casi medio siglo la reina Juana, llamada “La loca”, arrebatada de desamor y melancolía.
Estatua Reina Juana frente a iglesia de San Antolin

Tordesillas rebosa historia por todos sus poros. Es de esos lugares que se recorren presintiendo un rico pasado. En esta villa castellana a orillas del Duero donde España y Portugal se repartieron el mundo estuvo cautiva casi medio siglo la reina Juana, llamada “La loca”, arrebatada de desamor y melancolía.

El viaje

Las aguas del Duero bajan, a su paso por Tordesillas, preñadas de murmullos de tiempos pasados. Sólo hay que sentarse a escucharlos. Allí, junto al puente medieval, donde la silueta de la villa vallisoletana se recorta en el cielo castellano, el río esparce por la orilla los rumores de una lenta agonía, los lamentos de una reina encerrada en su palacio durante casi medio siglo. Juana I de Castilla llega a Tordesillas en marzo de 1509 con el cadáver de su esposo, Felipe el Hermoso, muerto dos años antes, todavía sin enterrar. Reina sin trono, a sus 29 años lejos estaba de imaginar que su cautiverio duraría 46, hasta su muerte en 1555.

Pero, ¿donde está el palacio donde Juana la Loca lloró su soledad? El viajero tiene ante sí, a un lado, las casas del tratado, donde Portugal y Castilla se repartieron el mundo conocido en 1494, y la antigua iglesia de San Antolín. Al otro, el monasterio de Santa Clara. Entre ambos, la mirada escudriña sin éxito en busca del palacio-prisión de la reina. El drama turístico de Tordesillas es que de la residencia real construida durante el reinado de Enrique III no queda nada en pie. El lugar donde se levantaba, entre la iglesia de San Antolín y el convento de Santa Clara, está ahora ocupado por edificios de viviendas. Otro rey, Carlos III, ordenó derribar el edificio de dos plantas en 1773 porque amenazaba ruina. El silencio de la Historia cayó entonces como una fría losa sobre la memoria de la reina loca.

Musica de órgano para un encierro

¿Dónde rastrear, pues, el drama de la hija de los Reyes Católicos en esta villa? El viajero debe dirigir sus pasos, plaza mayor abajo, hacia el monasterio de Santa Clara, antiguo palacio real de Alfonso XI, de inconfundible estilo mudéjar. Allí, en su capilla dorada, se guarda un realejo, un viejo órgano portátil castellano, que pudo pertenecer a la reina Juana, muy aficionada a la música. En el inventario de sus bienes realizado tras su muerte figura, al menos, un instrumento de estas características, explica la guía de Patrimonio Nacional.

Para llegar al mirador de la iglesia de San Antolín hay que subir los 57 escalones del torreón donde, supuestamente, Juana la Loca se dejaba ver para recordar al pueblo que seguía cautiva.

Pese a la proximidad del monasterio con el palacio de Doña Juana, la reina nunca puso un pie aquí, aunque su mirada debió perderse en multitud de ocasiones entre estos muros, donde yacía enterrado su esposo. El 15 de abril de 1555 ella también fue enterrada en la capilla de los Saldaña, pero Felipe el Hermoso ya no estaba allí. Su cuerpo había sido trasladado a Granada treinta años antes, el mismo camino que seguirían los restos de la reina en 1574 por orden de su nieto, Felipe II. La capilla mayor se puede visitar hoy en día, pero hay que abandonarse al instinto para adivinar la fosa donde estuvo enterrada la reina.

El torreón de Doña Juana

Saliendo del monasterio siguiendo el curso del Duero, el viajero camina delante de los terrenos donde se levantó el antiguo palacio, cuya fachada medía 75 metros de largo, con cierta amargura. En los jardines situados enfrente, que Carlos III cedió al municipio tras la demolición del edificio, no es difícil imaginar la terrible melancolía de una reina que, probablemente esquizofrénica, tendría muchos momentos de lucidez. Rescatada fugazmente del olvido por los comuneros, que quisieron sentarla en el trono e incluso la visitaron en palacio, la derrota de la causa revolucionaria en 1521 añadió un motivo más para dar la espalda a la soberana. El visitante todavía puede observar por sí mismo las huellas de ese olvido recorriendo los aledaños de la plaza mayor, donde las famililas nobles que apoyaron la lucha comunera borraron sus escudos solariegos para no dejar pistas a Carlos V de su respaldo a la reina loca.
Sobre la actual calle de San Antolín, un pasadizo elevado conectaba el palacio con la iglesia del mismo nombre, hoy museo, lo que permitía a Doña Juana asistir a los oficios religiosos sin tener que salir a la calle (de hecho, sólo abandonó el palacio durante unos meses por una epidemia de peste en 1533). La leyenda dice que la reina solía asomarse a la ventana del torreón del templo y a sus pies, los tordesillanos erigieron hace unos años una estatua de Doña Juana, quizá queriendo compensarla por tantos años de olvido.
Para llegar al mirador de la iglesia de San Antolín hay que subir los 57 escalones del torreón donde, supuestamente, Juana la Loca se dejaba ver para recordar al pueblo que seguía cautiva. A primera hora del atardecer, el sol centellea en las tranquilas aguas del Duero y la vista del viajero, como quizá la de la reina cinco siglos atrás, se pierde en la vasta extensión de la meseta castellana, en el cielo velazqueño que invita a seguir adelante. El viento alborota los cabellos e insufla al ánimo una desbordante sensación de libertad que a la soberana, así al menos prefiere imaginarlo el viajero, debía reconciliarle fugazmente con esa vida que no le dejaron vivir.

El camino

Tordesillas está en el kilómetro 182 de la A-6 (carretera de La Coruña), a hora y media en coche desde Madrid.

Una cabezada

El viajero durmió en el hotel Los Toreros (46 euros la habitación doble), pero el municipio ofrece al visitante bastantes posibilidades de alojamiento. Lo mejor es consultar la web turística de Tordesillas, www.tordesillas.net, todo un ejemplo de cómo brindar al visitante una información útil y atractiva.

A mesa puesta

Merece la pena dejarse caer por el Fogón de Santa Clara (Sta. María, 11, muy cerca de la la plaza Mayor) para degustar una paletilla de lechazo al horno con patatas panaderas (18 euros) y regalarse un buen vino de Toro. En los restaurantes del centro histórico los menús oscilan entre los nueve y los 15 euros. Si el visitante se decanta por las tapas, el “bar Figón”, en la plaza Pepe Zorita, tiene una buena barra a precios adecuados (probar las patatas rellenas de bacalao o de carne). Para desayunar, la torta de manzana del “Bar Castilla”, situado justo enfrente del anterior, es deliciosa. Si el viajero quiere llevarse unos dulces típicos, los bollos de hoja y el pan de leche no pueden faltar en su equipaje.

Muy recomendable

Ver atardecer desde la margen izquierda del Duero, en la explanada junto al puente de piedra, es una experiencia inolvidable. Mientras las sombras acechan las casas del tratado y la iglesia de San Antolín, el sol enciende los pilares del puente y la brisa acompaña el murmullo del agua. Tordesillas luce como nunca. Es una mirada cara a cara con la historia.
-Para quien quiera conocer más datos históricos sobre Juana la Loca y Tordesillas es un placer escuchar los comentarios de Pili, la guía de la iglesia de San Antolín.
-Dos libros son especialmente recomendables: ”Vida cotidiana y arte en el Palacio de la Reina Juana I en Tordesillas”, de Miguel Ángel Zalama. Universidad de Valladolid, y “Juana la Loca. La cautiva de Tordesillas”, de Manuel Fernández Álvarez. Ed. Espasa, este último más divulgativo.

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