North Cape, non da, eta ondorioz, Europako

By: Daniel Landa

La esfera armilar apareció a lo lejos, en lo alto de un acantilado, estoica, anunciando el final del viaje, como en un epílogo. “Aquí se acaba el continente, vuelve a casa”, parece decir el cabo más melancólico del mundo. Apenas hay turistas, sólo soñadores y moteros, que éste es un destino para sentirse intrépido, aunque uno se encuentre en Noruega con sus carreteras perfectas.

La esfera que marca la latitud de 71º 10′ 16»N es la representación antigua del movimiento de las estrellas alrededor de la Tierra y precisamente allí, el viajero que descansa los kilómetros del camino puede ver el sol de medianoche que no quiere ocultarse en el horizonte. En el punto más septentrional de Europa el firmamento se vuelve loco: borelaes auroras udazkenean eta udako egun dantza uko bidea emateko gauean. Lekua da arraroa, eta etxe sailkaezin bidaiari zentro bat eraiki. Ez dago hutsik antzerki eta museo bat errege Thai nor iritsi zen kontatzen bat perchance arraro latitude en. Badago devotees for kapera ibilbidea hotz baten amaiera irekia da, eskerrak eman nahi da, eragiten duten hezurrak. Leku honek mundu osoko post gehienak iparraldeko bulegoa, Jatetxea eta denda txiki bat saldu oroigarri beteak hartz zuriak eta keychains North Cape atzera brag hegoaldean. Antzerki-eta hori guztia, museoa, kapera, jatetxea, Gai Bulegoa eta denda- zen erabat hutsik. Ese es el estado natural de Cabo Norte, bakardadea.

En el punto más septentrional de Europa el firmamento se vuelve loco: borelaes auroras udazkenean eta udako egun dantza uko bidea emateko gauean.

Excepto en el solsticio estival, donde los jóvenes aplauden la no-puesta de sol, el resto del año pertenece -como diría el expresidente Zapatero- al viento. El viento sopla con la misma rabia que lo hace en el canal de Beagle, al sur de Ushuaia. Más que soplar, moans, en un lamento que nadie oye de tan lejos que se ha ido a soplar. El mar era gris y el cielo se despedía tristón antes de caer la noche.

Nosotros recogimos el equipo de grabación y nos dimos la vuelta sin poder resistirnos a mirar una última vez a aquella soledad remota, a la esfera metálica que acentuaba su desamparo mientras nos alejábamos y casi se la podía oír decir a los lejos: “eso, volved al sur y dejadme en paz”.

 

 

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