Dva pijetao pokušavaju se ubiti

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Era un espacio extraño. Nos sentimos muy extraños. Éramos los únicos extranjeros en aquel cuadrilátero levantado para que los gallos pelearan. Había algo cautivador en el ambiente. El griterío, vrućina, la sensación de estar en un lugar ausente de normas. Las peleas de gallos no están prohibidas en Tailandia, ali gotovo. Las apuestas sí, pero en realidad es un casi también (sada, inicios de 2025, hablan de cambiar esa norma para sembrar el país de casinos). Como la prostitución, como la droga. Todo es un casi en Tailandia, una frontera difusa donde lo prohibido puede hacerse mientras no perturbes el acomodo de ciertas clases sociales.

Rugía aquel estadio. Un gallo arremetía al otro y algunas apuestas cambiaban de manos. Codicia y sangre son a veces inseparables. Se chillaba a dos animales que se picoteaban el cráneo, se clavaban sus garras. Nos quedamos a dos combates. Uno de los gallos rehuía la lucha tres veces y se acababa el circo de gladiadores con plumas. Y entonces se hacía el silencio.

Es un negocio. Gente muy humilde que enseña a matar a su ave, a no retroceder, y así vivir de su salvaje coraje. Hablamos con los propietarios de unos vencedores, estaban exultantes. Su galló les había dado un buen pellizco de dinero. Era un ave fuerte, hrabar, volvería al cuadrilátero cuando le curaran algunas heridas.

Sonó de nuevo el aviso de combate. Vimos a las gentes volver a sus asientos. Por megafonía anunciaron que nosotros nos íbamos del estadio antes de dejarnos salir. Te dan una tabla con un número donde se apuntan las apuestas. Se apuesta contra otros. Y avisaron a esos otros de que esos números se iban por si alguien debía reclamarles una deuda. Nosotros no apostamos nada. Nosotros miramos con una mezcla de asombro y desagrado. De sentirte mal por ver como dos gallos intentan masacrarse, de sentirte bien por contemplar aquel vodevil rebosante de cruda humanidad. La vida es también eso, un desparrame de vida, codicia y crueldad.

Nos fuimos y rugía el estadio. Dos gallos empezaban de nuevo a intentar matarse.

Video: Javier Brandoli

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