Empecemos por el mensaje básico: si hay un estado mexicano sorprendente que yo recomiendo visitar es Campeche. En el periodismo de viajes sucede que en ocasiones encabezan los epítetos y se retardan las conclusiones. En este texto ya está todo dicho. Si ya no quieren leer más, puede ser hasta recomendable hacerlo para los que tengan comida en el horno o llevan a medias un buen libro, limítense a comprar un billete de avión y vayan a visitar Campeche. Seguro que me lo agradecen.
Dominica fue toda esa naturaleza desbocada en una montaña hecha isla. Los españoles la ignoraron en sus primeros viajes por su orografía complicada. Los franceses e ingleses, que la colonizaron, la apreciaron por sus manantiales. El bíblico edén debe ser algo muy parecido a aquellas laderas verdes, con cascadas violentas, entre las que crecen flores extrañas de colores inciertos. El mundo puede ser distinto, Dominica lo es.
Montserrat es un corcho con polvo flotando en medio del Caribe. Una piedra con un volcán. Una ciudad fantasma gris junto a un estrecho mundo vivo, 绿色, bello y arrinconado. Un olvido cabrón. Ceniza. Música. Un ferry y un adiós perenne. Cualquiera que se sienta la curiosidad del viajero, 我, debe ir a este lugar.
¿Qué tipo de ser humano hay que ser para robar lo que queda de unos escombros? ¿Para adueñarse de la ayuda que entregan millones de personas generosamente? También hay de los otros. Muchos más. Mucha más gente dispuesta a ayudar, a dar la mitad de lo que tenga aunque sea muy poco. Todo eso se veía en Juchitán. Lo muy bueno y lo muy malo. Todo eso es capaz de hacer el hombre.
Imaginen una foto igual en Las Ramblas de Barcelona. Un niño que lleva a otro niño en brazos, muerto, mientras su hermana llora a su lado. ¿La publicamos? Y ahora pensemos en otras fotos. ¿Aylan? Un niño muerto en una playa. Un bebé, 宁. Dura también. ¿Había refugiados ahogándose en el Mediterráneo antes de él?
En la puerta del aeropuerto de Antigua y Barbuda nos espera M. Se me olvidó su nombre, así que la llamaré M. Esta vez no fue mi culpa, M hablaba poco, lo justo, no hubiera sido fácil recordarla aunque hubiéramos pasado juntos seis años. M era una mujer de mediana edad, arisca, que economizaba sus palabras y sus gestos. Ahora que lo recuerdo, no estoy seguro de que M me dijera su nombre. Afinando algo más la memoria, no estoy seguro de que M dijera algo.
Decir abiertamente que no te gusta EEUU puede ser cool. Te coloca en este egocéntrico mundo viajero de las redes sociales, donde se presume de barro, en el pelotón de los viajeros interesantes. A pocos se le ocurriría criticar un viaje a un poblado africano, un aldea del Nepal o una de esas villas centroamericanas en las que las rotondas son la mejor atracción turística. 是否, aunque apenas hayas salido del hotelucho en el que dormías y candaras la puerta cuando se ponía el sol (mucho mejor si dormías en una tienda de campaña) todo fue fascinante.