Elezioni venezuelane: il “recuentodel panadero

“Es que esto es un dictadura, hermano”, prosigue el hombre. “Crea que por estar así hablando si pasara un militar si quiere me lleva preso. Por eso había que cambiar, se non, esto es una ruina… Ve ésta botellita, me ha costado 80 bolívares, no hace mucho costaba tan sólo 5 bolívares.”

Me fui a dormir esperando los resultados. Demasiado lento por tratarse, tal como sacaban pecho, del sistema electoral más seguro y moderno del mundo. La oposición, adelantándose, cantaba victoria, pero el Consejo Nacional Electoral no había anunciado nada. Expectación. Cuando despertó, el consejo aún estaba contando.

Mi alzo, ma non. El consejo ya no seguía contando. Me entero que los resultados fueron anunciados a la una de la madrugada, sin tiempo para celebraciones. Cuando salimos a la calle parece que aquí no ha pasado nada. En Santa Elena de Uairén es un lunes que parece normal. El cielo es azul, está claro, comienza a sentirse el calor del día. Tengo curiosidad por saber cómo se vivirá la jornada postelectoral en un lugar donde he visto que no hay periódicos ¿Sin titulares, cómo va a ver debate?

Una panadería, I, puede compensar esa falta de titulares

Nos vamos a la panadería. Una panadería, I, puede compensar esa falta de titulares, también una peluquería, pero encuentro inútil ir a afeitarme las patillas. Via, justo antes de girar en la esquina, cazo un fragmento de conversación al aire entre dos cambistas de esos que hay en la calle y que compran o venden euros, 20,, reales o bolívares según el caso, “yo seguí la chamba esa por la BBC”, le dice el uno al otro. Pocos pasos más allá, un motorista hace sonar la bocina y levanta el dedo pulgar en señal de victoria a un conocido que cruza la calle. Forse, dopo tutto, no sea un lunes tan normal. Quizá sólo sea un lunes que parece normal, ma non è.

En la panadería veo a mi vecino de mesa con su dedo tintado aún de ayer ¿Le cuesta irse, verità? Le digo a la vez que le señalo el dedo como para romper el hielo. Lo había visto muy serio, cansado y pensativo con su café y un botellín de agua. Tanto que creía que no tendría muchas ganas de hablar. Me equivocaba. En Venezuela les gusta hablar, y más si es sobre las elecciones. "No, que va, y mira que he frotado, pero ¿saben? Una señora me dijo ayer que ella se había puesto esmalte en el dedo, y al llegar a casa se tiró así y se sacó todita la tinta.”

Le pregunto si fue una noche muy larga. “Mucho, demasiado larga, pero al final la espera valió la pena.” Y me explica que dijeron que la oposición había sacado 99 diputados, pero que unos amigos desde Caracas le han dicho que no, que son 113, que aún hay escaños sin asignar que son de la mud (Mesa de la Unidad Democrática; cioè, la oposición).

Es que esto es un dictadura, hermano

“Es que esto es un dictadura, hermano”, prosigue el hombre. “Crea que por estar así hablando si pasara un militar si quiere me lleva preso. Por eso había que cambiar, se non, esto es una ruina… Ve ésta botellita, me ha costado 80 bolívares, no hace mucho costaba tan sólo 5 bolívares.” Le da un sorbo al café, “y lo mismo con esto, fuera de aquí el café pequeño le cuesta 30 bolívares, en Santa Elena, 60 bolívares, el doble.” Se interrumpe para hacer sitio a un conocido que se sienta preguntando “¿Pero ganamos ayer o no ganamos? “ “A mí me dolería que no hubieran suficiente diputados”, exclama a su vez.

Es como si la gente aún continuara votando. Voy escuchando más conversaciones, indicios de que hoy no es un lunes cualquier, aunque lo parezca.

En la frutería, el cajero informa, “le pararon los pies. A ese le dijeron que si había un solo muerto que caía primero él. Eso seguro.” No puedo resistirme y le pregunto que a quién le pararon los pies, “¿A quién va ser? A Diosdado Cabello, la mano derecha de Maduro. Ese es el que paga a los matones. Per fortuna, no hubo sangre. Eso es lo mejor, que no hizo falta una gota de sangre. Y hoy estamos en el primer día del cambio.”

Ese es el que paga a los matones

Será el primer día de un cambio, pero pasando cerca de la gasolinera no se nota ningún cambio. La misma fila de cola esperando. Allí esta Héctor, nuestro amigo taxista. A él también le gusta hablar y le pregunto que qué le parece los resultados. “¡Fantástico! Qué gozada, papa. Y ahora a por Maduro. Los de la Asamblea, con la mayoría, harán un referéndum para botarlo, y luego elecciones para que podamos elegir gobierno. Y eso todo tiene que ser el próximo año.” Se le ve emocionado. Será por eso que al acercarnos en coche hasta nuestra posada hace sonar la bocina del coche “¿Qué, que con la bocina anda más el carro?” Pero me contesta algo que no esperaba, “es que ahí hay comunistas, anda y que se jodan”. Y se ríe.

Non. Definitivamente el lunes parece normal, pero no lo es en absoluto. Menos al ver, nel pomeriggio, las caravanas de coches con banderas que salen a recorrer el pueblo para celebrar la victoria sin que les atemoricen.

Pero qué victoria, me pregunto… Aún no se conocen los diputados exactos de la Asamblea. O 22 sin asignar. Y es muy diferente que la mayoría de la oposición esté en 99 diputados que en 113. Sólo con la mayoría de dos tercios podrán convocar el referéndum con el que decidir si dejan atrás 17 años de chavismo.

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