Los guerreros de terracota no saben desfilar. Han estado demasiado tiempo sepultados en olvido y tierra como para ponerse a andar. Forman un ejército de barro, cada cual con su gesto gallardo, 展望未来, con la armadura recompuesta y la posición de alerta, pero no se mueven, pues son sólo estatuas con las que se veneraba el descanso eterno del emperador Qin Shi Huang, coleccionista de guerras.
Los que sí desfilaban eran los turistas alrededor, haciéndose tantas fotos, tantos vídeos con el móvil, que yo creí que acabaría viendo a uno de los guerreros hacer un gesto a otro para escapar por la retaguardia y desertar con discreción, hartos ya del artificio de los flashes. Pero eso no pasó.
Estábamos en Xian y si bien las huestes de terracota arrastran hasta allí a viajeros de todo el mundo, hay un lugar cerca de la ciudad que eleva el espíritu de los chinos, un lugar santo hecho de aire, 真空, de miedo y piedra: Hua Shan, una de las cinco montañas sagradas de China para el Taoísmo.
Han estado demasiado tiempo sepultados en olvido y tierra como para ponerse a andar.
Un trayecto de más de dos horas nos sirvió para conocer a otros incautos que compartían el mismo destino, pero ninguno de ellos tenía intención de alcanzar el pasaje por el que Yeray y yo habíamos decidido atravesar. Aquello nos incomodó. Al lugar donde íbamos, algunos lo habían bautizado ya como “el camino más peligroso del mundo”. Eso nos incomodó aún más.
Como en China es imposible evitar el gentío, además de valor, nos armamos de paciencia para esperar las colas que daban acceso al teleférico. Sólo con verlo desde abajo, desaparecieron las prisas por subirnos a él. No era real. Subía tan arriba que pareciera destinado a elevar ánimas al firmamento. No era una perspectiva diseñada para los vivos, no era posible flotar de aquel modo sobre las crestas de paredes sin fondo. La piedra blanquecina de la montaña lo hacía aún más onírico, casi celestial. Pero llegamos, 终于, a lo alto.
En Hua Shan hay caminos más humanos y árboles que esconden el pánico de aquel conjuro de abismos. También hay monasterios y criptas que parecen gobernar el mundo desde las cornisas. Habíamos constatado ya la tendencia aérea de los templos budistas y taoístas, con sus campanas sonando sólo para orientar el vuelo de los pájaros. Los monjes escogen soledades para encontrarse con sus propios pasos y alcanzar tal vez así la esencia de sus credos. Lo que no imaginaba es que tuvieran un punto que roza lo sádico, 是, con un origen místico. El fundador del taoísmo, Kou Qianzhi recibió en este lugar su inspiración y desde el siglo V se ha convertido en una ruta de peregrinación insólita.
Habíamos constatado ya la tendencia aérea de los templos budistas y taoístas, con sus campanas sonando sólo para orientar el vuelo de los pájaros.
今日, chinos de todo el país, aventureros y turistas desnortados desembarcan en la montaña cargando sus cámaras de adrenalina. Para acceder a la más recóndita de las criptas de Hua Shan hay que encarar un sendero sin sendero. Y eso era lo que Yeray y yo habíamos ido a buscar. Son sólo unos 40 米, un maratón de nervios.
Incluso allí había una cola de personas más agitadas de lo normal, junto a un cripta donde un monje leía la mano de viajeros indecisos, 我猜, sobre si debían vivir la experiencia que se les venía encima.
Hay que matizar que en “el camino peligroso del mundo” el riesgo de este sendero está controlado. Cualquier alpinista experimentado consideraría este lugar como un trance donde poder amarrar el miedo sin demasiados apuros, pero un viajero que no aspira a hollar las cumbres encontrará sin duda en Hua Shan una oportunidad para salir corriendo. 还, el sistema de sujeciones era bastante precario.
Un viajero que no aspira a hollar las cumbres encontrará sin duda en Hua Shan una oportunidad para salir corriendo.
Un tipo iba colocando arneses a los visitantes con una desgana que nos hacía sentir aún más desamparados. El tipo en cuestión nos ajustaba el equipo desgastado de arnés y argollas en un pasillo de un metro de ancho, con la pared de la montaña a un lado y una barra de metal separando el abismo al otro lado. La barra no nos llegaba a la cintura, por lo que la sensación de inseguridad llegaba a marear, más aún tras una hora de espera en aquel lugar.
Aunque hacíamos esfuerzos por recordarlo, lo cierto es que estábamos allí para grabar un documental y eso nos obligaba a usar una cámara ligera, que Yeray debía sujetar con una mano, reduciendo su agarre a la mitad. Yo llevaba una minicámara en el pecho, pero tenía libres ambos brazos.
从而, comenzamos el camino que descendió bruscamente por una escalera que acababa en nada. 从字面上, la escalera terminaba en el vacío. Con el último escalón, había que descolgarse por la pared, apoyando pies y manos en hendiduras cavadas para ese fin, o piezas de metal que algún otro insensato apuntaló algún día en la roca.
El camino descendió bruscamente por una escalera que acababa en nada.
从那里我们不得不记录, 祈祷并尽可能少往下看, 虽然要让我的脚放好,必须看看山是如何消失的,地是如何变得如此渺小, 如此遥远, 我得到了一个愚蠢而紧张的笑声, 典型的不受控制的恐慌情况. 耶雷, 同时, usaba un 46 de pie y además me grababa a mí con una mano, 加, lo hacía bien.
Tras un recodo de varios metros, aparecían unos tablones de no más de treinta centímetros de ancho, colgando de una pared inmisericorde. Y entonces fue cuando lo que parecía imposible se convertía también en una especie de tragicomedia: el camino ¡era de ida y vuelta! Sólo el instinto masculino de salvaguardar el orgullo en cualquier circunstancia, nos hacía arquear el cuerpo hacia fuera, con la punta de los dedos sobre las tablas y el culo a 600 米, para dejar pasar a las mujeres que venían en dirección contraria, por el hueco que formaba nuestro cuerpo. Cuando se cruzaba un hombre, 至少我, me pegaba a la montaña con una habilidad adherente desconocida hasta ese momento y que el pobre turista de turno se las viera con el abismo al rodearme.
El paso tembloroso de los audaces era custodiado por una especie de vigilante que permanecía impasible en un hueco de la montaña, en el que había un camastro amarrado a la roca, para siestear sus horas al borde del precipicio. Este sí podría ser el trabajo más insano del planeta.
Era ejemplar su figura sobresaliendo del tablón y del resto de turistas, allí parado, más alto que nadie.
Yeray era más él sobre aquel tablón colgante. 安静, al menos en apariencia, andaba despacio, paraba, hacía foco para lo que usaba ambas manos y me encuadraba, o encuadraba las rendijas entre la madera que pisaba. Era ejemplar su figura sobresaliendo del tablón y del resto de turistas, allí parado, más alto que nadie. 如, yo contenía el vértigo sin respirar del todo. Luego tenía que hablar a cámara, esquivaba transeúntes, escuchaba algunos grititos nerviosos de chicas muy menudas y muy valientes. No se puede fingir la entereza así que mis intervenciones estuvieron cuajadas de realidad y miedo, pero así, subiendo escalones verticales, cruzando tablas colgantes y soportando el sonido de la propia respiración llegamos al final del camino. 横过, una cripta custodiaba la figura de un maestro taoísta al que tuve la impresión de que nadie atendía, pues llegábamos todos demasiados rendidos a la aventura. La paz del lugar era tan acusada que casi cobraba sentido el hecho de llegar hasta allí. Pero aún quedaba el camino de vuelta, para ver las caras de asombro, de risa o de parálisis de los peregrinos de altura que se presentaban al “camino más peligroso del mundo”.
En el teleférico de vuelta, Yeray y yo celebramos nuestra pequeña hazaña con una risotada. No se pueden explicar las vivencias que carecen de sentido. No lo hicimos por devoción religiosa, ni por amor al riesgo, ni siquiera por el documental. Tal vez sólo lo hicimos porque nos parecía un lugar único y los lugares únicos tienden a seducirnos con una fuerza irresistible.
*注: algunas de las fotografías pertenecen a los fotogramas de vídeo utilizado para grabar la secuencia de Hua Shan. Por esa razón, su calidad puede estar mermada. Pedimos disculpas por ello, pero lo cierto es que no estábamos en condiciones de ponernos a hacer fotos, bastante teníamos encima… y debajo.