O tren que voa nos Andes

Un mirador de lujo en las «pobres» montañas
Tren de los Andes. Javier Brandoli

El tren de Cusco a Puno atraviesa montañas como entra el cuchillo en la mantequilla. No rueda, flota sobre picos tan altos que el hombre y las bestias apenas emergen acobardados del frío y del viento que allí dominan. El convoy es un espacio para turistas, con sus vagones de postín, su restaurante a la carta y su salón desde el que tomar un licor mientras se intuye que allí fuera hay otras gentes con otras vidas. Un mirador de lujo que permite al viajero ser voyeur de las tierras y costumbres andinas. Los Andes son una patria, y sus gentes desconfiadas y reservadas, se visten con sus ropas tradicionales y salen a vender sus mantas y sus paños, sus comidas y lanas, cuando escuchan que otra vez aparece el tren de las montañas. Y todo cobra sentido porque todo, capricho del turista, es armoniosamente bello en ese vodevil.

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