Cada vez que me sumerjo en este mar turquesa siento un insólito placer y tengo la sensación de que el universo me está regalando algo, una caricia de mar, de silencio, de paz.
Mucho tiempo ha pasado desde los días dorados de los colonos en Kenia, pero aún deambulan por ahí los fantasmas de estos personajes que dejaron sus almas entre los bosques y los valles de este fascinante país.