Passei uma semana me escondendo dos pacientes e escrevendo toda vez que tenho um momento livre. Eu me escondo no porão do hospital, cercado por velhas macas e cadeiras de rodas, y desde aquí os cuento que he seguido recopilando creencias sobre la locura, sobre la vida y sobre la muerte. Ahí van:
1.La locura es un acto de venganza. E Kibera se ha extendido la creencia de que los locos han matado a alguien, y es el fantasma del muerto el que se sienta en sus cabezas y les arruina la vida para siempre. «Kiti cha pepo», dicen en swahili (el asiento del espíritu es la cabeza del loco). Por eso les abandonan y no se acercan a ellos. Por eso la locura es castigada.
Es el fantasma del muerto el que se sienta en sus cabezas y les arruina la vida para siempre
-Si te fijas en ellos –me cuenta James– ven siempre a gente que nosotros no podemos ver. Se refieren a los espíritus de gente que han matado, que les persiguen para lograr que se quiten la vida. Ése es el objetivo, matarles desde la muerte.
-¿Qué ocurre con aquellos que no han matado a nadie? –le pregunto.
-Si no han matado a nadie es que han hecho alguna otra cosa terrible y Dios les está castigando.
-¿Y si te digo que la locura es una enfermedad?
-Dices eso porque no has visto lo que he visto yo. Una cosa es estar enfermo y otra es estar maldito. Nosotros sabemos la diferencia, sabemos el pasado de la gente.
Una cosa es estar enfermo y otra es estar maldito. Nosotros sabemos la diferencia
2.-¿Los fantasmas que ves son blancos o negros? –le pregunté a Nicholas, uno de los trabajadores del hospital que vive en Kibera, y que me asegura que los fantasmas existen.
-Son transparentes –dijo él.
-¿Y qué hacéis para libraros de ellos? –seguí indagando.
-Cogemos un tubo de plástico, compramos gasolina, hacemos un agujero en la tumba del espíritu, metemos la gasolina y quemamos el cuerpo. Entonces el espíritu desaparece.
¿Los fantasmas que ves son blancos o negros? –le pregunté a Nicholas
3.Me encontré con un curandero que asegura curar el sida por el módico precio de 352 shillings, unos tres euros y medio. ¿El método? Pagas, rezas una oración durante los tres siguientes días, y jamás vuelves a su casa, porque la enfermedad se queda ahí. Si vuelves, si te quejas, la enfermedad vuelve a ti.
4.Estaba conversando con una pareja de médicos del hospital mientras cenábamos. Uno de ellos dijo: «Deberíamos dejar de admitir pacientes psiquiátricos, son peligrosos, lo mejor que podemos hacer es cogerlos y dejarlos en la puerta, se desorientarán y se irán».
-Pero eres médico- Eu disse:.
-Y ellos tienen una locura que viene de la magia –contestó.
No escuchaba, había entrado en pánico y empezó a gritar que alguien le había arrancado los ojos
5. Wilson bebe «chang’aa» (que significa literalmente “kill me quick” o “mátame rápido”) desde los doce años. Acaba de cumplir 25, pero aparenta fácilmente 40. La bebida de la que hablamos está hecha con productos muy tóxicos, a veces utilizan incluso pilas para que fermente la mezcla. Una de las noches que se reunió para beber con sus amigos, se fue la luz. Empezó a ponerse nervioso y a gritar que no veía, que se había quedado ciego, mientras sus amigos se reían de él. «Sólo se ha ido la luz, estás borracho», le decían.
Wilson no escuchaba, había entrado en pánico y empezó a gritar que alguien le había arrancado los ojos. Para demostrarlo empezó a clavarse un palo de madera. En ese momento uno de los amigos empezó a gritar que Wilson estaba poseído. Todos salieron de la habitación y le dejaron solo. Wilson perdió sus dos ojos aquella noche bajo un episodio de esquizofrenia aguda. Si sus amigos le hubieran cogido y le hubieran llevado a un centro de salud, se podría haber evitado.
Su madre no le deja entrar en casa, así que se le puede ver vagando por Kibera, donde ya no tiene amigos y donde los niños le tiran piedras. Si le preguntas a Wilson qué le ha pasado, te dirá: «Que he sido malo».