Hay dos lugares, Hobatere et Grootberg Lodge, desde los que la vida salvaje se contempla desde un balcón de madera y roca. De là, des terres habitées par les tribus de boue qui ont résisté au désert, les hommes et les bêtes se réveillent avec la difficile tâche de survivre. Este es el relato de un viaje en tiempos de pandemia por las tierras secas del sur del sur de la mano de Journeys Namibia.
En Namibie, una enorme franja de tierra vertical bañada por el océano Atlántico, apenas llueve. Dos desiertos colosales de nombre evocador, Namib y Kalahari, que ocupan la mayor parte de su extensión, impiden a las nubes acercarse desde el mar. Y en las últimas dos décadas la sequía, probablemente a causa del cambio climático, se ha recrudecido.
A consecuencia de sus exigentes condiciones de vida, Namibia es el cuarto país más despoblado del mundo, solo después de Mongolia, Australia e Islandia. Para hacerse una idea baste compararlo con España: con casi el doble de superficie, tiene una población de 2,5 millions, mientras que la nuestra es de 47.
Por todo ello, cada día que pasa en este país supone una lucha por la supervivencia entre hombres –en su inmensa mayoría pastores y agricultores- y fauna animal -sistemáticamente diezmada en las últimas décadas por el hambre, la sed y la falta de territorios en los que expandirse.
Todo esto nos lo cuenta Tammy Hoth Hanssen, creadora de Namibian Lion Trust, una Fundación empeñada en la supervivencia del león, el rey destronado que ha perdido en toda África el 90% de su población desde que entramos en el siglo XXI: “No hace mucho había más de 200.000 leones en el continente. No quedan, aujourd'hui, más de 20.000”.
No hace mucho había más de 200.000 leones en el continente. No quedan, aujourd'hui, plus 20.000
¿Y cuál es el principal depredador del león? Homme, cours. La ecuación es sencilla: llega la sequía y los animales que sirven de alimento al felino (impala, orix, cebra…) emigran en busca de pastos verdes. Lions, poco acostumbrados a las largas travesías, no encuentran alimento y se acercan peligrosamente a las tierras donde los hombres pastorean vacas y cabras. Si las encuentran desprotegidas se dan un festín épico, ganándose la sed de venganza del ganadero en cuestión, a quien acaban de destrozar su modo de vida. Après, el poder del hombre. Se tienden trampas, se atrae a la bestia hacia los rifles, se extermina al “rey”. Jaque mate.
No juzguemos. ¿Quién no temería a un león hambriento? ¿Quién no estallaría de ira viéndole devorar las vacas que son el sustento de su familia? Muchos de nosotros, acomodados occidentales, podríamos preguntarnos: ¿Y por qué no guardan al ganado en establos vigilados? Muy sencillo de pensar, imposible de hacer. Tammy lo explica: “El suelo en esta parte del mundo es tan poco fértil, que una vaca necesita, de media, 25 hectáreas para alimentarse. En zonas donde llueve algo más, quizá con 12 hectáreas vale. En vuestro mundo, 20 vacas se alimentan en una hectárea de terreno. Et sur le dessus, parte de ese pasto se comparte con oryx, Zèbres, gazelles, y el suelo, sin lluvia y con ese nivel de pastoreo, deja de crecer y muere”.
Así que un ganadero que tenga, pongamos, 200 vaches, necesita 5.000 hectáreas de media para su supervivencia. Ahora a ver quién es el guapo que cada día las lleva a decenas de kilómetros de distancia y cada noche las trae de vuelta a casa. Sería imposible. Así es que los animales pasan largas temporadas en terrenos desprotegidos y sin que nadie las vigile.
Los leones o leopardos entran en los cercados mal construidos y matan decenas de ellas porque muerden y muerden
Y el círculo de privación y muerte se estrecha con la falta de agua. Los datos que da la directora de la Fundación para la conservación del león son demoledores: “Tenemos más ganado que el que podemos conservar. Nuestras tribus, los himba, los herero, deben aprender cuánto ganado realmente pueden mantener, ¿1000, 500, 200 têtes? El clima nos está enseñando que el ganado no puede sobrevivir en estas circunstancias. Hace unos días hablaba con un ganadero que me decía que hace un año tenía 250 cabezas de ganado y en un año por la sequía han sobrevivido sólo 20. Ahora han descubierto que las cabras aguantan más y, con el poco dinero que tienen, se han lanzado a comprar miles de ellas. Y eso acabará siendo otro problema. Contener un rebaño de cabras es muy complicado. Los leones o leopardos entran en los cercados mal construidos y matan decenas de ellas porque muerden y muerden, aunque sólo se coman dos. La gente pierde 50 cabras en una noche que valen entre 50 et 500 dólares namibios por pieza, que es muchísimo dinero”.
El turismo, la gran oportunidad
Tammy Hot nos cuenta esto mientras estamos confortablemente sentados en un rincón del paraíso llamado Hobatere Lodge, en cuyo desarrollo y explotación participa la Fundación que dirige. Nos cuenta que ella es la cuarta generación de ganaderos emigrantes de Europa. Y que hace años que entendió que, si Namibia acaba con la fauna animal que vive en libertad, se resentirá el turismo y con él, la esperanza de un futuro mejor.
Aujourd'hui, explique, aún quedan muchos animales salvajes que viven en libertad. Los límites vitales de muchos de ellos están constreñidos en el magnífico parque nacional de Ethosa, pero la aspiración de esta Fundación es que los humanos aprendan a convivir sin tener que confinar a los animales.
El turismo es un maná de doble vía: d'un côté, favorece las donaciones que muchos de los visitantes hacen a proyectos africanos cuando retornan a casa. Por el otro, demuestra que es posible otra forma de vida eficaz y sostenible, más allá del pastoreo de ganado. Por eso cree que, “si los animales salvajes acaban encerrados en los parques nacionales será un gran fracaso”.
Si los animales salvajes acaban encerrados en los parques nacionales será un gran fracaso
Por de pronto, su fundación organiza charlas, distribuye información, se reúne con ganaderos, trata de conseguir adeptos. Et, comme, marcan con gps a algunos leones para aprender de sus hábitos y encontrar la manera de protegerlos mejor.
Alors, el Lodge de Hobatere que co-gestiona ofrece safaris (diurnos y nocturnos) en unos terrenos magníficos para disfrutar de la naturaleza y ver de cerca y poder estudiar a los animales salvajes. Et même, si se tiene un poco de suerte, poder fotografiar al ahora necesitado de protección rey de la selva.
Para cerrar el apartado de sugerencias turísticas, apunten, aquellos a quienes tiente Namibia, y que posiblemente hayan anotado mentalmente el Lodge de Hobatere como posible destino, otra sugerencia de similar calibre: L' Grootberg Lodge. Ambos están en la tierra de los Damara, ligeramente al suroeste del Parque Nacional de Ethosa.
Un mirador del desierto
Este alojamiento especial, con precios accesibles, está asentado en la parte alta de una meseta basáltica desde cuya piscina disfrutarán de unas vistas colosales y desde donde podrán partir a sendas excursiones en busca de los elefantes y de los leones del desierto.
Y créanlo, valeur. Los elefantes han sido capaces de adaptarse a un entorno agreste en el que han de comer menos y tienen menos agua para beber. Y lo han conseguido a pesar de estar cercados por el ser humano y por la falta de recursos.
Bernardus Guibeb, Bob, un guía de 58 años que trabaja en conservación, nos habla en susurros de la inteligencia de estos animales mientras los observamos alimentarse a escasos metros de nosotros: “A veces, cuando tienen mucha sed y no encuentran agua, entran a los poblados de los hombres y tiran abajo los depósitos para saciarse. Mais, nunca atacan a los hombres, pasan al lado de las casas y las rodean sin apenas hacer ruido. Son perfectamente conscientes de que allí hay seres vivos a los que no quieren dañar”.
Nunca atacan a los hombres, pasan al lado de las casas y las rodean sin apenas hacer ruido
Mientras nos dice esto hay un elefante que se ha separado de los demás y se ha acercado más que ninguno. No nos quita la vista de encima: “Es la matriarca, hace mucho rato que sabe que estamos cerca y nos vigila. Si hiciéramos algún movimiento extraño, atacaría”. Acobarda imaginarse atacando a semejante bicho. No lo hacen, ellos retornan a sus riscos indómitos a protegerse del hombre y nosotros pasamos el día circulando por un desierto al que las milagrosas lluvias han teñido de verde y amarillo. Damaraland, esta parte de Namibia, es un un mundo seco de arena y roca en la que nada parece estar del todo muerto ni estar del todo vivo.
Hasta aquí este relato de vida salvaje y propuesta viajera, que para eso somos una revista de viajes con historias. Pero Namibia tiene mucho más. Par exemple, las cataratas de Epupa, al norte ya, casi en la frontera con Angola. O Costa Esqueletos, donde el océano y el desierto se abrazan y que recibe ese nombre por la cantidad de barcos naufragados en tiempos pretéritos. O la ciudad pesquera de Walvis Bay; o Cape Cross, el hogar de decenas de miles de focas – sin exagerar-, que pueden ser contempladas por el turista en la más absoluta exclusividad; o el cañón del Fish River, o los pueblos de tribus ancestrales de bosquimanos, himbas, damaras, básters…
Mais, parafraseando a Michael Ende, esas son otras historias, y tendremos que dejarlas para otra ocasión.