Queensland, noreste de Australia. Es un vasto y extenso territorio que abarca más de 2.000 kilómetros de costa. Salimos en un viejo Suzuki desde Sidney sin saber muy bien cuánto tiempo íbamos a tardar en llegar a nuestro punto final: Cairns, el paraíso del buceo. Me habían hablado de la enorme barrera de coral que adorna el fondo de un mar cristalino. La más grande y espectacular del mundo. En Sidney, donde todo funciona con precisión suiza, me parecía estar en una ciudad un tanto aburrida y plastificada; no lograba encontrar un ápice de aventura entre tanta modernidad y gente educada con aspecto británico. Una vez vista la Opera House y sus adyacentes puertos deportivos, era momento de salir hacia el norte.
Fuera de Sidney, las carreteras seguían siendo modernas y perfectamente asfaltadas. De otro modo no hubiésemos podido recorrer los casi 3.000 kilómetros hasta Cairns. Mirando un viejo mapa de papel arrugado (este viaje lo hize bastantes años antes de la era google maps, google images y los gps) vi que pronto nos daríamos de bruces con un lugar llamado Brisbane, surfer´s paradise. Comenzé a imaginarme una playita tipo las que había visto en la tele de cría con Elvis tocando la guitarra, en Hawaii, y con fornidos surfistas contoneándose sobre coloreadas tablas de surf cogiendo olas redonditas y espumosas… En eso estaba cuando a los lados de la carretera comenzaron a aparecer horripilantes edificios de cincuenta pisos. Habíamos llegado a Brisbane en The Gold Coast. ¡Esto parecía Torremolinos en pleno mes de agosto! Salimos de allí pitando y seguimos carretera hacia el norte.
Habíamos llegado a Brisbane en The Gold Coast. ¡Esto parecía Torremolinos en pleno mes de agosto! Salimos de allí pitando
Unos kilómetros más adelante vimos cómo se detenía un gran autobús. De él bajaron montones de japoneses, cargando pesadas cámaras fotográficas. De súpeto, y sin aviso, comenzaron a echar fotos y fotos a una espantosa edificación con forma de piña. Paramos para ver qué era eso tan interesante que fotografiaban entusiasmados estos turistas. Entramos en la piña de plástico. Dentro había un restaurante barato. Resultó que cada cierto número de kilómetros se han construido gigantes frutas o verduras de plástico. Donde se cultiva tomate, pues un tomate gigante con su restaurante y tienda de souvenir dentro; mesmo onde crecen bananas ou allo-porro… Volvemos saír á carreira e na esperanza de non atoparse de novo con autobuses cheos de turistas. Cando a noite caeu, paramos a descansar cerca de Proserpina.
O día seguinte, colleu o coche e ir andando. Aínda tiñamos case dous mil quilómetros de ruta. Solitario atravesou unha rúa aldeas onde todo o que tiña era un bar e bólas xigantes como o cabelo e po que rodea a lama branda empurradas polo vento. Unha barra homes faltaba só esporas nas botas eo cabalo na porta para ollar como se estivésemos no oeste americano. A temperatura non era inferior a 40 graos.
A los hombres del bar solo les faltaban las espuelas en las botas y el caballo en la puerta para parecer que estábamos en el Oeste
Más cerca de la costa, as praias, bañadas por el oceano Pacífico, eran ahora interminables y de arena fina. Habían desaparecido los edificios ostentosos.
Por fin llegamos a Cairns. Varias calles distribuidas desordenadamente ofrecían alojamiento barato y excursiones en barco a la barrera de coral. Carteles con diferentes ofertas y viajes a variadas zonas de la barrera lucían por todos lados. Descansamos una noche y a la mañana siguiente nos montamos en un pequeño barco que zarpó con unos diez turistas rumbo a alta mar. Na estrada, un hombre nos iba dando las indicaciones de cómo colgarnos las botellas y los cinturones; cómo respirar con el plástico metido entre los dientes; cómo sacar el agua de las gafas bajo el mar y qué signos hacer para comunicarnos bajo el agua. Si sentíamos que algo iba mal, poner el dedo en señal de OK pero al revés y ellos nos sacarían de allí.
También nos avisó de que veríamos muchos tiburones, pero que no nos preocupásemos porque no eran peligrosos. Ahí empecé a dudar si realmente quería descender a las profundidades del mar o si no sería mas prudente hacer snorkelling y verlas desde arriba felizmente. Afortunadamente, todavía no se había filmado aquella terrorífica película, Blue Waters, basada en una historia real donde dos turistas americanos son olvidados por el barco en el fondo del mar, alí, en Cairns.
Fomos avisados que veriamos moitos tiburóns. Eu comecei a dubidar se realmente quería baixar ás profundidades do mar
Pasamos por varias atois, anacos de area cutucando os cumios. Logo, o barco parou e tivo que saltar na auga, atrás. Eu non podía volver atrás agora, despois de viaxar 19.000 quilómetros de avión e máis de 5.000 conducir. O arrecife non é marine moi profundo, afortunadamente, xa que os corais non conseguen sobrevivir ademais dunha certa profundidade. Así, co corazón na boca, Eu mar freelance.
O que vin logo mantívose na miña memoria para sempre. É difícil atopar as palabras certas para describir un sentimento especial. Mergullo está voando por baixo do chan. Moverse sen esforzo e en cámara lenta nun mundo completamente descoñecido, onde é un convidado nun mundo de carpa, paredes de area, ventos de auga.
Mergullo está voando por baixo do chan, moverse sin esfuerzo y a cámara lenta en un mundo absolutamente desconocido
Todo un mundo lleno de misterios se abría ante mis ojos, que no sabían bien ni hacia dónde mirar, porque a cada lado había una sombra nueva, una familia de peces amarillos, verdes, rosas moviendose tranquilos, casi rozándome. Un pez manta saliendo de debajo de una roca y echándose a volar, una serpiente marina entre la arena, una ostra gigante cubierta de un manto de terciopelo morado con motas rojas. De pronto un valle muy profundo. En cuestión de segundos has bajado volando, vuelves a subir sin apenas esfuerzo, no hay gravedad, flotas en un mundo de colores. El silencio es total, solo interrumpido por tu propia respiración.
El mundo en el que vivimos es grande, extenso y misterioso, pero el que está en las profundidades del mar, máis. Esperemos que permanezca así durante milenios.