(A foto pertence a un vello cemiterio abandonado. Un lugar de sepulturas que os veciños non quere entrar ao medo. A morte é parte da vida desta comunidade)
En dous días vin dúas persoas arrepío de pánico. Eu penso que tanto podería morrer, eles tamén. O seu corpo tremía para impresionar a súa aparente fraxilidade… Natureza en África é difícil, condicións de tratar con isto tamén.
O pasado xoves eu estaba sentado na porta dun bar, cando oín berros desesperados dunha rapaza. Teño alarmado e viu un novo deitado no chan e un home que trata de calmala ao teu lado. Ela chorou eo seu corpo convulsionou no chan. Eu tiven un ataque de pánico. "Fun mordido por unha serpe, Fun mordido por unha serpe ", chorou. Tentou calmala, levantou a perna e intentou ver se el fora mordido. Tremía e choraba sen conseguir entender nada. "A serpe, unha cobra ", decía entre un llanto desesperado. Comencé a gritar para que viniera más gente a ayudarla.
"Fun mordido por unha serpe, Fun mordido por unha serpe ", chorou
La llevamos a un sofá entre varias personas. Yo pensaba que quizá le quedaban minutos de vida. Si le hubiera mordido una mamba la vida podía estar acabando para aquella mujer. Tan simple, tan real. Ella sabía eso y su cara estaba desencajada como un puzle al que le faltan piezas. Temblaba, temblaba todo su cuerpo con espasmos. Una mujer pidió leche mientras intentaban calmarla. “La sangre fluye más rápido, y con ella el veneno que lleva dentro, cuando te alteras”, explicado. Le echaron leche por la pierna para ver si había alguna mordedura. No la había. Como, su amigo le hacía un torniquete en el muslo. "Non, no ha sido mordida”, concluimos.
Ella seguía sin creer. Sus hombros de balanceaban y sus ojos se hinchaban. “No te ha mordido”, le explicábamos y ella conseguía poco a poco fijar la mirada en una pierna que no se inflamaba. “Ha pisado a la serpiente y esta le ha subido por el tobillo”, relataba su compañero. No la había mordido, sólo la había rozado y con esa fue suficiente para que aquella mujer entrara en un total pánico. No olvidaré sus ojos, su cara de terror, su cuerpo descontrolado por espasmos de miedo. Es duro pensar que te ha podido pasar algo que te condena a vivir unos pocos minutos más de vida. Unos minutos… y el fin.
No olvidaré sus ojos, su cara de terror, su cuerpo descontrolado por espasmos de miedo
A la mañana siguiente cogimos un barco para ir a la Isla de Bazaruto. Llegamos a una playa de pescadores locales que cargaban cajas y cajas de sardinas que habían pescado con sus redes y secaban bajo un imponente sol. Aquella playa es espectacular, larga, eterno, rodeada de altas dunas de fina arena y arbusto. estabamos sós, allí no van turistas, en medio de una población que nos miraba con curiosidad.
Entonces dos chicos jóvenes gritaron “socorro, socorro”. A su lado empezaron a gritar también unas chicas. Miramos al mar y vimos a lo lejos una embarcación que había volcado, sólo se veía la vela y los gestos lejanos de auxilio de unas personas. Nos abalanzamos a toda prisa sobre nuestra motora y salimos a rescatarlos. Unos minutos después nuestra embarcación llegaba hasta la vieja barca hundida.
El único soporte que le mantenía enganchado a la vida estaba hundiéndose. No sabía nadar
Sobre la madera había un niño, no tendría más de cinco años, que temblaba de miedo y llanto junto a otro joven de no más de 20 anos. El pequeño estaba en pánico. El único soporte que le mantenía enganchado a la vida estaba hundiéndose. No sabía nadar. Lloraba. Subimos a los chicos a nuestro barco y remolcamos el viejo madero hundido. Ao meu lado, Majine, un musulmán que nos había invitado a conocer aquellos terrenos, dito: “Dios es grande, Dios es grande. Nos ha mandado aquí para salvar la vida de esas personas”. Así era. Fue la casualidad la que mantiene a ese niño con vida. Si nosotros no hubiéramos llegado a esa playa en ese exacto momento, el asustado crío estaría quizá muerto en el fondo del Índico. Otro proyecto de pescador que muere prematuramente ahogado allí sin ceremonia que le recuerde. Otro más y otro menos. Otro que no tuvo la suerte de una barca rápida que lo rescatara del fin.
PD. Las cobras, muy numerosas en Mozambique, matan gente. Probablemente la frecuencia de muerte es menor que la que ocurre con los accidentes de autobuses, pero el miedo a estos reptiles es muy extendido entre la población. Uno no sube a un «chapa» (bus) y piensa que puede morir, pero sí que andando por el campo puede fallecer por la mordedura de una serpiente . Hay también población que pese a vivir cerca del mar no sabe nadar y fallece en estas aguas.