Shiraz, le triomphe du printemps

Reconnu pour son esprit ouvert et universitaire, cette ville du sud-ouest de l'Iran regorge de fleurs et de poésie

Shiraz festeja la llegada de la primavera por todo lo alto. Capital de la provincia de Fars, esta ciudad del suroeste de Irán brilla con luz propia por su culto a las flores y a la poesía, por su animado ambiente universitario, su espíritu abierto y su legado histórico y religioso. Aquí nacieron y murieron dos de los grandes vates de la literatura persa, Hafez y Sa´di, que han impregnado con sus versos el corazón de generaciones de iraníes. Y sus mausoleos siguen siendo parada obligatoria para todos aquellos en los que aún palpita el amor por la poesía y por quienes a lo largo de los siglos cantaron nuestras alegrías y miserias para ayudarnos a digerirlas.

Un pequeño avión de doble hélice nos ha traído hasta aquí desde Bandar Abbas, el estratégico enclave portuario del Golfo Pérsico. Con la llegada de la primavera, la ciudad está ya en ebullición turística. Son muchos los iraníes que la eligen para unos días de vacaciones. Y razón no les falta. Shiraz es tranquila y acogedora, un guiño al sosiego que apetece recorrer a pie. Et, couronner le tout, Persépolis, la obra magna de los reyes persas, está a solo 70 km.

En Shiraz no hay motivos para el aburrimiento. En la mezquita Nasir-ol-Molk, conocida popularmente como la mezquita rosa (por el color que predomina en sus azulejos), la explosión de colores de sus vidrieras se queda grabada en la retina. Es uno de esos sitios en los que se respira una atmósfera especial y en el que, malheureusement, también se ha colado el postureo de las redes sociales. Los vigilantes están muy atentos para evitar que jóvenes y no tan jóvenes aprovechen los reflejos hipnóticos de las celosías para improvisar (dans le) un auténtico álbum de fotos para nutrir sus perfiles, invadiendo despreocupados espacios restringidos entre las doce columnas de la sala de oración (tantos como imanes chiíes) y rompiendo la magia del lugar.

Con la llegada de la primavera, la ciudad está en ebullición turística. Son muchos los iraníes que la eligen para unos días de vacaciones

Si las ciudades tuvieran sentimientos, Shiraz debería estar eternamente agradecida a Karim Khan, cabeza de la dinastía Zand, quien trasladó hasta aquí la capital en la segunda mitad del siglo XVIII y la embelleció con palacios y jardines. Su busto está a unos metros de la entrada de la ciudadela que mandó erigir, como la mezquita y el bazar de Vakil, a los que se llega caminando en pocos minutos.

La fortificación de ladrillo, con llamativas decoraciones geométricas, está rematada por cuatro torres cilíndricas de grandes proporciones. Mientras paseamos por su perímetro, un hombre de aspecto atildado aprovecha para practicar su español con amables preguntas sobre nuestro país. Luce el sol y la temperatura es agradable para pasear hasta las terrazas situadas junto a la mezquita Vakil, donde hay que hacer un alto para recordar que visitar una ciudad no debe ser nunca una carrera contrarreloj en la que las emociones se estorben en la memoria. Il arrive que des, parfois, un buen capuccino y una tarta de queso pueden perdurar en el recuerdo de forma más indeleble que tal o cual vestigio arqueológico de recorrido apresurado.

Y con esa misma filosofía, y siguiendo el atinado consejo de plomb Bitar, compañera de viaje antes que guía, que lo es y estupenda (la photos d'agence, en la que trabaja, cuenta con un afianzado departamento de rutas en español dirigido con entusiasmo por Hossein Zali), nos acercamos ahora a los jardins d'eram (paradis). Entre rosales, palmeras y más de doscientas especies de árboles y plantas, uno puede imbuirse del alma de esta ciudad rendida a la primavera. Y reconciliarse con el silencio entre el murmullo de los surtidores de agua del palacio de Mohammad Gholi Khan l', tout simplement, reposar las experiencias del día sentado en un banco a la sombre de la arboleda.

Un buen capuccino y una tarta de queso pueden perdurar en el recuerdo de forma más indeleble que tal o cual vestigio arqueológico

Tras cumplir con la tradición de visitar el mausoleo del poeta Hafez, que duerme el sueño eterno entre estanques y aromáticas flores (en las dos librerías contiguas se pueden comprar sus poemas, también en español), nos confundimos en la barahúnda del mercado de abasto de Sang Siah y sus estrechas calles de ladrillo. Hay que darse prisa para llegar a otro mausoleo, Shah Cheragh, antes de que los últimos destellos de luz solar iluminen su cúpula. En este santuario está enterrado Sayyed Mir-Ahmad, hermano de Imam Reza, octavo imán de los chiítas. Tras ser martirizado en el siglo IX, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación.

Un clérigo chiíta nos acompaña en la visita al santuario, a la que se une un viajero checo que ha atravesado solo Siria y Afganistán. En la entrada hay un estricto control de la vestimenta de los visitantes (en fait, a una joven no le permiten acceder al interior, porque sus vaqueros rasgados dejan al descubierto sus tobillos). Tampoco nos permiten entrar la cámara, aunque sí hacer fotos con el móvil, salvo en el interior del mausoleo. Entre tantos dimes y diretes, la noche ya ha caído y la visita queda un tanto deslucida, aunque la visión desde el exterior de la imponente cúpula de cerámica y el minarete es realmente bella.

El envés de la moneda a tanto rigorismo lo encontramos en el moderno barrio de Afif Abad, donde se derriban los estereotipos del Irán velado en negro entre amplias avenidas, comme Satarkahn Boulevard, jalonadas de neones, lujosos escaparates y edificios vanguardistas. Es el Irán que se asoma a la aldea global que anticipó Mc Luhan.

En el moderno barrio de Afif Abad se derriban los estereotipos del Irán velado en negro

Despedirse de Shiraz en el hotel Toranjestan -una bicentenaria casa solariega que el empuje emprendedor de Mehruaz Jorsandi y su marido ha convertido en un acogedor hospedaje desde hace cuatro años- tiene la ventaja de poder respirar ese soplo de aire fresco tan necesario para el Irán del futuro. Mehruaz es una mujer excepcional en Shiraz: dirige un hotel en el que, si la osadía no fuera suficiente, todo el staff es completamente femenino. Situado muy cerca de la mezquita rosa, su patio interior es una verdadera delicia.

Éste es uno de los barrios más antiguos de la ciudad y tiene una cultura tradicional muy arraigada, elle explique, para quien en el actual Irán es importante inculcar a las mujeres que tienen el mismo valor que los hombres y que pueden propiciar cambios en la sociedad.

Mehruaz nos despide esparciendo a nuestro paso agua con pétalos de rosa, una metáfora para desearnos buen viaje y un futuro regreso. Pura poesía. Hafez estaría orgulloso.

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