De Hokkaido a Kjoto: horizontalna sreća

Po: Alicia Sornosa (tekst i fotografije)
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Llegar a Japón no ha hecho más que abrir mis sentidos de nuevo. Napokon (después de atravesar Rusia) veo orden y limpieza. Dodatak, me gusta conducir por aquí. Mi único problema es no despistarme, ya que se conduce por la izquierda.

Entrar en el primer ferry que me transportaba de la isla rusa de Sakhalim a la isla japonesa de Hokkaido fue toda una experiencia. Por vez primera me descalcé y viví la sensación de pisar un tatami de verdad. Es delicioso poner los calcetines sobre una superficie semirígida, fresca y limpia. Las esterillas de bambú con que confeccionan los tatamis son una gozada para los pies. El tacto se activa, la vista se agranda: todo es suave y lineal. ¡Viva la horizontalidad japonesa!

Por vez primera me descalcé y viví la sensación de pisar un tatami de verdad

El viaje dura unas ocho horas sobre el suelo del tatami, con una suave manta inmaculada y un pequeño almohadón cuadrado forrado en cuero. La extrema educación de los japoneses choca con la ruda manera de ser de los rusos, tako blizu, a opet tako daleko. La filosofía de vida es diferente.

Ranije, los rusos quisieron conquistar estas islas niponas. Lo intentaron una y otra vez, pero siempre fracasaron. Les fue imposible cruzar el Mar de Japón; no fueron capaces de construir naves ligeras pero fuertes y sus naves se hundían sin ver tan siquiera la tierra del otro lado. Llegó un tiempo en que desistieron. Hicieron bien.

La extrema educación de los japoneses choca con la ruda manera de ser de los rusos

U Japanu je sve drugačije. Biljke, drveće, načini i načini. Boje i okusi, carina, tjelesnost ljudi, pa čak i životinja. Lo más difícil de todo lo diferente es la escritura (además del idioma, jasno). Nunca sabes donde están las cosas, a no ser que sean claras para un occidental y eso, u Japanu, to je komplicirano. Así que la primera de las aventuras cuando no se tiene conexión 3G (y es imposible, casi no hay wifis abiertas y nuestro sistema de teléfonos también es diferente e incompatible) es lanzarse a observar.

La comida es fácil, los lugares donde se sirve se localizan a las horas adecuadas. Uno entra agachando la cabeza (obligatorio debido a las telas que cuelgan del marco) y se sienta. Entonces te acercan la carta y por dentro te da la risa, no sabes qué pedir. Observar: al de la mesa de al lado, la bandeja que sale de la cocina, la sopa que sorbe el de enfrente… con el dedo señalas y te acaban sirviendo.

Lo comí, tenía hambre y malo no estaba. Varios días después descubrí que era semen de animal marino

Unas veces la cosa va bien y otras también, aunque luego te enteres de lo que has comido, como me pasó en un pequeño pueblo donde pedí “nabi”. Es un recipiente como un cuenco de metal que se pone al fuego con sopa. Uno le echa diferentes alimentos, dependiendo: pescado, vegetales, tofú o carne. A mí me lo trajeron servido. Vi al de al lado comiendo almejas, pero tenía mucho más dentro: trozos gelatinosos de pescado con espinas, algo que me pareció seso de pez grande, povrće… Lo comí, tenía hambre y malo no estaba. Varios días después descubrí, al enseñar una foto de lo que había comido, que lo que creí sesos de pez grande era en realidad semen de animal marino. Estaba rico.

Dormir si llegas de noche a las ciudades es más complicado aún , pero preguntando se llega a Roma y como los hoteles japoneses me gustan (el tatami es mucho más cómodo de lo que parece) no me importa arriesgarme. Y de nuevo, la sorpresa, por algo más de 11.000 yenes, a la orilla de un lago y ya de noche, encuentro una “cafetería” que resulta ser un hotel. Salvada, Ja. La habitación era un tatami de unos 20 metros en el que tengo que hacerme la cama (el futón). El dueño me avisa de que mi baño está listo y, opet, se me despiertan los sentidos. Una tina de agua verde con olor a té. Una ducha en el mismo espacio, con un pequeño barreño para tirar el agua caliente por el cuerpo antes del baño. Velik. Relax a la japonesa.

El dueño me avisa de que mi baño está listo y, opet, se me despiertan los sentidos. Una tina de agua verde con olor a té

Después de la ducha-baño, me visto con el kimono habitual en los hoteles y me avisan para cenar. ¡Esto es la gloria! Carne finamente cortada en un “nabi” con cebolla, al fuego. Sopa de miso (ahora ya se que es imprescindible), pescado del lago frito y diversos trocitos de tubérculos en vinagretas o aliñados. Los nuevos sabores se apoderan de mi paladar, activo el gusto. Comer con palillos activa mi sentido del equilibrio. Todo gira en torno a una mesa con platitos de cerámica y comida de colores. Por la mañana me espera otra sorpresa, el desayuno japonés está servido.

I tako, poco a poco y día a día llego hasta Kyoto, una ciudad japonesa 100% con una carga tradicional enorme. Las mujeres con el kimono se mezclan con las más modernas, los taxistas conducen con guantes blancos y sus coches están siempre impolutos. No hay papeleras. No hay basura en el suelo. Cada cual es responsable de sus residuos. Dodatak, tras el atentado con gas sarín, se han eliminado de los lugares públicos. Los saludos y reverencias son obligatorios por cortesía. Y a los extranjeros nos tratan de otra manera. Estamos al margen de esa estricta pero agradable sociedad horizontal.

No hay papeleras. No hay basura en el suelo. Cada cual es responsable de sus residuos

Kyoto tiene canales, promet, edificios altos y un montón de pequeñas callejuelas que hacen las veces de patios de vecinos, casas pegadas a casas que guardan tesoros en forma de jardín en su interior. Calles techadas que esconden en sus travesías mercados y restaurantes. Silencio por sus vehículos híbridos. Nadie toca la bocina en la calle. Todo es orden y concierto. Lo más clásico y lo más moderno conviven en tranquilidad.

Los japoneses se mueven muy deprisa en los servicios, te atienden, traen la comida, sirven gasolina, corren por el pasillo del hotel con pasitos cortos, tiho, con temor a molestar lo más mínimo. Saludan mil y una veces. Asienten. Se ríen.

Me está gustando Japón, tan lejos en todo. Pero tan cercano que activa mis sentidos.

  • Udio

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