ケニアでのアルシャバブのテロ攻撃の背後にあるもの?

で: マリア·フェレイラ (テキストと写真)

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«15 euros por inmigrante ilegal. Niños y adultos. Son el mismo riesgo», cuenta un poli keniano que trabaja en Garissa. «Eso lo veo en cada control. Algunos compañeros viven de ello. Yo no. Yo no.»

Después de que Al Shabab asesinara brutalmente a los 152 estudiantes universitarios en Garissa, esta ciudad se ha convertido en un hervidero de sospechas y detenciones en los últimos días. El vicepresidente de Kenia ordenaba ayer el cierre del mayor campo de refugiados de África, el de Dadaab, のみ 120 kilómetros de distancia del lugar del atentado. Las reacciones han sido en su mayoría de incredulidad, de indignación y de vergüenza. Se ha tachado la medida como una violación a los Derechos de los Refugiados y se ha hecho hincapié en la imposibilidad de repatriar a más de 450.000 personas en tres meses. Se ha hablado de que los afectados serán en su mayoría las mujeres y los niños. ¿Pero qué puede haber detrás de esta decisión tan extrema?

La imposibilidad de repatriar a más de 450.000 personas en tres meses

«Es tan sólo una estrategia para recuperar el control de la zona», nos cuenta un miembro del gobierno de Mandera, ciudad que es clave también para Al Shabab. «En la frontera se hace dinero, y Somalia ahora mismo está beneficiándose del contrabando, al igual que lo hace Kenia. Con la construcción del muro que separará ambos países y el cierre del campo de refugiados, Kenia tomará el control por completo y el dinero se quedará en el país.»

Pero no hablamos de una lucha por la legalidad, la corrupción por parte del gobierno keniano ha salido a la luz en varias investigaciones en las que sus propios agentes son fuente de información muy valiosa a cambio de unos dólares. Se han llegado a comprar documentos que incriminan a cargos importantes de la policía.

En Garissa los precios son flexibles, rondan entre los 15 euros por cabeza a la hora de hacer la vista gorda con los inmigrantes ilegales. «No estoy diciendo que se deje pasar a los inmigrantes como norma general», dice el policía al que entrevisto. «Me refiero a que los policías tienen sus contactos, es un negocio, saben a quién tienen que dejar pasar.»

Los policías tienen sus contactos, es un negocio, saben a quién tienen que dejar pasar

El campo de refugiados de Dadaab funciona como un punto clave. Algunos de los refugiados tienen contactos en Somalia y con ayuda de las autoridades implicadas importan a Kenia azúcar, armas y arroz principalmente. El dinero que los somalíes mueven en la frontera alcanza cifras millonarias. Este dinero se manda de vuelta a su país desde las oficinas de transferencias en Nairobi, por esa razón la semana pasada se ordenó el cierre de varias oficinas sospechosas de estar siendo utilizadas por Al Shabab. Según el periódico Standard, podemos hablar de 60 camiones a la semana, cargando veinticinco toneladas de mercancía cada uno, que parten desde Somalia hasta el campo de refugiados de Dadaab, Garissa y otras pequeñas ciudades de los alrededores.

«He trabajado en el puerto de Kismayu, los enfrentamientos con las tropas kenianas que están en Somalia se dan porque quieren el control sobre nuestras aguas, nuestras mercancías, nuestra economía. Atacamos para que no nos sigan quitando lo que es nuestro», me cuenta Ibrahim en el barrio de Eastleigh, en Nairobi, donde residen un gran número de somalíes. «En cuanto tratamos de ahuyentar a los barcos que pescan en nuestras aguas de forma ilegal, nos llaman piratas. Si hay un enfrentamiento y muere un soldado keniano y cinco somalíes, nos llamarán terroristas y el mundo no sabrá que los nuestros no estaban vinculados con el terrorismo de ningún modo.»

En cuanto tratamos de ahuyentar a los barcos que pescan en nuestras aguas de forma ilegal, nos llaman piratas

Al Shabab existe y es una realidad. Pero habría que investigar a fondo quiénes están implicados en el negocio del terror. Hasta qué punto el gobierno de Kenia tiene responsabilidad en los atentados terroristas. Cómo de delgada es la línea que separa terrorismo de corrupción, que seguirá ahí, a pesar de la construcción de un muro, o del desmantelamiento de Dadaab.

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