Numantia: pedagoxía fronte á crise

Por: Ricardo Coarasa (texto e fotos)
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Mientras abandonábamos Soria por la vega Cintora, por donde discurre el Duero, escuchando historias de la berrea otoñal, iba dándole vueltas al último recibo de la luz y a las posibilidades, cada vez menos inciertas, de sobrevivir a base de candelabros y hornillos de camping gas. Nos dirigíamos a Numantia, la sublimación peninsular de la resistencia, el espejo donde debe mirarse cualquiera que quiera instruirse sobre la manera de no claudicar ante las embestidas de la vida. Las sucesivas cornadas de la economía deberían haber convertido hace tiempo Numancia en un parque temático de eslogan innegociable: «Lecciones frente a la crisis». Non máis.

I, polo menos, acudía a los vestigios de la heroica ciudad celtíbera dispuesto a empaparme de esa pedagogía del sufrimiento tan necesaria para la cotidiana administración de reveses y zarpazos. Nestes casos, ya se sabe, siempre es mejor mirar hacia abajo que hacia arriba. Para empeorar a situación, mientras zozobraba en esa marejada de presagios funestos, pasábamos por el municipio de El Royo, que alguien definió como el «Beverly Hills soriano», por la proliferación de casonas solariegas de alto nivel adquisitivo. Empezábamos mal. Que, más que una lección frente a la crisis era una invitación al euromillón.

Camino de Numancia iba dándole vueltas al último recibo de la luz y a la posibilidad de sobrevivir a base de candelabros y hornillos de camping gas

A apenas ocho kilómetros de la capital, en Garray, llegamos al cerro donde se asentaba Numancia, un punto estratégico para divisar toda la meseta, al controlar el paso entre el valle del Ebro y el Alto Duero, en la confluencia de los ríos Merdancho, Tera y el propio Duero. Los celtíberos sabían lo que se hacían. Resulta curioso que lo primero que llame la atención al echar pie a tierra sea un obelisco extraño a las ruinas numantinas, pues se erigió hace más de un siglo, en memoria de los antiguos moradores de la ciudad, con desafortunado criterio estético. Alguien debería tener el coraje para demolerlo y devolver el protagonismo a las ruinas.

Tuvimos la suerte de contar con un guía excepcional, Alfredo Jimeno, director del Museo Numantino y responsable de las excavaciones arqueológicas que aquí se suceden desde 1994. La lección a impartir (o, polo menos, la que yo quería escuchar) estaba clara. Tivo, tamén, al profesor. Me tocaba esforzarme en mi papel de alumno aplicado.

Resulta curioso que lo primero que llame la atención al echar pie a tierra sea un obelisco extraño a las ruinas numantinas

Siempre es una delicia escuchar a alguien en cuyas palabras resuena la pasión por lo que hace. Un, tamén, derrocha conocimiento, el placer se convierte en privilegio. Jimeno aunaba ambas cosas y mientras escarbaba en el pasado del asentamiento ibérico te hacía caminar por la historia. Poco queda de la vieja ciudad alrededor, apenas la planta de algunas casas y la disposición de algunas de sus calles, pero con sus palabras él conseguía que las viviendas cobrasen vida, que los celtíberos recuperasen el aliento para pasear por la villa, que nosotros pudiésemos olfatear los once meses de asedio 2.147 anos.

A historia é ben coñecida, pero conviene recordarla en busca de algo de aliento frente a la adversidad de recibos emboscados y nóminas menguantes, cuando no de eternos e indeseables lunes al sol. El empeño de Roma por doblegar, en plena segunda guerra celtíbera, a la capital numantina, hogar de los arévacos, despunta en el año 153 antes de nuestra era. El imperio se toma en serio la campaña militar, pues envía a la península a 30.00 soldados al mando de Quinto Fulvio. El ejército transalpino, pertrechado hasta con elefantes, pinchó en hueso y fue derrotado. A partir dese momento, Roma no cejó en el empeño de doblegar a Numancia, un objetivo que le llevaría casi veinte años.

Cornelio Escipión llegó a Numancia con 60.000 soldados para rendir a una ciudad con apenas 4.000 defensores

Publio Cornelio Escipión llegó a Numancia en otoño del año 134 antes de Cristo. El Senado había echado el resto para alcanzar el objetivo de terminar con la resistencia de los arévacos. Dos ejércitos consulares con 60.000 hombres le acompañaban. Enfrente apenas tenían 4.000 defensores debilitados por muchos años de ataques y asedios. Parecía que sería cuestión de días. Pero.

Caminábamos por las calles de la heroica ciudad celtíbera (que sus moradores orientaron de este a oeste para protegerse del frío) con el relato de nuestro guía agudizando la tensión histórica a cada paso. El sendero está atravesado, de cando en vez, por unas franjas de piedras que los numantinos utilizaban para cruzar la calle sin llenarse de barro. Dada la orfandad de las antiguas viviendas en el yacimiento, se han reconstruido sendas casas celtíbera y romana que permiten al visitante hacerse una idea de cómo vivían los habitantes de Numancia en las más de 20 hectáreas que ocupó la ciudad. Los cimientos eran de piedra y las paredes, de un entramado de adobe y postes de madera techados con ramas. También se ha levantado una réplica de la muralla que defendía Numancia, desde la que se divisa toda la meseta que se abre a sus pies y, na distancia, las sierras nevadas como olas de espuma que se rinden en la orilla.

Caminábamos por las calles de la heroica ciudad celtíbera con el relato de nuestro guía agudizando la tensión histórica a cada paso

Las excavaciones han permitido conocer cómo enterraban a sus muertos los celtíberos: los cuerpos de los guerreros se abandonaban en el campo de batalla para que se los comieran los buitres, encargados de elevar su espíritu al reino de los dioses. En la contienda, a sus enemigos más valerosos les cortaban la cabeza porque pensaban que, de esta forma, se atribuían sus cualidades. Contra, a quien fallecía de muerte natural se le incineraba en una pira con sus objetos personales, unos restos que después se enterraban en un hoyo. «Cuando hemos obtenido toda la información de una excavación la volvemos a tapar», explica nuestro guía. De otra forma, Engadir, resultaría imposible mantener en condiciones todo el sitio arqueológico. España parece siempre en deuda con sus piedras.

Cornelio Escipión levantó siete campamentos en cerros próximos (algunos se reconocen en la distancia gracias a las sabias indicaciones de Jimeno) unidos por una muralla de nueve kilómetros de perímetro. Era la soga con la que Roma pretendía ahogar a Numancia de hambre y sed. Un cerco que los celtíberos consiguieron romper una sola vez. Su dieta se componía básicamente de bellotas, vegetales y caelia (cerveza de trigo fermentado) y a medida que avanzaban los meses las provisiones iban mermando.

España parece siempre en deuda con sus piedras

Pese al terrible asedio, tuvieron que pasar once meses hasta que, en el verano del año 133 antes de nuestra era, Numancia fue sometida y arrasada por los romanos. Apenas la mitad de su población seguía con vida. La mayoría de los numantinos había optado por suicidarse. Las cenizas de la ciudad vencida, sus casas incendiadas, es lo único que sobrevivió durante más de un siglo hasta que fue ocupada de nuevo por los romanos. Unas columnas del porche de una antigua vivienda romana, desnuda frente al mar verde de la meseta, dan fe de la victoria del imperio. Y a uno, a esas alturas ya impregnado de la tenacidad y determinación de los numantinos ante la adversidad, casi le da vergüenza pensar en el recibo de la luz.

 

La visita a las ruinas de Numancia forma parte de la ruta del Train Campos de Castilla, que de mayo a noviembre circula en fin de semana entre Madrid y Soria.

 

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Comentarios (2)

  • Lydia

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    Durante un viaje a Soria, estuve en Numancia. Era el mes de julio, ao mediodía, con un sol de justicia. Pero es tan fascinante recordar la historia in situ, que ni me enteré del calor hasta que volví a la realidad. Es una gran suerte tener un buen guía. Me ha traído muy buenos recuerdos este artículo.

    Recomiendo vivamente conocer Soria. Es una tierra con muchos lugares para visitar y gente muy amable.

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  • Juancho

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    Está certo, Ricardo, lo de aquellos eran problemas más que los nuestros de ahora. Digo como tú y como Lydia, qué privilegio visitar los sitios con un buen guía. Enhorabuena por este artículo

    Sigue contándonos cosas de España, la gran desconocida para tantos!

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