Etiopia: guardare la morte in paese differente (In)

Tra un mucchio di immondizia dove bruciava parte della merda c'erano dei cani, maiali, uomini e ragazzi in cerca di qualcosa da mettere in bocca. Incastrarono le mani o il muso in montagne di immondizia. I bambini indossavano i piedi nudi. Si udì solo l'abbaiare di alcuni cani. Avvoltoi e cicogne volarono nel cielo.

Etiopía me duró tres noches y 600 km. Murió Mandela y tuvimos que irnos justo cuando comenzaba a entender que por fin había llegado a un África totalmente distinta a la que hasta ahora había contemplado.

Hasta Etiopía llegué a pensar que si África no era un país se parecía mucho. Francamente, entre Sudáfrica, Swaziland, Namibia, Botswana, Zimbabwe, Mozambico, Malawi, Zambia, Tanzania, Kenia y Uganda he encontrado muchas similitudes, en la forma desde luego, y en el fondo. Encontraba más cambios económicos y de desarrollo que grandes brechas sociales. Me parecía que había una base cultural bastante común a todos, una cercanía pese a las diferencias. Etiopia, en esas tres noches y 600 km, me pareció otra cosa.

Hasta Etiopía llegué a pensar que si África no era un país se parecía mucho

Quizá fuera porque llegué allí con mucho bagaje, el de haber leído el libro de un amigo que te cuenta el país por encima de contarse así mismo. El “Viaje a las fuentes del Nilo azul” era en parte el causante de mi viaje, así que de alguna manera aterrizaba allí con el manuscrito dispuesto a identifícame o alejarme de la mirada de Ricardo Coarasa, autor de la obra.

Y así llegué a una Addis Abeba donde nos recibió un amigo de Francesca que allá vive. Nos llevó a su casa y nos sacó por algunos de esos bares canallas de postín de las capitales africanas en los que las prostitutas usan laca para encerar sus altos zapatos de tacón. Poi, llegando hasta su vivienda, nos contó que quizá viéramos hienas que bajan hasta su barrio, en la falda de una montaña, a comer basura y a los muchos perros callejeros que tengan la mala suerte de encontrarse. No llegué a creerle hasta que ya en la cama escuché nítidamente la “risa” de varias de ellas. Me impresionó pensar en una ciudad en donde por la noche pasean hienas por sus calles.

Me impresionó pensar en una ciudad en donde por la noche pasean hienas por sus calles

A la mañana siguiente nos encontramos con Giovanni. Era una recomendación de Ricardo, un viejo colega de su viaje, que me enseñó su país con una mezcla de acento cubano batido en amárico. Yohanes pertenece a esa generación de africanos que en sus independencias fueron acogidos por los países comunistas para ser adiestrados. Un gran tipo del que en poco tiempo acabamos siendo amigos. Espero verle ahora, cuando cruce por Etiopía si nada se tuerce, en el mes de marzo.

Y así salimos de ruta para un viaje en el que debíamos llegar hasta Gondar y Lalibela. Desde el coche vi un paisaje cambiante. La capital me pareció que era un lugar donde se entendía un progreso económico fuerte. Era mejor y más grande de lo esperado. No es Addis un sitio bonito, conserva la fisonomía de las ciudades comunistas creadas a mediados del siglo pasado, aderezada en este caso con vestigios de palacios reales y algo de iconografía fascista dejada por la Italia de Musolini. No es un sitio bonito, insistere, pero si me pareció un lugar interesante.

Luego fuimos ascendiendo los más de 3000 metros de altura que tiene la ciudad en las montañas de Entoto y fue apareciendo la Etiopía rural. El inmenso campo estaba en su mayoría labrado, una buena noticia para medir el desarrollo de un país, pero las poblaciones que pasábamos a medida que se alejaban de la capital iban pareciendo más pobres. Casas de adobe o piedra, rectangulares, en pequeños y constantes núcleos de población que aparecían desperdigados antes nuestros ojos.

No me gusta en general la cocina africana, salvo la mozambiqueña

Paramos a comer una injera en un pequeño poblado, donde el dueño es un cubano que emigró hace años a Etiopía. No me gusta el plato que amenaza con perseguirme los próximos días y tras probarlo intento comer una carne encebollada que la noche anterior en Addis me encantó y ahora me parece un grasa intragable. No me gusta en general la cocina africana, salvo la mozambiqueña. Spiacente, no le encuentro ninguna gracia a la shima en ninguna de sus variantes ni me gusta lo cocida que suelen hacer la carne acompañada siempre de vegetales.

Tras una comida en la que no comí apenas nada volvemos a la carretera. Aún nos quedan casi cinco horas de coche. Vemos las grandes construcciones chinas, que Yohanes me explica que se ven igual de mal que en toda África. China se ha convertido en un sinónimo de barato y malo para los africanos. Hay muchos camiones «varados» en la carretera, a la espera de una pieza milagrosa que los saque de su entierrro, y tras la ventanilla se observa una constante actividad de un pueblo que no parece que se haya resignado a ser ejemplo de pobreza.

Llegamos de noche a Bahar Dar y encontramos una multitud de personas que se arremolina en la carretera. No podemos pasar, los coches están parados en una larga fila. Nos acercamos y comprobamos que hay un cadáver sobre el asfalto. Parece que su cuerpo cayó allí, en ese preciso momento y en ese preciso lugar. Allí se acabó su vida. Pasamos junto a él y miro de reojo el cadáver. “Merece la pena vivir con intensidad, ese podría ser yo”, I. “Seguro que él antes también pensó en alguna ocasión eso mientras miraba la muerte de otro”, me digo en silencio.

Seguro que él antes también pensó en alguna ocasión eso mientras miraba la muerte de otro

La mattina dopo, cuando ya sabía que debía irme para Johannesburgo, y tras escribir una desconocida historia de un intento de asesinato de Mandela con la que tropecé por casualidad, decidimos ir a conocer al menos las cataratas de Tis Isat. Fue en el camino cuando encontré una segunda secuencia que me habló de la muerte. Tra un mucchio di immondizia dove bruciava parte della merda c'erano dei cani, maiali, uomini e ragazzi in cerca di qualcosa da mettere in bocca. Incastrarono le mani o il muso in montagne di immondizia. I bambini indossavano i piedi nudi. Si udì solo l'abbaiare di alcuni cani. Avvoltoi e cicogne volarono nel cielo. Pensé entonces en lo cotidiano donde vivo de esa escena tantas veces contemplada, en la desgracia que debe ser nacer ya muerto. Me acordé de aquel cadáver de la noche anterior. Me acordé de nuevo de lo afortunado que soy.

Continuare….

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