El Salvador (In): la chiesa del paradiso e dell'inferno

Avevo letto che simboleggia l'inferno all'esterno e il paradiso all'interno.. La sua facciata è in cemento e ha un aspetto abbandonato. All'interno di, come se l'uomo potesse permettersi di interpretare il sacro, accesso a un tempio senza colonne, aprire, in cui il vetro colorato è proiettato ovunque. È bella.

El Salvador huele a lejos, a guerra añeja y cruel, a fruta madura y canciones alegres que cuentan historias tristes. Me pareció tierra de gentes buenas, me lo pareció especialmente más allá de los tópicos que siempre hay detrás de estas afirmaciones. Mi Salvador, prima, no era más que una mítica película de Oliver Stone que narra mi oficio, el periodismo; un genial jugador de fútbol, Magico Gonzalez, capaz de driblar con la misma destreza defensas y porteros de discotecas; y un arzobispo, Monseñor Romero, al que mataron de un tiro en el corazón cuando ofrecía la enésima homilía pidiendo que los militares dejaran de matar guerrilleros y campesinos.

Poca más sabía de esta tierra porque El Salvador es una pequeña esquina del mapa por la que no cruzan los caminos. Al Salvador se va por empeño, no porque sea paso de nada. Encajonado entre Guatemala y Honduras, el país parece sufrir de esa extraña condena que es el retiro forzoso. Y el empeño de contar una dura y complicada historia sobre abortos y una cárcel de mujeres me llevó hasta allí.

El país parece sufrir de esa extraña condena que es el retiro forzoso

Llegué un domingo por la mañana con el cielo gris. En el taxi charlé con Antonio, un amable conductor, mientras observaba que la portada del periódico nacional que él llevaba le dedicaba media página al Barcelona y al Real Madrid. In un angolo, sotto, hablaba de las maras, il 13 pandilleros muertos en choques con el ejército. “Salvador vuelve a desangrarse”, medité con pena.

En el largo camino hasta la capital, las carreteras son bastante buenas, me llamó la atención la falta de población y la cantidad de campo sin trabajar que atravesábamos. Seco y frondoso parecía anunciar la cierta pobreza de esta tierra. In campagna, en su trabajo, es donde mejor se descifra a los países. Las ciudades pueden engañar con burbujas de dinero, el campo es demasiado grande para mentir.

Ya en la entrada de la capital, San Salvador, asomaron casas endebles y un comercio callejero sin tregua. La ciudad parece hundida entre montañas. Fue como un reencuentro con una América que no viajaba desde 2009, a Panama. Il Messico del centro e il nord che ho visto sembrava diverso, anche sul suo lato più povero. È urbano, asfalto, Non è questa America che ricorda sempre in fuga dal campo. Nessuno sembra la città, È come se tutte quelle persone fossero cadute in cima a un cubo di cemento, ma le loro vite erano governate dai disegni della terra, Acqua e sole. Molti sembrano persi, Avvolto da quella città che non è il suo habitat naturale. Molte sensazioni li hanno visti passare dall'altra parte della finestra. Mi è piaciuto di nuovo.

La guerra fu sviluppata fuori e qui c'erano persone che la coprivano e che prendevano i taiquiris in piscina

Ho soggiornato all'Intercontinental Hotel, guarida de todos los periodistas internacionales en los tiempos de la guerra civil. “De la segunda planta para arriba era como una inmensa redacción. La guerra se desarrollaba fuera y aquí había gente cubriéndola y tomando daiquiris en la piscina”, me contaba Edgar, un fotógrafo y ex guerrillero con el que tuve la suerte de trabajar. Las charlas con él son lo más real que me llevo del país.

Esa misma mañana me fui con Antonio a dar una vuelta. Paramos en el centro, junto a la catedral y el museo. En la cripta del templo está el mausoleo de Monseñor Romero, que será beatificado el próximo mes. Había banderas de Venezuela, Nuovo emblema dell'americano a sinistra dopo il passaggio dell'Avana o il passaggio in avanti di Caracas. L'immagine sopraffatta dal carico storico del personaggio.

Fuori, Nella piazza, C'era un negozio di vendite di materassi improvvisato e un sacco di persone sedute all'ombra di un immenso albero. Negli angoli c'erano le bancarelle illegali, Come ho visto in molte strade, che il consiglio comunale non è riuscito a ritirarsi. È una lotta tra l'immagine, Modernità e miseria. Immagino che la dignità di una città non sia che le sue strade siano pulite, è che i loro vicini non hanno fame. La città stava degradando mentre il pendio di montagna discendeva. Era povero per i pezzi: Sopra i ricchi e sotto tutto si stava deteriorando.

La dignidad de una ciudad no es que sus calles sean pulcras

No muy lejos fui a ver la Iglesia del Rosario. Avevo letto che simboleggia l'inferno all'esterno e il paradiso all'interno.. La sua facciata è in cemento e ha un aspetto abbandonato. All'interno di, come se l'uomo potesse permettersi di interpretare il sacro, accesso a un tempio senza colonne, aprire, in cui il vetro colorato è proiettato ovunque. È bella.

Cuando llegué se celebraba una misa y cuando me marchaba un hombre en la puerta me preguntó si había visto el Vía Crucis. Lo dijo con un gesto inocente que inmediatamente me hizo pensar que debía ir a contemplarlo. Entonces él me indicó que estaba al fondo, donde supongo que acaba el paraíso, y yo cruce con sigilo la Iglesia para no perturbar a los creyentes en sus rezos y alabanzas. Y allí vi un milagro, como lo era todo aquel lugar, en el que con cemento, hierro y piedra pómez el arquitecto y escultor Rubén Martínez recreaba la vida de Jesucristo con tanto talento e imaginación que me pareció que nunca vi algo tan diferente para hablar de algo tan viejo.

El arquitecto tuvo que recurrir al Vaticano para que le permitieran llevar adelante su proyecto, allá por finales de la década de los 60, ante una Iglesia salvadoreña que no quería autorizar una obra que no lograba entender. Allí murieron también 21 Persone, en los tiempos de la Guerra, en una matanza de la que quedan las marcas de los balazos en la fachada y una placa conmemorativa que colocaron los dominicos.

Quedan las marcas de los balazos en la fachada

Otra mujer me dijo que había un libro que lo contaba todo con una sonrisa tierna y una niña me abrió una tiendecita de la que sacó el ejemplar que efectivamente contaba todo. Y el párroco se despedía de sus fieles y ella, la giovane donna, me decía muy bajito, para no molestarle, que al amanecer y al atardecer es cuando las luces lo pintan todo. Y yo sonreí y me sentí muy afortunado de poder estar allí y pensé, aunque no pude, volver más tarde.

Poi, tras la Iglesia, subimos a la cima del volcán de San Salvador. En la ladera están los mejores restaurantes de la ciudad a los que acuden las personas con sobrantes a pasar el domingo. Llegamos tarde y el aparcamiento de la cima estaba ya cerrado por excesos. La niebla en todo caso ya apenas dejaba ver nada y en la bajada un grupo de danzantes pedía dinero mientras bailba en el asfalto. Eran mis primeras horas en El Salvador y de alguna manera me parecía que habían pasado demasiados años desde la última vez que me encontré con esta América. Antonio sonrío y me dijo “espero que le trate bien nuestra tierra, a los salvadoreños nos gusta que los extranjeros se sientan bien”. E io, mentre, no dejé de sonreír nunca mientras permanecí allí.

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