Hongkong: die Routine der krampfhaften Tage

Die ehemalige Kolonie ein Waffenstillstand zwischen bestimmten Woche in Protesten gegen China, dass sie den Tourismus vergrault und haben der Stadt eine Spur gemalt Protest, sogar in Spanisch


Cancelado. La alerta se repetía en las pantallas informativas del aeropuerto de Shanghai Pudong en un par de vuelos de esa misma mañana con idéntico destino: Hongkong. Plötzlich, volar a la antigua colonia británica se había convertido en un deporte de riesgo desde que a finales de marzo comenzaran las protestas ciudadanas contra el proyecto de ley de extradición, cuya virulencia se había incrementado con el paso de las semanas hasta consumar, nacheinander, la primera huelga general en el último medio siglo, el asalto a la sede del Consejo Legislativo y el bloqueo durante 48 horas del aeropuerto de Chek Lap Kok, al que ahora nos dirigíamos. Hacía solo unos días que los manifestantes habían fracasado en su objetivo de paralizar de nuevo el aeródromo, el octavo más concurrido del mundo, y lo volverían a intentar unas horas después de abandonar la ciudad el pasado día 5. Así que la pregunta era obligada. ¿Volaríamos a Hong Kong?

En esa pugna constante de la ciudad semiautónoma con el Gobierno de Peking por preservar su estatus económico y político sin dejarse engullir por la China comunista de Xi Jinping, lo primero que sorprende al llegar al aeropuerto de Shanghai es que Hong Kong, wie Macao, se agrupe en la puerta de embarque junto a los vuelos internacionales, y no en la de destinos domésticos. In der Tat, visitar la antigua colonia y regresar a China exige un visado de doble entrada y los trámites de inmigración son los mismos que se realizan cuando se entra en China por primera vez, incluido el consabido sello en el pasaporte.

Dos vuelos habían sido cancelados. La pregunta era obligada: ¿volaríamos a Hong Kong?

Los disturbios en Hong Kong han hecho mella en el turismo, a la vista está. En los distintos controles, que incluyen la digitalización de las huellas dactilares y la fotografía de rigor, apenas hay gente, y mucho menos turistas occidentales. El número de visitantes ha caído un 40% y el precio de una habitación de hotel -prohibitivo para bolsillos medios en una megaurbe donde proliferan losalojamientos cápsula”- se ha desplomado un 70 Prozent. Los hosteleros toman sus precauciones frente a posibles cancelaciones: en todo el periplo por China es la única ocasión en que la estancia hay que pagarla por adelantado, semanas antes de poner un pie en Hong Kong.

Al aterrizar en el aeropuerto, situado en la isla de Lantau, nada cambia. Ningún atisbo de altercados, que suelen concentrarse durante los fines de semana. Tras pasar un control de fiebre en el que funcionarios sanitarios con mascarilla toman la temperatura a algunos pasajeros, seguramente para prevenir cualquier brote de gripe estacional, el autobús que lleva al corazón de la península de Kowloon está semivacío. Ni siquiera hay que hacer cola para comprar los billetes.

Los primeros paseos por Nathan Road permiten constatar la estela de las protestas contra China

En busca de esa rutina de lo cotidiano que siempre sobrevive a los tiempos convulsos, los primeros paseos por Nathan Road, la espina dorsal del céntrico barrio de Tsim Sha Tsui y de todo Kowloon, permiten constatar la estela de las protestas callejeras contra China. El escenario de las manifestaciones más multitudinarias está repleto de pintadas contra el Gobierno chino en las que se reclama el auxilio de la comunidad internacional. Aunque ahuyentar el turismo quizá no sea la fórmula más inteligente para mantener la atención de occidente.

No China! Free HK”, se puede leer en la mediana de hormigón que separa ambos sentidos. Algunas de estos eslóganes están escritos también en caracteres chinos, pero la mayoría de las pintadas son en inglés. “Stand with Hong Kong”, “We need your support”, suplican a las potencias extranjeras, unos lemas que días después llevarán ante la mismísima sede de la embajada de Estados Unidos reclamando la intervención de la Administración Trump. Incluso hay sitio para proclamas en castellano, “Hasta la victoria siempre”, la popular arenga del Che Guevara, que alguien ha escrito a escasos metros de las lujosas tiendas de Nathan Road. Toda una paradoja que se reclame la implicación de Estados Unidos con un credo revolucionario.

Toda una paradoja que se reclame la implicación de Estados Unidos con un credo revolucionario del Che

Está anocheciendo ya cuando en la avenida de las estrellas, el paseo marítimo frente al apabullante skyline de la isla de Hong Kong, los turistas (abrumadoramente chinos) empiezan a tomar posiciones para disfrutar del “Symphony of Light”, considerado por el Guinnes el espectáculo de luces y sonido más bello del mundo. Ist, MÖGLICHERWEISE, una de las mayores concentraciones de turistas de la ciudad, aunque ahora no hay ningún impedimento para ver el espectáculo en primera línea.

La ocasión es propicia para atraer la atención de los extranjeros. El muelle del “Star Ferry”, la legendaria embarcación que desde hace 131 años cubre diariamente el trayecto entre Kowloon y la isla de Hong Kong, está situado a apenas 200 Meter. El ferry viene cargado de hongkoneses que regresan a la península después de una larga jornada de trabajo. El “Freedom Hong Kong” empieza a resonar cada vez con más fuerza entre el pasaje intercalado con airados “China go home”. A medida que los pasajeros bajan de la embarcación y se dirigen hacia la calle caminando por el muelle los gritos se escuchan con más rotundidad y nitidez. Touristen, chinos en su mayoría, permanecen ajenos a la algarabía reivindicativa, que enmudece cuando los descontentos se dispersan por los alrededores de Salisbury Road, como si la rutina de la ciudad que no se detiene, que no puede detenerse, terminase por engullir el hartzazgo.

El “Freedom Hong Kong” empieza a resonar cada vez con más fuerza entre el pasaje delStar Ferry

La espantada turística por la amenaza de la latente movilización ciudadana también se nota en los tradicionales “dai pai dong” (puestos callejeros de comida) de la popular Temple Street y en los aledaños tenderetes de videntes, tarotistas y nigromantes que ofrecen sus servicios adivinatorios también en inglés. La gran mayoría de los puestos están vacíos a la espera de días mejores.

El Hong Kong nocturno se pasea con plena sensación de seguridad. Ni siquiera se observa una llamativa presencia policial en las calles. En la isla de Hong Kong, wo 48 horas después la Policía reprimiría a los manifestantes con gases lacrimógenos en el barrio comercial de Causeway Bay, la sensación de normalidad es aún más abrumadora. El pulmón financiero de la ciudad semiautóma parece latir al margen de cualquier incendio social. Pero de nuevo es palpable la menor presencia de turistas. El tranvía que lleva a la cima der Victoria Peak, uno de los “highlights” de Hong Kong por sus magníficas vistas de la ciudad, circula semivacío pese a que ya es más de mediodía.

El pulmón financiero de la ciudad semiautóma parece latir al margen de cualquier incendio social

¿Y el Metro? El suburbano ha sido también escenario de violentos altercados durante las últimas semanas. Uno de los puntos más conflictivos es la estación de Prince Edwards, en el barrio de Mongkok, donde los manifestantes atribuyen a la Policía la muerte de un joven, desmentida por las autoridades locales, IN los violentos enfrentamientos de hace unos días. La estación está ahora tranquila, pero la boca de metro es un santuario de ramos de flores y mensajes de protesta llamando al boicot al suburbano, a cuyas autoridades los afectados por la actuación policial, que tachan sin reparo de “ataque terrorista”, reclaman sin éxito las grabaciones de las cámaras de seguridad.

El hartazgo de los contestatarios se escribe en las paredes de los edificios: “Live free or die

De regreso a Kowloon, el hartazgo de los contestatarios se escribe en las paredes de los edificios, “Live free or die”, e incluso en una señal de prohibido de Haiphong Road -donde alguien ha garabateadoLiberate Hong Kong”-, a espaldas del relajante Kowloon Park, de cuyos árboles centenarios se ramifican hacia la calle, con vigorosa pesadumbre, decenas de nervudas raíces entrelazadas que parecen una metáfora de la complicada convivencia de la antigua colonia británica con la China continental.

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